Medio pan y un libro, según el Colectivo de Historia Social de Cieza

Firma invitada

Ana Cristina Belló Ruíz -Ana M. Valencia Herrera

«‘No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos.’ Este fragmento forma parte del maravilloso discurso que diera el genial y vilmente asesinado García Lorca, en la inauguración de la biblioteca de su pueblo natal, Fuente-Vaqueros. Era el momento de las mayores esperanzas, septiembre de 1931, y la II República ponía en la peor de las situaciones un enorme esfuerzo económico y mayor alma en la difusión del libro y la extensión de las bibliotecas. A ella se le deben la celebración de la, tan añorada este año, Feria del Libro de Madrid, la creación de las bibliotecas rurales, las Misiones Pedagógicas, las bibliotecas escolares, la creación del Instituto Español del Libro, la Junta de Intercambio y Adquisición de Libros para Bibliotecas Públicas y tantas otras cosas más.

La sabiduría graciosa de Lorca supo muy bien que los corazones sienten hambre, así como los cuerpos; como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto, así de fisiológica es la cultura. Es por eso que Gabriel Celaya maldecía a quienes concebían la poesía como un lujo. La cultura, que es la memoria viva de la humanidad, lejos de ser un privilegio elitista es un derecho fundamental universal, reconocido así gracias al tesón inquebrantable de quienes han tenido la convicción de que el acceso al conocimiento nos hará libres.

Hacer de la cultura una máxima universal ha sido una cuestión vertebradora en la lucha por la emancipación de los desposeídos de la Historia. Teresa Claramunt clamaba a sus compañeras que la mujer ‘’ha de preocuparse por su suerte, ha de leer los libros que enseñan e ir aprendiendo lo que le conviene a la mujer, saber.’’ María Moliner, la autora no solo del famoso diccionario sino también de unas instrucciones para las bibliotecas rurales editadas en Valencia en 1937 que fueron y son referencia mundial de los y las bibliotecarias, aseguraba que la base del progreso es la educación, y cualquier ciudadano en cualquier lugar tiene que tener a mano el libro o libros que deseara leer.

Ambas fueron mujeres que, en sus respectivas épocas, se involucraron en el desarrollo y difusión social de la cultura. A ellas habría que sumarles tantísimas otras como la que fuera primera mujer en ingresar en la Universidad de Salamanca y después bibliotecaria republicana, M.ª Luisa González, o la asesinada en agosto de 1936 Juana Capdeville. Es fundamental partir de la semilla, de la base de la labor pedagógica de la Institución Libre de Enseñanza, Escuela Moderna o las experiencias de enseñanzas mutuas obreras en las que se implican mujeres como Teresa Claramunt o Antonia Maymón, para poder llegar apreciar el esplendoroso florecer de la gran tarea divulgativa lograda década posteriores por las misiones pedagógicas y las organizaciones de bibliotecas en las que participan figuras conocidas como María Zambrano, o no tanto como Teresa Andrés, Josefa Callao, o Concepción Muedra, que en su exilio mexicano contribuyó a crear en ese país la Escuela Nacional de Bibliotecarios y Archivistas. Es preciso reconocer el pleno compromiso con la cultura que caracteriza a la II República española. Sin libros no hay cultura, por ello, desde 1932 a 1935 se ponen en marcha en territorio nacional más de 11.000 bibliotecas públicas en las que trabajan además de las bibliotecarias, el recién creado cuerpo de auxiliares al cuerpo facultativo de bibliotecas, establecido para hacer más cercanas las bibliotecas a la población.

Leer ha sido una constante de todo el movimiento obrero, obstinado en la edición de libros y panfletos, siempre con la esperanza de que la lectura y el libro fueran, como decía Kafka, el martillo que rompiera el hielo de los corazones, y en este caso de los corazones de los obreros y las obreras haciéndolos tomar conciencia de su situación organizándolos y empujándolos a la acción. Tan importante era la lectura que una parte del dinero de las cajas de resistencia de los ateneos obreros era destinada a la adquisición de libros, siendo tan frecuentes, posiblemente más que los mítines y las asambleas, las lecturas colectivas no sólo de obras políticas, sino también de teatro dramatizado y novelas. Por ejemplo, una de las más leídas en nuestro país fue la Madre de Maxim Gorki; otras obras de filosofía o de historia como el Hombre y la Tierra  de Eliseo Reclús llegaron a tener por la demanda varias ediciones. No es extraño pues que, en las fábricas de tabaco, uno de los referentes de las reivindicaciones laborales de las mujeres, entre las cigarreras fuese costumbre que una leyese en alto y las entretuviese mientras las demás le hacían el trabajo. En nuestro mismo pueblo había alguna mujer que leía tan bien que las demás le hacían su parte de lía para que las tuviese de este modo entretenidas y se les hiciese menos penoso el trabajo. No descubrimos nada cuando constatamos el hecho de que el libro es el mejor aliado de la reflexión, del pensamiento crítico y de las ideas seriamente establecidas, pero también se aprenden en él la solidaridad, el respeto, el afecto y el amor a la justicia. Esta, además del negocio, es la razón de que a lo largo de la historia se haya procedido en diversas y fatídicas ocasiones a la quema de libros y al asesinato de autores/as bibliotecarios/as y lectores/as, recordemos sólo como el hecho de saber leer fue suficiente para separar a aquellos jornaleros que debían ser asesinados durante la monstruosa represión tras el golpe de estado del 36. Hace tiempo ya que con las mismas intenciones se viene promocionando una subcultura escandalosa y chabacana en los más variados dispositivos electrónicos, y es también la causa de que se hayan repartido tarjetas SIM y no libros al alumnado para el seguimiento de las clases presenciales suspendidas durante el aislamiento.

Por eso será bueno que sigamos leyendo y que cuando salgamos de nuevo a la calle corramos hacia las bibliotecas y las librerías, y nos pongamos a leer en colectivo y por separado con más ganas que nunca. Federico García Lorca dijo en su discurso: ‘’es preciso que los pueblos lean para que aprendan no sólo el verdadero sentido de la libertad, sino el sentido actual de la comprensión mutua y de la vida.”  Y como él nos despedimos con ‘‘un saludo a todos. A los vivos y a los muertos, ya que vivos y muertos componen un país. A los vivos para desearles felicidad y a los muertos para recordarlos cariñosamente porque representan la tradición del pueblo y porque gracias a ellos estamos todos aquí.” Hoy que celebramos el día del libro, es un buen momento para recordar los libros que amamos, y a las mujeres y los hombres, que han hecho posible la cultura y la vida, aunque ya no estén con nosotr@s».

 

 

One thought on “Medio pan y un libro, según el Colectivo de Historia Social de Cieza

  1. Antonio Balsalobre

    Magnífico artículo para un día como hoy. SALUD Y LIBROS

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