Mierda de perro, por Pep Marín

Mierda de perro

Tras una muy larguísima temporada de civismo a nivel familiar, social, laboral, político y urbano-ambiental, llega un día en que se produce un desplome cultural en ti. El detonante, o no sé si estará mejor expresado detonador, es la mierda de un perro que se ha cagado en la acera a pocos centímetros de la puerta de tu coche; como milimetrado, como buscándote, como retándote cara a cara en un duelo de luna; mierda que no ha sido recogida; mierda que has pisado en blando como quien pisa cemento tierno. Habitualmente, tras maldecir con la boca pequeña de piñón o besito de hámster, hubieras buscado como un cabrón fórmulas de limpieza como la pisada de suela arrastrada más bordillo raspado. Hoja de limonero borde para laterales o pañuelos de papel, agua o cualquier líquido que tuvieras a mano, o tierra, según el alcance del enmierdamiento. Pero esta vez se ha producido en ti una eclosión enajenante que ha dado paso a la apertura tu ego, de tu animal y de tu malestar general por la cultura.

A las seis y media de la mañana te has puesto a dar gritos como un poseso; lo más suave que has dicho es: “¿De quién es el putísimo perro?” Como si el perro tuviera la culpa, como si el perro barajara el pudor escénico a la hora de cagar en un lado o en otro, o soñara que mañana vienes tú; entonces no caga ahí, te respeta. Lo demás, han sido una ristra de palabrotas inconexas donde, sin darte cuenta, has nombrado a tu exnovia y las horas de trabajo. Un lapsus que puede esconder algo allá abajo, allá donde no has llegado todavía en el conocimiento de ti mismo. Has esparcido metralla verbal como un energúmeno, y la luz en las ventanas de los edificios se han encendido casi con una cadencia que parece música. Cuando ha llegado la Policía Local te ha visto tan sumamente ido y perdido, apesadumbrado y sin arraigo, que te han llevado al hospital comprendiendo que habías estallado, que habías roto, que estabas en una cuerda muy floja de la existencia. De camino, no sé cómo se las ha arreglado la Policía Local, te han servido un zumo de limón recién exprimido de una malla de limones decomisada, y ante el miedo de que se produjera en ti una combustión espontánea, un Lorazepam como un intento de volver a la cultura, a la contención y al infierno.