El malthusianismo resiste, por Diego J. García Molina

El malthusianismo resiste

Thomas Malthus fue un intelectual inglés quien, a finales del siglo XVIII, concretamente en 1798, publicó un ensayo con gran repercusión en su tiempo, y en años posteriores. Por resumirlo de forma sucinta, exponía que la población aumentaba con un ritmo exponencial, en progresión geométrica, mientras que los recursos, en aquel momento, alimenticios, solo crecían en progresión aritmética, por lo que periódicamente se producirían hambrunas que causarían la muerte a millones de personas, e incluso se podría llegar a la extinción de la raza humana. Evidentemente, con esa presentación, el éxito fue inmediato, dada la rara capacidad que tenemos las personas para creer cualquier creencia catastrofista que nos condene. Nuestra credulidad ante este tipo de fenómenos es cuasi-infinita. Evidentemente Malthus erró en sus suposiciones; supuestamente porque las epidemias, guerras, y otros fenómenos diezman a la población impidiendo el crecimiento exacerbado de esta. Aunque no es menos cierto, como ya apuntó Marx (el filósofo comunista, no el famoso actor y humorista), que el erudito inglés no tuvo en cuenta los avances tecnológicos que el hombre puede desarrollar para adecuar el ritmo de crecimiento de los recursos al de los habitantes del planeta, como efectivamente así ha sido. A pesar de las evidencias, el neomalthusianismo volvió a ponerse de moda en el siglo XX, con el vaticinio del agotamiento de los recursos energéticos, como el petróleo, la cual también se ha demostrado errada, no solo porque se sigue extrayendo de la forma tradicional sin visos de acabamiento, sino porque nuevas técnicas como el fracking han conseguido aumentar la producción de crudo en países como EEUU, donde han pasado de ser importadores a exportador neto. Es más, aunque la producción de petróleo decayera en unas cuántas décadas, la proliferación de la energía nuclear y el uso del coche eléctrico, o propulsado con otras fuentes de energía, eliminarían la dependencia actual de dicha materia prima. De nuevo la acción tecnológica del hombre.

Posteriormente, teorías apocalípticas de todo tipo han estado aterrorizando a la sociedad, hasta llegar al momento actual, donde nuestra juventud llega a sufrir ansiedad y angustia debido al hipotético terminal estado del planeta. Primero fue la desertificación en los años 70, junto a las pertinaces sequías. Sin embargo, al ver que las cifras desmentían el avance de los desiertos hubo que cambiar de denominación. Por poner datos sobre la mesa, España ha ganado nada menos que un 33,6% de superficie forestal desde 1990 y es el segundo país con mayor masa forestal de Europa. Continente que, a su vez, también ha aumentado casi un tercio la superficie boscosa. No he buscado información, pero supongo que el no necesitar leña para calentarnos, para cocinar, para conseguir energía, ha propiciado la recuperación del arbolado y el aumento del tamaño de los bosques. Otra prueba de que el desarrollo tecnológico nos lleva a situaciones no imaginadas en el momento de elucubrar estas hipótesis. Luego fue el deshielo de los polos. Al Gore, exvicepresidente de los Estados Unidos y galardonado con el premio Nobel, vaticinó que en 2014 se habría derretido el hielo del polo norte en verano. Casi 10 años después, evidentemente, es algo que no ha sucedido; ni se han extinguido los osos polares, ni ninguna de sus augurios se ha cumplido. Incluso científicos le han acusado de manipular y tergiversar sus informes y estudios. Es increíble como este tipo se ha enriquecido gracias a este asunto, equivocándose en todos sus pronósticos, y todavía se le sigue haciendo caso. A continuación, fue el calentamiento global, el cual conjeturaba un aumento continuado y sostenido de las temperaturas año a año. Pero claro, los datos son tozudos, y ante el incumplimiento de la profecía se han distendido las predicciones condicionándolas a numerosos factores poco probables de consumar. Hay que tener en cuenta que, en los últimos 100 años, los de, sin duda, mayor emisión de gases a la atmósfera, la temperatura ha aumentado 0,7 grados. ¿Cómo es posible que con todas las medidas que se están tomando y la disminución drástica de emisiones en el mundo desarrollado vaya a aumentar la temperatura del planeta 4 o 5 grados al inicio del próximo siglo?

De ahí que se haya cambiado el paradigma nominativo para alcanzar la cuadratura del círculo: el cambio climático. Ahora sí que nada falla dado que se puede aplicar a cualquier circunstancia. Que no llueve: el cambio climático. Que llueve mucho: el cambio climático. Que hace mucho calor: el cambio climático. Qué hace mucho frío: el cambio climático. Maravilloso. Y ojo, que no digo que estos fenómenos no puedan existir, pero mucho consenso científico no existe, y este es un tema muy importante para dejarlo en manos de sentimientos, intuiciones, o intereses políticos y económicos. Y todavía aceptando estos modelos predictivos, no sabemos si ello será beneficioso o perjudicial para el ser humano. Los cambios más destructivos para el hombre se han producido cuando han bajado las temperaturas, como en la pequeña edad del hielo de la edad media, producida por la baja actividad solar; es decir, no causada por el hombre. No sabemos cómo se desarrollarán los avances tecnológicos en las siguientes décadas, tal vez se obtengan fuentes de energía ilimitadas como la fusión nuclear, con la que consigamos energía abundante y así eliminar las emisiones de gases a la atmósfera. Debemos confiar más en la capacidad del hombre para superar las dificultades y olvidar tanto catastrofismo apocalíptico siempre incumplido. Con respecto a la situación política, los agoreros tampoco escasean. Es España, desde hace décadas, parece que el fin está por llegar en cualquier momento. Ya sea por causa de los nacionalistas, quienes van a romper el país, por un lado. O el fascismo, que va a acabar con todas nuestras libertades, ya sea de Vox, PP, Ciudadanos, UPYD, o el que pase por ahí, porque todo el que no está conmigo es fascista. O el socialismo/comunismo, que nos va a convertir en un satélite de las dictaduras bolivarianas. El caso es ponernos siempre en lo peor, de ahí que todas estas teorías tengan amplia aceptación. En esta ocasión, tras las elecciones, sucederá lo mismo. Ya sea un ‘Gobierno Frankenstein’ con un miembro más, el partido del fugado Puigdemont, con una repetición de elecciones, o con un gobierno de derechas con PP y Vox, la vida seguirá. España sobrevivirá y nuestra joven democracia continuará aprendiendo de sus errores. Así que nada, apretémonos los machos y listos para otra emocionante legislatura. Eso sí, dejando apartados catastrofismos infundados.