Las mujeres de Cieza

    Cieza en los años 20. Imagen del libro ‘Cieza. Cien años en imágenes’

A través de los testimonios y de la prensa contemporánea se hilvanan los pasos de las mujeres ciezanas

Miriam Salinas Guirao

Marzo es el mes de la reivindicación de la igualdad y en el desarrollo real de esa palabra –igualdad- las mujeres ciezanas tienen algo que decir.

Antes de oír sus palabras, traeremos la lectura de lo que de ellas, de alguna de ellas, se decía… El 13 de mayo de 1923 en Nueva Cieza se hablaba de Piedad Marín-Blázquez. De ella A. Marín y Marín decía: “Bella, graciosa, discreta, formas toda la ilusión de mi mente de poeta con tu rara perfección. ¡Vaya una mujer completa! Airosa, esbelta, elegante y de figura arrogante, descuella entre las hermosas; con jazmín, nardos y rosas aderezas tu semblante. Y con la gracia hechicera de tu boca retrechera que mil encantos provoca, cuando ríes placentera mostrando el cielo en tu boca. Bien puede sentirse ufano tu sencillo japonés. ¡Y cómo goza el tirano cuando venturoso es opreso en tu blanca mano!”. Las palabras de hace casi cien años se deslizaban para agasajar, en esta primera muestra. Años antes las mujeres tomaban la voz y se alzaban para reivindicar derechos, también en Cieza.  3

Carmen empezó a trabajar con 12 años en una conservera. Ahora, a sus 67, recuerda: “Todo se hacía a mano, todo el día estabas haciendo cosas, a veces, ni agua había. Tenía que ir a la fuente o al rio a lavar”. Carmen trae de su memoria la década de los cincuenta: “El trabajo de la casa era increíble, y de todo nos encargábamos nosotras. Mi padre nunca, jamás, hizo nada en casa. Le llevaba hasta la comida y si llegaba tarde me cascaba. Los hombres iban del trabajo al bar; la cena hecha y los niños acostados para no molestar”. Carmen, enérgica y envuelta entre el verde de su mirada, cuenta, como si estuviera viendo, a aquellas mujeres que picaban, hacían lía… “y al volver se comían todas las tareas de la casa. Te preparaban para casarte, ni estudios ni nada”. Ella vivió una dura infancia aunque le salta una sonrisa al pensar en su abuela y sus amigas. “Las mujeres teníamos un límite, teníamos que llegar pronto, sin embargo mis hermanos no lo tenían, porque eran hombres”. Carmen, de familia humilde cree que “el machismo era el mismo si tenías más o menos”: “Eso sí, las ‘pudientes’ tenían la oportunidad de estudiar”.6

De vuelta a 1923, el 23 de agosto en El Tiempo, se volvía a nombrar, en este caso, a cuatro mujeres ciezanas. Mariquilla Ruiz Camacho, a quién describían así: “Sobre la albura casta del lirio de su frente ha dejado la luna su plata reluciente. Sus ojos brilladores copian una quimera más pura que la lumbre de la ilusión primera”. También nombraban a María de los Dolores Candel: “Hermana serena del cielo de su cara, que brilla deslumbrante como una estrella clara iluminando el sueño del ciezano ‘pensíl’ en un maravilloso atardecer de abril”. Hasta aquí la lírica servía para dibujar a algunas señoritas del momento: con tinta recreaban la belleza. A María de Arce Pérez: “Todos los resplandores del sol de la Poesía tiemblan en su semblante—Rosa de Alejandría— con el divino encanto, con la gentil grandeza que teje sus ensueños la luz da la Belleza”, y a Antonia Pérez Gómez: “Reflejo que seduce de todos los primores, como si fuese hecha con pétalos de flores. La sonrisa en sus labios es dulce y virginal y atesora la gracia gentil de un madrigal”.

En el presente Mari, de 46 años, mira sus manos esculpidas con el trabajo. Es fuerte y valiente, y se le ve. Ella se graduó en Enfermería mientras cuidaba a su primera hija. Comenzó a trabajar con 16 fuera de casa, aunque desde que su memoria alcanza, se ve fregando los cacharros, haciendo las tareas o cuidando a sus hermanos. “Tenía que limpiar antes de irme al colegio porque mi madre trabajaba”. Ahora en su hogar las tareas se reparten aunque “la carga” cree llevarla ella: “Tengo asumido ese rol”.

En 1932, el 15 de mayo en el periódico Cieza, firmaba una mujer: Aurelia Ramos. Ella no conoció a Carmen ni a Mari, nació muchos años antes de que ellas pisaran la tierra. Aurelia dejó en unas líneas un alegato llamado ‘Una mujer’: “Una mujer que sepa pisar recio caminando valiente y decidida; que pague la maldad con el desprecio sin asustarse de vivir la vida. Mujer que no precise el incensario; reservada mejor que desenvuelta, pero, sabiendo en caso necesario erguirse altiva y contestar resuelta. Que en lucha desigual con el destino sus designios espere imperturbable; que ande con alegría su camino llorando solo ante lo irremediable. Muy cristiana y muy poco remilgada; española en sus gustos y aficiones; y que al hablar, sin presumir de nada, exprese en castellano sus razones. Mujer, en fin, para querer constante, de su amor, reservando los tesoros; que con el alma entera rece y cante y acuda igual a misa que a los toros”.

De nuevo, en el presente unos ojos firmes relatan sus vivencias. Es el turno de María, la mayor de tres hermanos que en sus 50 primaveras no recuerda que la trataran diferente a su hermano. “En mi época las mujeres hacían más cosas en la casa. Yo empecé a trabajar con 14 años en el negocio familiar”. María recuerda que no pudo seguir estudiando para seguir con el trabajo: “Mi padre pensaba que como él no había estudiado, que yo tuviera el bachiller era suficiente. Nos llevábamos muy bien, él confiaba en mí y quería que lo ayudara, pero me hubiera gustado tener más libertad para elegir”.5

Fue en 1937, el 17 de julio, cuando el diario ciezano ‘Libertad’ dedicaba unos versos a las ‘Hijas del trabajo’. El tono se poetizaba para hablar de las mujeres obreras. Firmaba ‘Pepico del Campo’ y entonaba el romance a la mujer trabajadora ciezana: “El sol sus rayos declina por la atalaya gigante, poniendo luces de oro en las copas de los árboles. El calderón sostenido por la sirena arrogante, que la fábrica regula sus turnos mañana y tarde, en suspiro quejumbroso con suavidad lija el aíre. Poquito a poco las máquinas disminuyen su engranaje y van saliendo las chicas con su gracioso donaire y la pista del camino de flor se cubre al instante. ¡Alegría del vivir de antigua y dulce raigambre! Sello que Cieza imprimió en la espuma de la sangre a la mujer de esta tierra que en cuanto a la vida nace lleva tintes de hermosura y de la gracia el engarce. (…)”.

Raquel está comenzando su vida laboral, con el brillo de la veintena apenas alcanzada, se siente decidida a lograr sus objetivos en cuanto finalice sus estudios. A ella le gustaba mucho jugar al fútbol: “Me tragué muchos comentarios del tipo: ‘Eres una marimacho’. Confiesa haber tenido muchas veces miedo al volver a casa: “Eso de sentirme observada, mal, como si fuera un objeto de deseo, me pone muy tensa”. Lo mismo destaca Rocío, de 34 años, ella por su profesión se encuentra siempre de cara al público y recuerda haber tenido que lidiar con situaciones “muy incómodas”.

De antes y de ahora, casi cien años en unas líneas, un garabato rápido de algunas ciezanas que lidiaron con la vida. Marzo es el mes de la reivindicación de la igualdad, como la canalización del recuerdo del camino recorrido y que queda por recorrer.

 

 

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