No cruzarán la línea, según Diego J. García Molina

No cruzarán la línea

Me ha hecho mucha gracia unas frases que no recuerdo cuál periodista puso en Twitter sobre el levantamiento del 2 de mayo. Del estilo «los españoles, en general, hablan demasiado como para tenerles miedo», Joaquín Murat, dos semanas antes del 2 de mayo. O “los españoles cuando están ociosos no se preocupan por la política”, Joaquín Murat, cinco días antes del 2 de mayo. Claramente, vienen referidos a la situación actual de negociación de cesiones inadmisibles y violación de la legalidad que está efectuando el PSOE para conseguir que Pedro Sánchez se mantenga en el poder a toda costa. Se qué muchos arriesgan su puesto y es mucho dinero el que está sobre la mesa, sin embargo, no es menos cierto que están jugando con nuestro futuro y con el de nuestros hijos. Deberían tomarse un poco más en serio todo el dineral que se les paga para administrar y gestionar “este país” y centrarse en lo principal, dejando lo accesorio para cuando se pueda. Tan sencillo como eso. Estas frases atribuidas a Murat, creo que son apócrifas; dado que no he encontrado ninguna referencia a ellas en internet, aunque eso es lo de menos. Lo que sí es cierto es que, en aquellos momentos, con Madrid ocupada por las tropas francesas y los reyes fuera de España (sí, en aquellos momentos la corona de España era disputada por padre e hijo), los abusos y desmanes de los soldados, además de la invasión indisimulada del reino, hizo que el rencor y la rabia fueran acumulándose hasta que solo hizo falta una chispa, una casualidad, una nadería, para que se desatara la cólera (muy recomendable el libro de Arturo Pérez-Reverte sobre aquellos hechos).

Ahora, en cierto modo, la situación es parecida: años de abusos, atropellos, arbitrariedades, robos, malversación, delincuencia, sobre todo en las regiones secesionistas; también en otras, como el saqueo de fondos públicos del PSOE en Andalucía, o la corrupción generalizada del PP en Valencia o Madrid. Y un despilfarro de dinero y de concesión de privilegios que solo propicia el empobrecimiento del resto, aunque no nos queramos dar cuenta. Por ejemplo, ¿cómo vas a comparar los servicios de transporte de la autonomía vasca con los nuestros? Si las inversiones son mínimas y con décadas de retraso. O que no se pueda escolarizar en la escuela pública en el idioma común y materno de más de la mitad habitantes de la región catalana, siendo solo obligatorio el catalán para todos. ¿Cómo hemos llegado a esto, como se ha permitido? Se convocan manifestaciones y protestas, pero es imposible; lo han hecho muy bien, la propaganda ha calado. Tan polarizados estamos políticamente que la más leve posibilidad de acusación de facha o fascista fulmina todos nuestros impulsos y anhelos protestantes. Solo tuvo un éxito inapelable, tanto que incluso los separatistas catalanes se rilaron cancelando ellos mismos la independencia tan solo ocho segundos después de proclamarla, huyendo despavoridos los más espabilados, otros, confiados en la inacción del Estado (que así fue, mas no la de la justicia) se quedaron acabando con sus huesos y abundantes carnes en la cárcel. Bueno, pues aquel detonante no fue otro que el discurso del rey, aquel “no estáis solos” y “os apoyaremos”. Qué pena que nuestra clase política no estuviera, una vez más, a la altura del símbolo del país y el pueblo llano. Ellos siempre con sus cálculos políticos y su sinvergonzonería. Poco ha cambiado desde el 2 de mayo.

La última gansada, el despilfarro de tiempo y dinero de los pinganillos en el congreso para traducir al final al español. Una farsa. Porque no traduce al idioma regional, sino al español, la lengua común. Entonces, ¿para qué? Es que al final es una cabezonería, un símbolo de sumisión. Como una prosternación, o un bésame el anillo. Una humillación, en definitiva. Tienen exigencias de máximos, pero es que además nos chulean. ¿Hasta cuando durará la broma? Imposible de saber, pero mi opinión es que se avecina un invierno duro, con los problemas económicos y los desajustes estructurales del mercado laboral que tenemos. El gobierno creo que daba las elecciones por perdidas y sus planes siempre son a corto plazo. Ahora el problema lo van a tener que afrontar ellos, no como tras el desastre de Rodríguez Zapatero. Supongo que Sánchez sigue confiando en que todas las piezas encajarán sin tener en cuenta que poner de acuerdo a adversarios como la extrema izquierda catalana y vasca con la derecha tradicionalista de su región es muy complicado. Y con la coalición Sumar enzarzados en luchas internas, más todavía. Pienso que quizá la solución ya se está negociando entre bambalinas, como siempre, y no nos enteraremos de la misa ni la mitad. Estará agotando todas las posibilidades, hasta el final, como hizo Rubiales, esperando el milagro, mas finalmente no le quedará más remedio que afrontar la realidad y convocar elecciones. No se atreverán a cruzar la línea, que no es otra que la anticonstitucional amnistía. Si se consuma (la opinión de Sánchez ya sabemos cuál es, ¿de quien depende el constitucional?), veremos qué sucede, nos adentraremos en terreno desconocido.