La Opinión de Antonio Balsalobre

Para atrás

No sé si lo que pasa en Cieza ocurre en los demás pueblos de la Región. Pero aquí arrastramos un problema endémico en cuanto a la limpieza de las calles y el entorno urbano que empieza a ser más que preocupante. De hecho, el actual Equipo de Gobierno municipal PP-Vox hizo de la suciedad viaria el “leit-motiv” de su campaña electoral en los pasados comicios locales cuando era oposición. Probablemente, a falta de otra cosa que rascar, dada la buena gestión del gobierno progresista anterior en tantos y tantos otros ámbitos. Ahora, como un boomerang, la artillería utilizada entonces por la derecha se está volviendo contra ella. Pues, casi con toda seguridad, en ningún momento en los últimos años ha estado el pueblo tan sucio como ahora. Bolsas de basura rotas y deposiciones caninas invadiendo las aceras de ciertas calles, contenedores en algunos casos cutres y desbordados, escombros en las riberas del río… Antes al menos, había campañas de concienciación para abordar el problema. Ahora, ni eso. El asunto no es nuevo, es verdad, solo que a día de hoy se ha agravado ante la inacción de este nuevo equipo de gobierno. Podrán decir que es una cuestión de percepción, de civismo, pero lo cierto es que salta a la vista que no solo no hemos mejorado con el cambio, sino que vamos para atrás, como los cangrejos.

De Cieza a Chamartín

Felizmente ya ha finalizado la construcción de la estructura del edificio que albergará la futura Estación del Carmen. Felizmente ya están ejecutadas en un 83% las obras del soterramiento en Murcia. Una reivindicación histórica por la que muchos murcianos y murcianas lucharon incansablemente durante más de treinta años al grito de “Nosotros por arriba, el tren por abajo”, espoleados por la Plataforma Pro Soterramiento que, todo hay que decirlo, sufrió en el periodo en que Francisco Bernabé, actual senador del PP, era delegado del Gobierno una represión policial brutal e inmisericorde. Hay pues motivos para estar satisfechos por lo mucho conseguido con el posterior cambio de Gobierno. Queda, sin embargo, mucho todavía por hacer. El pasado martes cogí el tren (soy usuario de este medio de transporte siempre que puedo) para ir a Madrid. Pero tuve que hacerlo de un modo muy especial (provisionalmente, aseguran). Salí en un autobús de RENFE de Cieza a las 8:50 horas y llegué en AVE a la Estación de Chamartín-Clara Campoamor a las 12:08, con transbordo en Albacete. Desde que Valcárcel pactó con Aznar que la línea del AVE Murcia-Madrid sería por Alicante, descartando la conexión natural por Cieza, no levantamos cabeza los ciezanos. Algo se ha hecho desde entonces por parte de los que vinieron después para paliar este atropello. No lo suficiente, a la vista de los hechos.

Cuestión de tiempo

“Cosas veredes, Sancho, que farán fablar las piedras”. Es una expresión apócrifa, pero viene al pelo. Tan apócrifa, por lo que parece, como las peregrinaciones domingueras, bandera en mano y cartel redentor, que viene organizando el PP contra la amnistía para salvar a España. A la derecha le cuesta, pero termina adaptándose a la realidad. Le pasó con la ley del divorcio, con la del aborto, con la del matrimonio entre personas del mismo sexo (y no sigo), todas ellas recurridas inútilmente ante el Constitucional. Y le está pasando ahora con la ley de amnistía. Llega tarde y renuente, pero acaba llegando. Después de proferir toda clase de insultos e improperios contra el presidente del Gobierno por hablar de derecho de gracia y reconciliación (entre los más suaves, “traidor”, “vende patrias”, “proterrorista”, ah, y “felón”, que es uno de sus preferidos), va Feijóo y reúne la pasada semana a 16 periodistas de distintos medios y les suelta el bombazo. Que Puigdemont ha dejado de ser un terrorista, que está dispuesto, llegado el caso, a indultarlo y que la amnistía fue estudiada “durante veinticuatro horas”, se supone que porque es negociable. No es extraño que tras oír esto el Gobierno respire algo más tranquilo y haya estupor, desconcierto, pánico en el PP (cosas de la digestión). O que, atónitas, hablen hasta las piedras. Tardan, pero llegan. Solo es cuestión de tiempo.