La banda del bolsillo roto, según Pep Marín

Cuando veo en mi estantería un libro de Banana Yoshimoto titulado Kitchen me acuerdo siempre de mi amiga Pilar Guirao. Me pregunto si ese libro será suyo ¿O me lo compré yo después para volver a leerlo? En cualquier caso, yo creo que después de 25 o 30 años si es que era suyo, ya es mío por usucapión. Y si no es por usucapión por lo que sea.

No sabía yo que a los jueces de enlace españoles que hacen sus funciones de impulsar y acelerar cooperaciones de tipo penal y civil estando en contacto directo con autoridades judiciales del país de destino, los elige el ministro/a de Justicia previo informe del Ministerio de Exteriores.  Sería algo así como un delegado del Gobierno en otros países, pero en materia judicial. Estos jueces, a veces, actúan como células durmientes, utilizando así una expresión propia del cine de espías. Cuando se les necesita, no sé, la banda del bolsillo roto, se les llama y vuelven al juzgado donde dejaron la vacante. Primero la vuelven a solicitar, corríjanme si me equivoco, y es el Consejo General del Poder Judicial quien le “devuelve” la plaza.

Es lógico, dentro de otras lógicas alejadas de la lógica común del mundo de abajo, casi desconectados, espectadores con collarín de un partido de tenis interminable, que el/la político/a, cuatrero/a, que siente el agua al cuello eche mano del fiel durmiente; amiguito del alma, y que haga todo lo posible para que vuelva a ser nombrado titular del juzgado X, donde precisamente se presume que se llevará a cabo la investigación del cocido de delitos perpetrados por ellos/as mismos.

Así cualquiera, pedazo de dique nos separa.

La labor del juez regresado, en este caso, y ya atado y bien atado de nuevo en su antiguo sillón judicial, sin vigilancia previa ni control de nadie por el simple hecho, quizá, de haber aprobado un examen, y bajo la presunción de una moral judicial engominada e intachable, es coger un cucharón e ir sacando nombres y presuntos delitos de una gran olla de cobre, dejando aquellos nombres y delitos de personas de un escalón inferior, para que no se aprecie mucho en cuanto a olor y sabor el gran peso específico que tienen sus huevos puestos al baño María, como ingrediente principal del auto judicial, adobado con tomates verdes fritos. Aceite, el que quieras, y morro, mucho morro.

Se trata también, como quien está en un cerro inhóspito estudiando el devenir de un escarabajo en otoño, de dilatar en el tiempo lo máximo posible una decisión para que a la opinión pública se le pase la agitación y el disgusto de estar sintiendo que lo escucha y ve, pero se parece más a una película de serie Z. Se trata también de ir metiendo en la olla otras historias de otros partidos políticos y sus dirigentes para que todos y todas creamos que están medidos por el mismo rasero, creando así el efecto guantazo boomerang, ya descrito por grandes pensadores en la antigua Grecia.  Se trata también, ayudándose de los maestros del bulo, a los que no hay Dios que pare los pies ni en el cielo ni en la tierra, de hablar de acoso a la separación de poderes y de acoso a las actuaciones judiciales para echar chorizo picante a la opinión pública, desviando la atención de algo que presuntamente no parece tan presunto visto lo visto y escuchado lo escuchado: corrupción de las instituciones del Estado a manos de personas que levitan por encima del bien y del mal siguiendo la lógica del mundo de arriba, el de la burbuja, el de las armas de destrucción masiva. Los de abajo incluso agradecemos que nos caiga una fina lluvia dorada creyendo que es vinagre de manzana mientras abrimos el buzón y ya no nos acordábamos que es época de pagar el alcantarillado y la basura.

Se abre estos días el juicio oral sobre el denominado caso KITCHEN u operación KITCHEN. Juicio oral contra el ex ministro González Díaz y su cúpula de Interior, aparato parapolicial, y, como no, esa persona que nunca duerme: Villarejo. Etcétera.

El juez que lleva este asunto es uno de esos que estaba en calidad de juez de enlace elegido durante el Gobierno del Partido Popular y que siguió por Francia e Italia aprendiendo idiomas también con el Gobierno de Zapatero.  Ese mismo juez que dos personas de altísimo grado de honestidad y de servicio público eficiente, González y Zaplana, nombraban en sus diálogos de medianoche para solucionar su úlcera corrupta.

Hablamos del juez García Castellón. El regresado. Con mono azul y capa roja, las iniciales: SJ. Súper Juez.  Un hombre al rescate de la banda del bolsillo roto, que se mueve entre fogones y ollas judiciales como pez en el agua. Meto, saco, lo pongo a remojo, le doy más fuego, me espero, meto a Podemos que algo habrán hecho, no sé, algo, respirar, aguanto, piso, archivo, lo dejo pochar, añado un poquito vino tinto: ¡Cospedal! ¿Grabaciones? ¿Nuevas? Traiga, traiga, a la olla. Diligencia con salsa verde al punto inimputable. ¡Oído cocina!

En el Partido Popular actual nadie sabe nada. ¿Alguien disfrazado de cura merodeando la vivienda de Bárcenas? ¿Cómo? Como comiendo se come la cosa. ¿Y el informe del inspector Morocho dónde se describe de pe a pa toda la martingala? ¿Cree que se lo ha inventado? ¿Y los audios? ¿Robots? ¿Un parecido razonable? Acabas de pisar una mierda.

La lógica impudorosa del mundo de arriba, perversa, psicopática y narcisista no te va a decir lo que tú quieres escuchar, algo que NO tiene que ver con la carnaza y es escarnio público de manos de los amiguitos de los presuntos corruptos para satisfacción de los que sólo buscan venganza. Craso error. Antes de eso, antes de que opere el milagro de la coincidencia o la convergencia, idearán un nuevo bulo para dividir aún más la poca lógica común que queda aquí abajo. Aunque nunca está demás creer que se puede. ¿Y qué se puede?