En el nombre del aliento, por José Antonio Vergara Parra

En el nombre del aliento

Por sobradas y machaconas razones, he escrito sobre los errores y maldades de la izquierda. Pero mi crítica sería injusta si callara sus aciertos. Sé bien que tirios y troyanos andan tan polarizados que unos y otros magnifican la mota en ojo ajeno como ningunean la viga en el propio. Las culpas están repartidas. De un lado los faranduleros que ven el mundo y a sus adversarios con anteojeras. Nadie parece estar dispuesto a conceder ni un palmo de terreno a la duda y al análisis. Tal es así que la evolución natural del hombre común es tan bien recibida como denostada la del animal político ejerciente. La firmeza de las convicciones ideológicas deberían estar sometidas a un continuo testeo racional e, incluso, sensitivo, pues las emociones también nos aportan sabiduría. De un lado, digo, los comediantes y de otro el público que por nada del mundo abandonaría su zona de confort aunque para ello deba tragar sapos y saliva a raudales.

Cuando una persona elige, por primera vez, una opción política, deberían marcarle como a las reses; a hierro y fuego pues, como aquellas, quedará estigmatizada de por vida. El partido, es decir, el aparato, al albur de mareas y vientos provechosos, podrá virar cuanto plazca mas apiádese el Altísimo de todo verso suelto que desafinare de la estrofa marcada.

También he llevado anteojeras y no siempre he sido justo en mis artículos. Tras postizas conquistas, salpicadas de vanidad y adhesiones no del todo sinceras, sobreviene el vacío y el desasosiego cuando, de veras, dejamos trabajar a nuestra consciencia. ¿Qué es la consciencia sino el centinela del alma y el heraldo de Dios?

Remarcaré los aciertos de los ejecutivos de José Luis Rodríguez Zapatero y de Pedro Sánchez. Sólo los aciertos pues de los errores y de los balances ya se ocupa una vasta literatura política. Éxitos únicamente imputables a sendos ejecutivos y, en ocasiones, a sus socios de gobierno pues, de haber gobernado la derecha, difícilmente se habrían producido.

José Luis Rodríguez Zapatero. Presidente del Gobierno desde 2004 al 2011. La retirada de  nuestras tropas de Irak fue su primera y acertadísima decisión pues aquella guerra, como casi todas, fue obscena, innecesaria y, por ende, prescindible. Creo que todavía andan buscando las armas de destrucción masiva. En la foto de Las Azores posaron George Bush Jr., Tony Blair y José María Aznar. Una instantánea que, por diversas razones, debería guardarse en lo más profundo y obscuro del arcón.

La legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo y la conocida Ley de Dependencia fueron dos grandísimos aciertos. Los detractores del matrimonio homosexual se parapetaron tras razones lingüísticas pues no aceptaban el uso de la voz matrimonio para estos casos. Prefieren unión pero no matrimonio, sólo reservado para ajuntaeras como el Dios sui géneris de algunos parece mandar. No encuentro razones etimológicas, jurídicas ni lógicas para impedir que dos personas del mismo sexo puedan contraer matrimonio  en situación de igualdad. Desde una órbita meramente jurídica, nuestro ordenamiento sólo reconoce el matrimonio civil aunque permite su celebración bajo diversas formas o liturgias, sobresaliendo, por razones culturales y religiosas, la católica. Nuestras respectivas creencias y puntos de vista no deben ser un escollo para que nuestros conciudadanos puedan ejercer los derechos en régimen de igualdad, siempre que el acceso y disfrute de ese derecho no implique perjuicios para terceros. Soy católico y heterosexual y, en el ejercicio de mi libertad, contraje matrimonio con mi esposa en la forma canónica aunque, para mí, fue mucho más que una forma. Ésa fue mi opción. Punto. Perfectamente compatible que otros caminos legítimos que ningún mal causan a nadie salvo desasosiego en mente estrechas.

La Ley de Dependencia, rebosante de justicia y solidaridad sociales, se defiende por sí sola. Toda explicación sería hasta ofensiva para el sentido común. Zapatero derogó el impuesto al sol, tal vez la exacción fiscal más desvergonzada de las últimas décadas.

Bajo la presidencia del señor Zapatero se produjo el armisticio definitivo de ETA. Tras la bandera blanca hubo muchas razones y plurales responsables mas si el alto al fuego definitivo se produjo en la presidencia de Zapatero, parece razonable atribuirle el mérito que en justicia le corresponda.

Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Presidente del Gobierno desde 2018.  El salario mínimo interprofesional era de 735 euros en 2018. En la actualidad es de 1.000 euros, lo que representa un incremento del 35,8%. Parece razonable que un trabajador, tras la brega mensual, se lleve a su casa, como mínimo, 1.000€. Un avance insuficiente pero muy significativo teniendo en cuenta de dónde se partía. La hemeroteca es tan testaruda como transparente, pues revela que las sucesivas mejoras laborales y económicas para los trabajadores se han logrado pese a la oposición de empresarios y de algunos partidos del centro-derecha. Para quienes, desde sus adineradas y elevadas atalayas ven al hombre como a una hormiga, resulta muy fácil negar el pan y la sal a los más humildes. Si me permiten el símil ajedrecístico, me recuerdan al rey enrocado mientras los peones son sacrificados. A diferencia del ajedrez, en la vida lo que importa es el pueblo, los peones, y no una corte amancebada e indolente.

Los conocidos ERTE´s (expedientes de regulación temporal de empleo) representaron, en los peores momentos de la pandemia, el salvavidas para cientos de miles de empresarios y trabajadores. Una medida efectiva, solidaria y radicalmente necesaria para tan excepcionales circunstancias. Tampoco olvidaron a los autónomos pues, de verse mermados sus ingresos en un determinado porcentaje, podían percibir una prestación económica, compatible con la exoneración del pago de cuotas a la seguridad social.

En virtud de la Ley 15/2022, de 12 de julio, “se reconoce el derecho de toda persona a la igualdad de trato y no discriminación con independencia de su nacionalidad, de si son menores o mayores de edad o de si disfrutan o no de residencia legal. Nadie podrá ser discriminado por razón de nacimiento, origen racial o étnico, sexo, religión, convicción u opinión, edad, discapacidad, orientación o identidad sexual, expresión de género, enfermedad o condición de salud, estado serológico y/o predisposición genética a sufrir patologías y trastornos, lengua, situación socioeconómica, o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”.

Sirva como botón de muestra que, merced a esta Ley, ningún trabajador podrá ser despedido estando de baja médica. O dicho en román paladino, el trabajador deja de ser un semoviente intercambiable para convertirse en persona con la debida dignidad.

La reforma laboral (RDL 32/2021) ha traído significativos avances para los derechos de los trabajadores. Citaré un par de ellos. Los derechos de los trabajadores fijos discontinuos se equiparan a los de indefinidos. En el lapso de 24 meses, los contratos se pueden encadenar hasta los 18 meses; sobrepasado dicho plazo, el contrato pasará a ser indefinido.

Mucho ha sido lo no mencionado. Tal vez porque no me pareció tan bien o, aún pareciéndomelo, lo olvidé. Se trata de un mero ejercicio de civismo político pues el reproche es tan legítimo como inaplazable la gratitud. No pretendo complacer a la izquierda que olvidará esta lisonja tan pronto vire al reparo. Tampoco ando interesado en soliviantar a la derecha, con la que tantas ideas comparto. Sólo quiero mirarme en el espejo cada mañana con la cara lavada y la consciencia serena. Hace tiempo que lo supe. No soy mitad de izquierdas y mitad de derechas sino enteramente de izquierdas y enteramente de derechas. Intuyo que esta reflexión debe importarles bien poco pero me importa a mí, y eso me basta.