La remesa de articulillos sueltos de Antonio Balsalobre

Región

Recuerdo, estando en la mili en Vitoria, el cejo fruncido de un compañero navarro cuando tras preguntarme de dónde era le dije que de Murcia. Perdona, me apuntó educadamente, dónde está exactamente Murcia, solo sé que está de Madrid para abajo. Lo más sorprendente es que este soldado de remplazo pamplonés era médico. Han pasado cuatro décadas desde entonces y durante este tiempo hemos estrenado autonomía y avanzado como comunidad en esa búsqueda incesante e histórica de encontrar nuestro lugar en el mapa y en el mundo. Pero también patrocinado galas casposas de promoción, dejado languidecer el Mar Menor o protagonizado esperpénticas operaciones de corrupción o transfuguismo que nos desdibujan en la cartografía sentimental de la ética y la estética. En cualquier caso, siempre me quedaré con lo que decía Séneca en sus Cartas a Lucilio. Y a quien me permito parafrasear. No amo a mi patria porque sea grande ni perfecta, sino porque es mía, nuestra. Aunque con retraso, feliz día de la Región.

Una incógnita

El fantasma de la desmovilización de la izquierda que recorre Andalucía ya se manifestó en forma de tragedia hace cuatro años (la pérdida de la Junta tras casi cuatro décadas en el poder) y promete repetirse el próximo 19J, según las encuestas, como farsa. Si éstas se cumplen, es más que probable que conjuntamente las tres formaciones situadas en este espectro ideológico saquen menos diputados que el PP de Moreno Bonilla en solitario. El chasco Susana Díaz que todavía lastra al PSOE y la descoordinación inicial en la formación de Por Andalucía parecen haber hecho mella en los andaluces. Tampoco, por lo que se cree, el debate a seis del lunes por la noche ha venido a trastocar en exceso las posiciones de salida. Fue plano y disperso como quería Bonilla. Sí que permanece sin resolver, es verdad, una incógnita: ¿Qué hará ese 37 % del electorado que todavía se muestra indeciso?

Retorno aplazado

Para el emérito, Sanxenxo el pasado mayo fue una fiesta. Para una mayoría de españoles, un bochorno. Un espectáculo que en palabras de su propio hijo “no se puede repetir”. Tras dos años de apartamiento en Abu Dabi, Juan Carlos vino ansioso de vítores, de cámaras, de adulación, de reconocimiento. Pero fue tal el desmadre mediático que originó, la prepotencia y frivolidad con se comportó, que exceptuando a sus incondicionales molestó a todos: al Gobierno, a la Casa Real, incluso a antiguos juancarlistas arrepentidos que tras su enriquecimiento dudoso, sus desmanes fiscales o sus amistades peligrosas abjuran de él. Su idea de “retornar con frecuencia a España” se aparca. Incluso la Fiscalía, se anuncia, estaría investigándolo por antiguas cacerías a las que fue invitado tras su abdicación. Demasiadas explicaciones que dar si vuelve a Sanxenxo para regatear. Mejor, le ha dicho su hijo, que se quede allí.

Amanecer

Cuelga de la pared de mi estudio una reproducción en pequeño de un cuadro de Matisse, maestro de la simplificación y del colorismo intenso. Una obra que lleva por título Elle vit appaître le matin et se tut discrètement y que podríamos traducir por algo así como “Vio amanecer y se calló discretamente”. A mí que me toca tantas veces, a horas tempranas, después de ver salir el sol por la Sierra de la Pila, cuando empieza a iluminar el cerro de la Atalaya, “tan pronto como brilla la hija de la mañana, la (homérica) Aurora de rosados dedos”, ponerme a escribir esta columnilla, o lo que quiera que esto sea, también me entran ganas las más de las veces, como a la mujer del cuadro, de guardar un discreto silencio ante la belleza de la naturaleza que me rodea y permanecer indignadamente callado ante la estridencia del mundo del que tengo que ponerme a hablar u opinar. Lo cierto es que no sé por qué no lo hago.

 

 

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