Perejil, por José Marín

Perejil

Como decíamos en capítulos anteriores, las elecciones en España tienen entre sus principales funciones elegir a los miembros de las cámaras de representación, ya sea a nivel local, autonómico o estatal.  Y como le decía a mi hija pequeña, el pasado domingo por la noche, nosotros no elegimos directamente al presidente del Gobierno, esto no es como en Francia o Brasil, con sus matices; en España se elige al presidente del Gobierno a través de los representantes que previamente nosotros hemos elegido en las urnas; que le otorgan la confianza, y luego esta figura institucional es nombrada por el rey.

Que un partido político consiga más escaños y más votos, no siempre significa que de entre sus miembros se le vaya a otorgar a uno o una la confianza para ser presidente del Gobierno o alcaldesa. Un ejemplo de ello lo tenemos en muchísimos pueblos y ciudades y en algunas comunidades autónomas. En esos pueblos o comunidades ha ganado el PSOE, pero la confianza, a través de pactos, se le ha otorgado a un miembro de otro partido, el Partido Popular, mayoritariamente. Esto es así. Lo demás son desgarros neuronales en forma de rabietas a los que hay que analizar desde un punto de vista estrictamente médico-pediátrico.

Otra de las funciones que tienen las elecciones es una, digamos, indirecta. Sería algo así como meter una nariz metafísica en la boca de los votantes para comprobar a qué huele el aliento mayoritario. La nariz metafísica tras las elecciones dictamina: chorizo. Y generalmente las distintas gamas de chorizos se unen para dar el apoyo o confianza a su candidato a presidente o presidenta, que es lo que espera el pueblo. Lo mismo pasa con el huevo frito con ajos tiernos y sobrasada.

Pero, a veces, no sé si muchas o pocas, esta función de aliento colectivo falla. Y falla porque hemos estado masticando perejil a pie de urna. ¿No vieron perejil en las mesas electorales?

El aliento colectivo en estas elecciones no tiene un marcado olor a ajo, por ejemplo, con lo cual sería más fácil la aventura de los pactos preinvestidura. Pero parece claro que el hálito español NO huele a que uno de mayores defensores de la verdad y de la Constitución, a tenor de la inmediata renovación del Consejo del Poder Judicial nada más besar, al estilo papal, suelo madrileño y emitir verdades como puños, como la revalorización de las pensiones, señor Feijóo, sea el exhalado por el vaho del pueblo en su expectativa, o en su ilusión, para que éste sea presidente del Gobierno. Ni de coña. O vas o vienes, pero al mismo tiempo no se puede hacer tal cosa.

Es más, su propia estrategia de campaña terminó por aniquilar su mismísima expectativa y que esos canapés de bacalao con pimientos secos se olfatearan con claridad meridiana en los vahos del votante. Le ha quitado votos a Vox, que me lo ha dicho mi vecino. Ha aglutinado parte del voto de Ciudadanos, que me lo ha dicho mi amigo Borja. Y a pesar del desgaste que conlleva casi siempre los años de gobierno, en este caso de coalición, no han cumplido sus grandes expectativas.

Durante la campaña fue vaciando la maleta de viaje que le unía a Vox. En las comunidades autónomas manga ancha, sí. Pero en España, cada vez que metía Abascal un calzoncillo a la maleta de la coalición, Feijóo le decía que tenía que poner otra lavadora porque esos calzoncillos estaban sucios. Que astuto, ¿verdad? La táctica del grillo azul. Y ahora a rociar de vinagre desde nubes de colores las gargantas españolas cuando ya no queda ensalada que llevarse a la boca, solo algún que otro potito y agüita fresca con un pelín de vino para el susto.