Votemos
No me cabe en la cabeza la negativa de muchas personas a no ejercer este 23 de julio su derecho al voto. Evidentemente, y como estado democrático en el que vivimos (aunque a algunos grupos políticos no les entre en la cabeza) tenemos el derecho a elegir y a ser respetados.
Pero no me vale el estúpido argumento de “son todos iguales”; pensad en uno con más fundamento, porque no tiene sentido decirlo cuando se puede observar un antes y un después, unas veces para bien, otras para mal, cuando ha habido un cambio de gobierno. Recordemos, en términos generales, el último cambio de gobierno con el que hemos vivido una pandemia mundial (mejor o peor gestionada, gracias a una sanidad pública a la que otros recortan hasta estrangular el sistema, cuando ni la propia OMS sabía cómo actuar), las consecuencias económicas de una guerra internacional, la nacionalización de los sueldos, la subida del SMI (Salario Mínimo Interprofesional).
Mejor o peor, pero esto no es ninguna fake new; ahí están los hechos. Que se pueden mejorar las cosas, claro que sí, pero que se ha hecho francamente mal, juzguen ustedes mismos como seres libres y después de hacer balance, anoten en una hoja qué hubiera ocurrido si otro partido, que siempre decía tener la solución pero que no aportaba nada, hubiera sido el responsable.
No ejercer ese derecho para elegir a los que luchan por la democracia, por la igualdad entre hombres y mujeres, por la lucha contra la violencia de género machista (que tanto hace tiritar a algunos políticos), por los derechos de las personas, independientemente de su condición, raza y religión, por la defensa de los servicios públicos que tantas vidas salvan o que tanto enseñan a las generaciones venideras, supone aceptar, sin posibilidad de queja, que gobiernen aquellos partidarios de los recortes y de las prohibiciones.
No creo que volvamos al 39, pero si no frenamos las ideas ultraconservadoras dentro de la democracia, después vamos a ser víctimas de un sistema en el que la libertad de expresión se va a ver más que matizada. De hecho, ya se está viendo con la censura, por ejemplo, de la cultura en muchos municipios y esta sepultura del patrimonio cultural y social me hace pensar en García Lorca, Miguel Hernández, Clara Campoamaor, Pardo Bazán, Machado…
Clara Campoamor. Protagonista del sufragio activo para las mujeres que quedó recogido en la Constitución de 1931, junto a la defensa de los derechos de la infancia. Peleó y se impuso para acabar con las campañas que propugnaban un control sobre el voto en las mujeres para que estas fueran supervisadas a la hora de ejercer este derecho. Y allí que se plantó una mujer hecha y derecha (ahora escaseamos), una revolucionaria que consiguió su cometido con un argumento irrebatible: “Todo en la vida es cosa de dos, menos el alumbramiento que es solo propio de las mujeres”. Fue abucheada, cuestionada e interrumpida en sus numerosas intervenciones antes de llegar a la cima. Sin embargo, no tenía miedo e increpó a los políticos conservadores que se oponían a tal escándalo (que una mujer votara) con las palabras mágicas de: “No es con agresiones y no es con ironías como vais a vencer mi fortaleza”. Y fue entonces cuando una mujer silenció al sistema machista de aquel momento.
Emilia Pardo Bazán. Escritora española durante el Naturalismo y Realismo en España. Se alzó como mujer libre e independiente a diferencia de algunas compañeras de oficio que desarrollaban su labor a escondidas. Opuesta a esta opresión, siempre dio la cara en sus obras sin miedo a los sectores más conservadores, implementando esa lucha por la independencia de la mujer y su tan admirada libertad individual. Parte de su testimonio de lucha por la igualdad, lo dejaría plasmado en una de las primeras novelas naturalistas españolas, en La Tribuna, donde se produce una denuncia en toda regla del mundo obrero femenino del siglo XIX.
Si tuviéramos delante a estas dos mujeres, me gustaría ver cómo les diríais que no vais a votar, para ver qué cara se les quedaría después de todo lo que ellas hicieron; me gustaría ver el bochorno en sus rostros cuando se dieran cuenta de que algunas de sus obras iban a ser censuradas en pleno siglo XXI y la sociedad, por la que ellas se arrastraron, lo iba a consentir; me gustaría ver cómo ellas sí que no iban a dar lugar a que su historia se fuera a repetir, como buenas combatientes de las injusticias sociales y me gustaría ver cómo iban a airear su más puro y libre patriotismo, el que no entiende ni de banderas, ni de fronteras, sino de oportunidades, de progreso y de la felicidad sin coacción de todas las personas. Votemos, pues.