Antonio Balsalobre y sus articulillos de Opinión

Aperitivo con Bretch

Con el tiempo voy prefiriendo el efecto de distanciamiento de Bretch al método Stanislavski. Al menos en política. En mi manera de percibir la política. Me explico. El director de escena ruso defendía que los actores no solo deben representar a un personaje, sino que tienen que “ser” ese personaje. El dramaturgo alemán, en cambio, lo que preconiza es que hay que establecer una distancia entre lo que sucede en la obra y el espectador, con la finalidad de que el que escucha, lee o mira pueda pensar. Con Stanislavsky nos identificamos con el protagonista (aunque éste sea a veces un vil criminal que no queremos que la policía atrape). Con Brecht lo escudriñamos. Nos alejamos del cuadro para coger perspectiva. En el fondo, salvo ciertos fanáticos irredentos, es lo que procuramos hacer todos. O creemos hacer. Otra cosa es que lo consigamos. Vienen unos días de fiesta para viajar, pasear, reencontrarse con familiares o amigos. Zambullirse entre las multitudes o pasear por una playa (casi) solitaria. Y en mi caso, espero que también para ponerle efectos distanciadores a la política del “ruido y la furia”. Al apocalipsis permanente en que algunos nos quieren sumergir. Nada mejor en fechas tan señaladas, por lo tanto, que saborear esa irrepetible primera caña, me encuentre donde me encuentre, brindando con Bretch.

Putin-Trump

Putin ha “arrasado” en Rusia y Trump sueña con hacer lo propio en Estados Unidos en noviembre. En medio, tenemos unas elecciones europeas que veremos por dónde salen. Algunos hablan de momento crítico para la democracia y para el mundo. No es para menos. En la Federación Rusa, Putin llevará pronto tres décadas al frente del país, el tiempo suficiente para haberse afianzado en el poder y destruido cualquier apariencia de pluralismo. La sospechosa muerte en la cárcel del principal líder opositor, Alexéi Navalni, semanas antes de las elecciones, despejó cualquier duda al respecto. A Trump también lo conocemos por sus hechos. Su megalomanía desbocada, sus discursos incendiarios, su apoyo a las causas más injustas e inhumanas. El homenaje exaltado que rindió el otro día a los insurrectos que asaltaron el Capitolio (instigados por él, todo hay que decirlo) nos pone en antecedentes de por dónde irían los tiros. Fuera de Estados Unidos hay quien se relame pensando en su regreso. El húngaro Orbán, el aspirante a genocida Netanyahu, Milei, la extrema derecha española… Lamentablemente, la posibilidad de que el mundo vuelva a estar gobernado por el tándem Putin-Trump -para muchos, dos ebrios de poder (y algo más)- es motivo de gran preocupación. Aún cabe una respuesta democrática, tanto al otro lado del Atlántico como en Europa. Ojalá se produzca.

Voces

Muy cerca de la casa donde entregó el alma Voltaire, con el museo del Quai d’Orsay a sus espaldas y el Louvre al frente, al otro lado del Sena, se yergue “el árbol de las mil voces”. En realidad, una escultura metálica de más de diez metros de altura, recientemente colocada, de cuyas ramas penden hojas plateadas con hermosos y conocidos títulos de libros de la literatura universal. La obra es de Daniel Hourdé y quiere ser una metáfora de la libertad. De la libertad de pensamiento y de expresión. Me quedo durante un largo rato mirando hacia lo alto y saltando de hoja en hoja, de Marguerite Yourcenar a Cervantes, pasando por García Márquez, Shakespeare, Simone de Beauvoir, Lorca y tantos otros… Bocanadas de aire mecen o agitan esos libros colgantes que reverberan bajo el sol mañanero parisino. Es un temblor que, en palabras del autor, evoca la fragilidad de las ideas frente a los dogmatismos. Me digo que ese canto de Hourdé es hoy más necesario que nunca o tan necesario como siempre. Pienso en la libertad de expresión cercenada en tantos lugares del mundo, o en ese tal Miguel Ángel Rodríguez que en España amenaza desde la Puerta del Sol con “triturar” a periodistas o “cerrar” periódicos. Arrecia el viento, parece que las hojas, las ideas y las voces se fueran a desprender, pero bien sujetas con remaches, aguantan.