Ira súbita, por Pep Marín

Ira súbita

El otro día me volví un poco o un mucho loco. No sé si contároslo, porque me da vergüenza, y es que es tela marinera. Bueno, esto no lo lee nadie; no pasa nada.

Algunas veces nos solemos decir cuando nos pillan in fraganti haciendo algo de dudosa moral: “Yo no soy así, yo no soy así”, como quien ha hecho el acto o dicho algo fuera otro/a, como si fuera un desliz muy puntual en tu manera de ser. ¿Tú no eres así? Anda que no, espera y verás.  Eso habría que verlo en determinados contextos. No digas que de esta agua no beberás y escríbelo en el aire si quieres con uve.

El caso es que creo que paso muchas horas sólo a lo largo del día, aunque esto no es una variable digna de ningún estudio: la soledad elegida, lo digo para expresar el ambiente, el contexto en el que me circunscribo. Me suelo ir bien temprano en la moto a mi tahúlla, y cuando llego me pongo el aparato de radio en el bolsillo de la camisa y me escucho ese milagro de las ondas. Allí estoy haciendo siempre las cosas que precisa la huerta y la tierra. Siempre hay faena que hacer, y si no la hay me la invento.

La tierra en su conjunto, incluidos mares y ríos, etcétera, necesita sus cuidados. Aunque se autorregule, necesita ayuda también, como todos y todas; hasta los grillos necesitan en cierto momento una ayuda, lo que sucede es que pasa desapercibido para nosotras las personas, o a ver si os creéis que un melocotonero va a sacar el mismo unas tijeras y se va a podar él sólo, o va a sacar una hoz para acabar con la hierba que lo está casi matando. La tierra necesita de tu caricia, de tu mano ¿Qué cojones haces tirándole escombro? ¿Qué haces tirando mierda a la tierra? ¿Qué haces mandando basura a la tierra de otros y pagando un canon de miseria por kilo de mierda, piensas que allí son de una raza inferior, son estiércol humano? Brillante trato: me llevo la materia prima limpia y de un buen valor en el mercado y les devuelvo la materia prima en forma de desecho para que se la coman los negros. Qué bonito. Que se coman la raspa de los peces con bolitas de plástico en forma de patata cocida. ¿Es o no es para cagarse en algo muy feo?

La soledad, como no, hace que hables sólo en determinadas ocasiones. A veces pasa desapercibido para mis sentidos o para mi consciencia el hecho de estar emitiendo sonidos por mi boca, cosas que estoy pensando; no me doy cuenta hasta que caigo y me escucho. Entonces echo una ojeada por ahí por sí alguien me hubiese visto, no sé, el panzaburras de mi sobrino y vecino de tahúlla, que luego se chiva a mi señora. (Hostia, señora, que expresión de zopenco y de poca cosa).

Yo tenía que haber estudiado decoración paisajística en parques y  jardines, si es que existe eso, cuando acodado en la azada (azá, mejor dicho) veo lo bien que me ha quedado la distribución de piedras entre los árboles frutales, parecen símbolos egipcios, o celtas o visigodos ¿Visigodos? Estoy hecho un artista, me piropeo, claro que sí. Si nadie lo hace por ti, o lo hace con una frecuencia de cero coma uno, pues le cuesta un mundo expresar un elogio o no tiene esa habilidad, hazlo tú, dite cosas bonicas, es gratis. Gracias piernas fuertes por haberme traído hasta aquí. Cosas bonicas aunque sea una mentirijilla, menuda polla tengo, gracias polla. Se agradece, las partes pronunciadas lo agradecen, eso está más que corroborado por la neurociencia.

Otras veces estoy muy atento a la tertulia radiofónica.  Y ahí fue cuando me volví loco el otro día. Me dio como un ataque de ira súbito. Alguien de la tertulia estaba generalizando, decía: “Porque todos los españoles y españolas no quieren un pacto” de no sé qué, no me acuerdo, y claro al decir todos los españoles y españolas me estaba metiendo a mí en el mismo saco, me estaba incluyendo en su discurso generalizador sin hablar conmigo ni conocerme de nada, sin preguntarme si eso es lo que yo pienso también, dando por hecho que lo pienso.

Se me fue la peonza. Me puse a dar azadones como si quisiera chafarle la cabeza a la tierra y enterrarla, cosa que tendría premio nobel si consigues enterrar la tierra. Grité mucho, muchas palabrotas que no voy a reproducir aquí. Le di patadas a los árboles. La tomé, enajenado, lleno de rabia con la valla de mi sobrino y se la tiré abajo. Y aún me quedaba fuerza y empecé a tirar pedruscos como en plan olímpico a la reguera. Luego me puse todo endemoniado a revolcarme por la tierra como si fuera un cocodrilo atrapado en el cieno, hasta me metí un terrón en la boca y lo escupí. Me llene de arena hasta el tuétano. Finalmente me puse a llorar a lágrima viva que se me salía el moquillo y unos suspiros más grandes que España y Portugal.  Porque todos los españoles y españolas no quieren un pacto entre…Y ese fue el detonante, incluirme sin preguntarme, como si el mendrugo sinvergüenza que hablaba fuera un especialista en mí. Será cabrón, ¿tú qué sabes, Corte Inglés?  Ahora que mi reacción repentina sigo sin entenderla. No sé qué hubiese pasado si hubiera sido uno de los invitados tertulianos. Y sentí mucho miedo de mí. Yo que siempre soy tan alegre. No se lo he dicho a nadie esto que me pasó, y así seguiré. Me he cambiado a Radio Olé.