‘El Cabra’ sólo apretó el gatillo, por José Antonio Vergara Parra

‘El Cabra’ sólo apretó el gatillo

Sabemos que seis energúmenos, con dilatados historiales delictivos, capitaneados por ‘El Cabra’, de forma premeditada y vil, ASESINARON a los guardias civiles David y Miguel Ángel. Sabemos que los camellos acuáticos pasaron en varias ocasiones, a gran velocidad, para desestabilizar la zodiac y que, tras conseguir su objetivo, embistieron a los agentes, ya en el agua, hasta matarlos en el acto. Sabemos que un grupo de primates grabaron las imágenes que todos conocemos mientras jaleaban a los asesinos. Sabemos que para los eurodiputados del PSOE, ERC, BNG, Podemos y Sumar, la guardia civil NO desarrolla trabajos de riesgo pues así lo vomitaron, perdón, lo votaron recientemente en el parlamento europeo, aunque no podrán evitar el debate del próximo 19 de marzo.  

Sabemos que el Organismo de Coordinación del Narcotráfico (conocido con el acrónimo OCON) es un grupo de élite de la Guardia Civil especializado en la lucha contra el tráfico de drogas, actividades ligadas al blanqueo de capitales, el crimen organizado y la corrupción. Sabemos que el Ministerio de Marlaska, en septiembre de 2022 (apenas seis meses después de la inaudita y SOSPECHOSA entrega del Sahara a Marruecos por parte de Sánchez) desmanteló el citado grupo para ventura de delincuentes y desdicha de futuros drogadictos. Se comprende pues, merced al trabajo de dicho grupo operativo, se detuvieron a más de 10.000 personas y se incautaron unas 1.400 toneladas de droga; permítaseme el sarcasmo. Pregúntense a quiénes benefició el citado desmantelamiento y obtendrán respuestas definitivas.

Aún conociendo estas evidencias, si nos quedamos únicamente en la superficie, erraremos el diagnóstico y poco o nada habremos aprendido. Y lo que es más importante, las vidas de los servidores públicos arrebatadas por las mafias de la droga habrán sido en vano. Hay muchas formas de escupir sobre las tumbas de las víctimas y el dolor de sus familias. Silenciar a los corderos, banalizar a los lobos y prostituir el relato tal vez sea la peor de todas ellas. Y si no que le pregunten a las familias de los guardias civiles asesinados por ETA. Imagino que sus viudas y huérfanos deben sentir arcadas cuando, hoy, los criminales recauchutados son llamados “hombres de paz”. Gentiliza de una caterva de políticos, tertulianos y periodistas para quienes el pragmatismo crematístico lo es todo.

Por incómodas que sean, sabemos más cosas. Sabemos que, en torno a la droga, se ha creado una industria poderosísima que paga muy bien a sus empleados y a los agentes externos. Los primeros hacen; los segundos dejan hacer. Sabemos que  a dicha industria le llueven los clientes pues nuestra sociedad anda cada vez más colocada. Si mañana mismo se cortase de un plumazo el suministro de drogas a Europa y Estados Unidos, el éxodo de zombis norteamericanos y europeos hacia tierras sudamericanas sería de proporciones ciclópeas. Tal vez haya una solución menos traumática; la legalización de las drogas. Perderían los camellos y los comisionistas  y ganarían los estancos y el fisco pues a los primeros confiaría su venta y el segundo vería incrementados sus ingresos merced a un impuesto estatal del tropecientos por cien. Y quien quiera un suicidio por entregas con alcohol, tabaco, cocaína, heroína e ínas varias, valga la redundancia, en su derecho está. El Ministerio de Sanidad y Consumo se encargaría de fiscalizar la calidad del producto. Junto a los viajes del inserso estarían los siderales con lo que la oferta pública de destinos turísticos aumentaría considerablemente. Nos ahorraríamos llevar al matadero a nuestros servidores públicos DECENTES aunque los indecentes viesen considerablemente diezmados sus ingresos.  Es una solución pero uno, como romántico empedernido, tiene otra bien distinta. A saber:

  • Reincorporar en Navarra, Cataluña y País Vasco todos los servicios y unidades de la Guardia Civil que, durante estos últimos lustros, han sido desmantelados por gobiernos rojos y azules que antepusieron sus respectivas supervivencias a cualesquiera otras consideraciones.
  • Dotar a nuestras fuerzas y cuerpos de seguridad de los medios humanos y técnicos adecuados para combatir el tráfico y distribución de drogas con las máximas garantías.
  • Establecimiento de un marco político y jurídico que, con absoluta nitidez y determinación, ampare a los buenos y mortifique a los malos.
  • Los buenos también se vuelven malos. Unos por codicia; otros por miedo. Y los más por lo uno y lo otro. Al fin y al cabo se juegan la vida por dos mil euros; euro arriba, euro abajo, mientras los politicuchos de tres al cuarto niegan peligrosidad en sus quehaceres y les sueltan a los leones cuando la cosa se pone fea. Mas, aun comprendiendo todo esto, me temo que todos habrán de decidir de qué lado están pues la Ley será inmisericorde.
  • La droga es la peste que asola el mundo; algo así como las diez plagas de Egipto y urge acabar con ella por tierra, mar y aire, y para tal menester se precisa un Estado decente y valeroso. Muerto el perro se acabo la rabia. Cuando yo era niño no había más droga que la mordedura cocera de un palo de regaliz o el moje de patatas fritas de bolsa, rociadas de limón, sal y pimienta, en pepsi-cola. ¿Se comprende la idea o insisto?
  • No es necesario que amen a la Guardia Civil; basta que la respeten porque para amarla ya estamos las personas de bien y la Ley y el Orden deben infundir temor. Sí. Temor reverencial a la Ley y al orden pues NADA han de temer los justos y TODO los canallas.
  • En el Reino de España no ha de quedar ni un solo barrio, ni una sóla calle, ni una sóla guarida La ley y el orden deben llegar a cada intersticio de nuestra patria. Bramarán los bellacos, los donilleros, los macandones, los asesinos y los malhechores en general. Por contra, la España decente recuperará el señorío y jurisdicción de nuestras calles, plazas y bulevares. Llegado el estío, rondando la siesta, las puertas de las casas y plantas bajas volverán a estar entreabiertas mientras una silla de anea hace de tope y la corriente dulcifica la canícula. “Tú. Ven aquí. Vete a la comisaría y dile de mi parte a Mengano que te detenga; que ahora iré yo para allá”. Así lo hizo y, cabizbajo, inició la marcha según lo indicado. Esto pasó en nuestra Cieza, hace ya muchos años, cuando entre cuatro policías mal pagados mantenían la paz en las calles. De poco o nada servirán los medios y el número de efectivos si no sienten el aliento de la España secularmente callada y el apoyo inquebrantable de políticos que se vistan por los pies. Y de poco o nada servirán aquellos y esotros si la ley y justicia penales son tibias y acomplejadas.

 

En fin. Podría seguir pero, ¿para qué? Más allá de un lamento sordo aunque reconfortante, sólo hay eco. Supongo que seguiremos como hasta ahora. Haciendo como que algo se hace sin que, en realidad, se haga lo que se debería hacer. Los malos entrarán en la trena con dificultad y con extraordinaria facilidad saldrán de ella. Entre medias, en tiempo de recreo, se cobrarán nuevas víctimas mientras la moral de nuestros jueces y guardias civiles cae en picado. Habrá esporádicas y publicitarias incautaciones en puntos y trayectos sobradamente conocidos, que habrán de convivir con momentos de permisividad para idénticos puntos y trayectos. Veremos cómo nuestros jóvenes arruinan sus familias y pierden sus vidas porque la droga envenenó sus cuerpos y enajenó sus almas. Comprobaremos cómo productores, traficantes y compinches de la droga ganan en un abrir y cerrar de ojos lo que un obrero honrado en un mes o en un año. Y, de vez en cuando, algunos de nuestros guardias civiles dejarán viudas y huérfanos porque les mandaremos a la guerra con palicos y cañicas.

Lo dije al principio. ‘El Cabra’ sólo apretó el gatillo pues a David y a Miguel Ángel les matamos entre todos. Unos por indolencia y cobardía, otros por su culpable ineptitud y el resto por el olvido. Una memoria colectiva corta y frívola que, como la lava de un volcán, arrasa la vida a su paso. Somos, en considerable proporción, el recuerdo de generaciones pretéritas que justificaron el aliento concedido con honor, nobleza, virtud y patriotismo. Y estamos compelidos a que los buenos recuerdos de nuestra Historia recobren vida.

Desde esta sencilla y personalísima cancillería, quisiera, por último, testimoniar mis condolencias a las familias y compañeros de David y de Miguel Ángel y, por descontado, a las familias y compañeros de todos los guardias civiles muertos y asesinados en acto de servicio. Descansen todos en paz.

Un ciudadano agradecido y orgulloso de su Guardia Civil.

“EL HONOR ES VUESTRA DIVISA”