Antonio Balsalobre y sus articulillos de Opinión

Un derecho constitucional

Por 780 votos a favor y solo 72 en contra, reunidos solemnemente en el castillo de Versalles, diputados y diputadas, senadores y senadoras franceses aprobaron la semana pasada la modificación del artículo 34 de la carta magna gala introduciendo la siguiente frase: “La ley determina las condiciones en las que se ejerce la libertad garantizada a la mujer de recurrir a la interrupción voluntaria del embarazo”. A contrapelo de otros países, donde el derecho al aborto retrocede, nuestros vecinos han sido los primeros en reconocer explícitamente este derecho en su ordenamiento jurídico. Una iniciativa multipartidista, que ha unido a derecha e izquierda, y que constituye todo un hito en la lucha de las mujeres por sus derechos. Fiel a su historia, Francia vuelve a sentirse con orgullo patria de los derechos humanos. En este caso, de los amenazados derechos feministas conquistados. “Seguiremos combatiendo junto a aquellas que se enfrentan a Trump, Bolsonaro, Orbán, Milei, Putin o Meloni”, clamó la senadora socialista Laurence Rossignol, bajo un trueno de aplausos. El pasado 8 de marzo, día internacional de los derechos de la mujer, muchos celebraron la proclamación de esta nueva libertad en la Constitución francesa. En España, dice la ministra de Igualdad que todavía no están maduras. Es posible. En cualquier caso, Francia, como tantas otras veces, ya ha señalado con un amplísimo consenso el camino.

La gran mentira

11 de marzo. En la conmoración del 20 aniversario de los trágicos atentados yihadista de Madrid, me vienen a la memoria algunas imágenes e improntas de aquel día. Lo primero, la conmoción causada por la magnitud de la tragedia: 190 fallecidos y más de 2.000 heridos. Fue aquella una mañana de desolación, dolor y lágrimas. Lo segundo, la convocatoria “espontánea” de una concentración contra el terrorismo en el patio del instituto público en el que yo trabajaba en ese momento. Profesores y estudiantes reunidos en silencio clamando contra la barbarie. Y un pequeño grupo de alumnos y alumnas, inducidos por alguien, mostrando unas cartulinas escritas a mano con el lema ‘No a ETA’, preludio de lo que vino después. El gran bulo. La gran mentira. La fabricación consciente de una esperpéntica teoría de la conspiración orquestada por el gobierno de Aznar para sacudirse un revés que en sus cálculos electorales le perjudicaba. Para ello, todo valió. Desde insultar y desacreditar a quienes desde el primer momento tuvieron dudas sobre la autoría del grupo terrorista vasco hasta torpedear la investigación oficial lanzando toda clase de insidias contra policías, jueces y fiscales “vendidos” o “ineficaces”. Y lo último que me viene: el dolor de las víctimas y sus familiares, que en vez de hallar consuelo en una sociedad unida vieron aumentada su pena.

La otra zona de interés

Una cosa lleva a la otra. Leyendo la crítica de Gregorio Belinchón sobre la película La zona de interés, galardonada con el Oscar a Mejor película internacional, que narra el horror de Auschwitz, me viene de inmediato a la memoria otro horror que estamos viviendo estos meses, el de Gaza, el del genocidio palestino a manos de Israel. Lo mismo que a los millones de seres humanos que murieron en los campos de exterminio nazi alguien los ejecutó, alguien está masacrando al pueblo palestino. Y lo mismo que muchos fueron testigos del Holocausto y decidieron borrarlo de su memoria o hacer como si nunca hubiera pasado, otros tantos dentro y fuera de Israel miran para otro lado o justifican la masacre en Gaza. También para perpetrar esa aniquilación se necesita una industria de la muerte y una burocracia humana. Y una banalización del mal. Gentes que regresan tranquilamente por las noches a sus hogares después de haber ordenado bombardear a mujeres y niños (incluso en las colas del hambre), o a restaurantes a compartir cena con familiares o amigos. Nunca ha dejado el crimen de tener su cotidianidad. Jonathan Glazer, director judío de la película, tuvo el coraje de señalar a Israel en la ceremonia. Llamó a mirar lo que los nazis hicieron entonces, pero también lo que Netanyahu y los suyos están haciendo ahora. A denunciar todo lo que aquí y en cualquier otro lugar del mundo “nos lleva a la deshumanización”.