El secuestro de Don Marcos, por Irene Ríos Salmerón

Irene Ríos Salmerón (IES Los Albares)-Tercer premio en la Categoría 1 (de 1º a 3º de ESO) del ‘I Concurso de Relato Corto Tino Mulas’

Creo que algo muy mágico puede suceder cuando se lee un buen libro

J.K. Rowling.

Eran las 14:29. Quedaba solo un minuto para salir de clase e ir a la biblioteca para liberar mis poderes. Sí, aparte de ser una niña a la que le encanta leer, tengo un poder: cada vez que leo consigo meterme dentro de la historia; empiezo a marearme y me transporto a otro lugar. Siento que caigo a un vacío inmenso y me meto dentro del libro, literalmente, y puedo hablar con los personajes, sentir lo mismo que ellos y cuando llega el final me encuentro en un lugar completamente vacío, es una página en blanco.

El reloj marcaba por fin las 14:30. Fui directamente a la biblioteca y me metí en mi mejor escondite, dentro de un libro. Después vino don Marcos, el conserje, que como todos los días cerró la biblioteca sin notar mi presencia. Allí pasé un rato leyendo hasta que dieron las 15:00. Después de salir del libro, abrí la ventana y bajé a escondidas por la enredadera. Llegué a casa sana y salva, tenía la comida caliente preparada en la mesa, pues mamá sabía que llegaría tarde, ya que le mentía diciendo que tenía clases de teatro. Justo después de comer recibí la llamada de mi amiga Luna:

– ¡Oye!, ¿te has enterado?

– ¿De qué?

– ¡El profe Juan ha desaparecido! Nadie lo ha visto esta mañana, no ha venido al instituto y cuando el director ha tratado de localizarlo, no respondía a las llamadas. Su familia dice que esta mañana no estaba en casa, pero han pensado que se había ido más temprano a trabajar.

«Vaya, eso sí que es raro», pensé, y le dije a Luna que al día siguiente me lo contara todo con detalle, pero no hizo falta, pues a la mañana siguiente todo el mundo estaba comentándolo con preocupación, ya que había corrido la voz de que habían desaparecido dos profesores más.

Todo lo que me contaban se parecía a las historias que yo leo habitualmente, pues en muy poco tiempo habían desaparecido tres profesores y todo apuntaba a que habían sido secuestrados en el instituto, cosa que me intrigaba un montón. Era todo demasiado extraño. El instituto era un lugar muy transitado y parecía difícil llevar a cabo un secuestro allí. Así que decidí investigar el caso por mi cuenta. Sabía que ya lo estaba haciendo la policía, pero mi curiosidad me llevó a decidir que ese día me iba a leer un buen libro de intriga para prepararme y resolver el misterio.

Justo al salir de clase, me fui directa a la biblioteca, me metí dentro de un libro de misterio y esperé a que llegara don Marcos. Pero ese día el conserje no apareció, no oí cómo entraba, ni escuché sus llaves al cerrar la puerta. En ese momento pensé que lo habían secuestrado y no me equivoqué.

A la mañana siguiente, como era de esperar, todo el mundo se había enterado de la noticia. Efectivamente don Marcos había desaparecido. Nadie se atrevía a quedarse a solas en el instituto ni a encargarse del control del centro, porque tenían miedo de ser el próximo secuestrado. Sería entonces la policía la encargada de esta tarea. Harían guardia por el instituto y alrededores durante todo el día con el fin de esclarecer el caso.

Esta situación me entristeció, pues ya no iba a poder quedarme en la biblioteca a escondidas y eso, me impedía resolver el misterio. Tras horas pensando sobre qué podía hacer, decidí ir a la conserjería de don Marcos; estaba segura de que allí no habría nadie pues a todos les daba miedo acercarse. Don Marcos era un gran lector y tenía muchos libros, seguro que tendría algunos de suspense y por eso decidí ir hacia allí a cogerlos. Nadie notaría que me los había llevado y era la única forma de meterme en un libro que me ayudara a resolver el caso. Así que eso fue lo que hice.

Justo cuando estaba seleccionando los libros que quería, alguien entró y empezó a gritar. Me giré y …

–¡Luna! –dije– ¿qué haces aquí?

– No –me dijo– ¿qué haces tú aquí?

No me quedó más remedio que explicarle mi plan. Luna conocía el poder que tenía de meterme en el interior de los libros y al explicarle mi idea me dijo:

– Estás loca, no puedes investigar el caso tú sola, es muy peligroso.

– Lo sé, pero sabes que soy demasiado curiosa.

– Ya, en ese caso no te dejaré hacerlo sola, te acompañaré.

Le dije que no mil veces, pero si yo soy curiosa de más, Luna es muy muy cabezota y como sabía que no la iba a convencer, acepté su ayuda.

Mientras miraba los libros de la estantería, Luna se fue un momento al baño y yo seguí buscando ansiosa para que la elección de mi lectura fuera la más acertada. Un rato después oí que alguien se acercaba a la conserjería y que quería entrar por la ventana. Pensé que era la policía por lo que me escondí sumergiéndome en el interior de un libro. Pero, no era la policía, ni tampoco Luna, la voz que escuché desde mi escondite era de… ¡don Marcos!

Era increíble, ¡don Marcos estaba allí! No sabía si salir o esperar para ver qué tramaba. En ese momento empezó a hablar por teléfono en voz baja, intentando que nadie lo escuchara y dijo:

–Estoy esperando mi recompensa. Necesito que cumplas tu palabra. Ya he secuestrado a tres profesores, ¿no te parece suficiente?

No me lo podía creer, ¡don Marcos era el secuestrador y además había fingido su propio secuestro! No podía aguantar más, así que salí del libro y me planté delante de él.

Se quedó parado sin saber qué hacer, pues si se escapaba sabía que llamaría a la policía.

–¿Por qué has secuestrado a los profesores? –le dije.

Tras unos momentos de silencio dijo:

–Porque yo antes era como tú. A mí me gustaba leer y un día conseguí meterme dentro de una novela, cosa que me encantaba, pero conforme fui creciendo, mi imaginación y mis ganas de leer se esfumaron y ahora me es imposible introducirme en los libros. El último día en el que fui capaz de entrar en su libro, le pedí a la Emperatriz de los Sueños, protagonista del relato que me estaba leyendo, consejo para poder seguir haciéndolo, pues al convertirme en un adulto aburrido y sin imaginación no lograba conseguirlo. Ella me dijo que puesto que lo que más me gustaba era las historias de misterio, debía actuar como un protagonista de esas historias y que debía cometer un crimen o un secuestro. Así que empecé a secuestrar profesores, pues no me atrevía a cometer un asesinato, y ahora estoy aquí esperando a la Emperatriz de los Sueños, con quien estaba ahora mismo hablando por teléfono, a punto de recibir mi recompensa para poder volver a meterme dentro de un libro y volver a ser una persona con ilusiones e imaginación. Sé que no me vas a delatar –dijo dirigiéndose a mí–. Sabes muy bien cómo es la maravillosa sensación de meterse en el interior de una novela…

–Ya, –dije–. Pero tú no te mereces esa recompensa. Tienes razón, eres un hombre aburrido, sin imaginación y además egoísta. ¿En serio eres tan mala persona? ¿Eres capaz de secuestrar buscando solo tu propio bien?

Empecé a gritar. Don Marcos asustado intentó taparme la boca, pero corrí por todo el pasillo hasta que llegó la policía y preguntó qué había pasado. Como era difícil que creyeran la verdadera historia, les dije que el conserje estaba intentando secuestrarme y que había fingido su propio secuestro.

Tras eso empezaron a llegar profesores y alumnos, alarmados por los gritos. Entre ellos estaba Luna, con una sonrisa en la cara. Noté que estaba orgullosa de mí, en su mirada pude ver su admiración, veía en mí a una amiga inteligente, capaz de resolver cualquier misterio sin miedo a nada.

Hoy, tres semanas después de lo ocurrido, solo Luna y yo sabemos lo que realmente sucedió. Mi amiga a veces me pregunta si no me he quedado con las ganas de contar la verdad, pero eso no me importa. He conseguido algo mucho más importante, he aprendido que no tengo que perder nunca la ilusión que me hace volar con la imaginación al interior de los libros. Espero no perder nunca ese «poder» y seguir teniendo la suerte de disfrutar de la maravillosa sensación que me ofrecen los libros cada día.