Una deriva peligrosa
Parece que, por fin, se acerca el desenlace de este proceso pandémico que comenzó hace poco más de dos años en China, si no surgen nuevos inconvenientes sorpresa en forma de una mutación del virus más letal que las anteriores, como fue la primera versión de coronavirus, la sufrida en la primera ola en marzo-abril de 2020; situación harto improbable, según la mayoría de los científicos, debido a la propia naturaleza de estos parásitos. Aquel primer contacto con el covid devino en una catástrofe sin precedentes en España desde la posguerra, con entre 50.000 y 80.000 fallecimientos en poco más de tres meses, según la fuente de los datos consultada; horquilla demasiado amplía, en mi opinión, debido a la propensión que tiene nuestro gobierno actual a maquillar y retorcer la verdad en beneficio propio. Esta misma semana hemos tenido la última, con la desfachatez de la portavoz del gobierno asegurando que no han invitado al representante de España, Pedro Sánchez, a la reunión convocada por EEUU acerca de cómo actuar ante la amenaza inminente de invasión de Rusia a Ucrania debido a un problema de formato, cuando fue una reunión por videoconferencia. A esa reunión sí ha sido invitada Polonia o Italia, además de Francia o Reino Unido, por ejemplo. También ha declarado que en su gobierno “se sienten partícipes y coautores de las decisiones”, ¡sin haber estado presentes y por tanto sin saber que se ha acordado! Imaginen que acuerdan un ataque preventivo a Rusia. La realidad es que en un gobierno donde parte importante del mismo está a favor de dejar hacer a Rusia y que califica a la OTAN de organización terrorista no son de fiar para nuestros aliados.
Volviendo al tema de la pandemia, la realidad es que con el virus como excusa hemos visto actitudes de diferentes gobiernos ciertamente preocupantes, como mínimo opresivas, restrictivas, opuestas a la libertad individual a la que tenemos derecho, e incluso ilegales. Empezando por el estado de alarma que impuso el gobierno español y que posteriormente ha tumbado el tribunal correspondiente. O el propio cierre del congreso. La prórroga del estado de alarma por periodos superiores a los 15 días establecidos por la ley. En Estados Unidos han intentado que la vacuna sea obligatoria en las empresas y un tribunal de allí ha rechazado esa medida por inconstitucional. El presidente francés Macron declarando públicamente que “a los no vacunados sí que tengo muchas ganas de joderlos. Y vamos a seguir haciéndolo hasta el final”, con el objetivo de presionarlos para que se vacunen. O el famoso pasaporte covid, donde se consigue fastidiar a los consumidores y a las empresas con nulo beneficio. Solo hace falta mirar los datos y comprobar que las 3 comunidades españolas con mayor incidencia acumulada de contagio tienen implantado este requisito. La ciudadanía, a estas alturas, sabe que tiene que hacer para protegerse y dicho pasaporte solo aporta una falsa sensación de seguridad. Aunque te pidan el pasaporte covid, ¿qué seguridad te da estar en un local cerrado con aforo completo con todos los asistentes sin mascarilla? Con que solo uno esté contagiado transmitirá el virus al resto.
Veo correcto legislar todo lo necesario, como no puede ser de otra manera; es la base de la convivencia, en una sociedad en la que no reine el caos, la anarquía, la ley de la selva, que solo por nacer en un país tengamos ciertas obligaciones. Pero estamos llegando a un nivel donde nos obligan a ciertas cosas de forma arbitraria simplemente para justificar que hacen algo. ¿En qué se fundamentaron, pues todos los expertos estaban en contra, para obligar a que una persona tuviera que andar por la calle con la mascarilla puesta? Al final, ni mucha gente cumplía la norma, ni la policía multaba, y finalmente ni el propio gobierno va a querer ratificarla en el congreso en vista de su inutilidad. ¿Cuánto mal no se está haciendo, muy superior al que puede hacer la propia enfermedad, a nuestra juventud y a nuestros párvulos con tanta normativa y restricción? El aumento de trastornos mentales y los problemas emocionales a estas edades por el impacto del covid-19 es escalofriante.
Para más inri, somos nosotros mismos los que vamos un paso más allá en ese recorte de derechos y libertades. No son pocas las personas cabales a las que he oído decir que no habría que tratar en los hospitales a las personas no vacunadas de coronavirus. Me parecería un verdadero escándalo que simplemente se llegara a plantear por la administración. Si la vacunación no es obligatoria, ese tipo de medidas no tienen sentido. Con el añadido de que estas vacunas han llegado a comercializarse incumpliendo todos los requisitos en tiempo y forma que la propia organización mundial de la salud estableció para ello, debido a que la emergencia mundial así lo requería; y con buen criterio, por cierto, han sido cientos de miles de vidas salvadas gracias a la vacunación masiva. No obstante, respeto que existan personas que tengan reticencias a hacerlo. Nadie debería poder obligarles. Sobre todo porque la vacunación es una medida de protección personal; es decir, que yo esté vacunado no implica que no pueda contagiarme, y lo que es más importante, puedo también contagiar a otros. Por tanto, si tanto un vacunado como un no vacunado puede contagiar la enfermedad, que una persona no se vacune sólo le perjudica a él mismo. Habrá quien diga que los no vacunados contagian más que los vacunados, o que se puede saturar el sistema sanitario, pero sigue sin ser excusa. ¿Vamos a dejar de tratar en los hospitales a los fumadores? ¿O a quien haya tenido un accidente practicando un deporte de riesgo? ¿O a un accidentado en carretera por no tener seguro o llevar el cinturón puesto?
Todas estas medidas poco justificables, dentro de lo que cabe, no han sido demasiado graves, pero han creado un peligroso precedente, y no sabemos qué nuevas limitaciones nos puede deparar el futuro por nuestro bien. A qué se atreverán nuestros gobernantes para hacernos más felices, sanos y longevos. Recordemos que el lema de este año del Foro Económico Mundial, con la famosa Agenda 2030 como horizonte final, y apoyada de forma entusiasta por líderes mundiales de la talla del presidente de la dictadura comunista china Xi Jinping es: “en 2030 no tendrás nada y serás feliz”. No soy simpatizantes de teorías de la conspiración, ni de complots a nivel mundial, creo que simplemente han aprovechado la coyuntura especial de esta enfermedad global para darse cuenta de que con esta sociedad anestesiada por la televisión, el móvil y los videojuegos todo vale. Espero que cuando lleguen los siguientes intentos sepamos reaccionar.