Motivos para el optimismo, por Diego J. García Molina

Motivos para el optimismo 

Sucede que muchas personas, quizá la mayoría, no tiene tiempo o gana de estar diariamente informándose de la actualidad nacional y mundial, y mucho menos de estar contrastando las noticias debido a la poca fiabilidad que conservan los medios de comunicación tradicionales. A todos nos gusta invertir el tiempo libre que nos queda en nuestras aficiones, tranquilos en casa, disfrutando en nuestro entorno más próximo, o viajando cuando se puede. Esa falta de pormenorización puede ser una ventaja, ya que nos abstraemos de los problemas reales que suceden a nuestro alrededor, hasta que nos atañen directamente. Por otro lado, es normal que no nos afecte debido a la sobrecarga de información, la cual nos vuelve inmunes ante desgracias tremendas (guerras con miles de muertos y desplazados en la misma Europa, asesinatos en masa en escuelas o iglesias, pandemias con millones de muertos), la nombrada falta de credibilidad de los medios y también el modo de enfocar las noticias, ese alarmismo para dotar de interés a los reportajes, hacernos sentir que estamos al borde del precipicio para que finalmente todo siga igual.

Sin embargo, no es menos cierto que en la última década, los acontecimientos se van precipitando, lenta, aunque inexorablemente, hacia peor. El empuje de China es cada vez mayor, y su dominio económico se hace cada vez más palpable. El último ejemplo, cuando cerraron su actividad económica debido a la pandemia y muchas empresas europeas colapsaron debido a la falta de materias primas y otros materiales necesarios para la fabricación electrónica. Por cierto, que la Unión Europea acaba de aprobar una directiva para considerar el litio como material peligroso y no extraerlo de nuestro territorio; por lo tanto, China continuará como máximo proveedor de baterías, necesarias para coches eléctricos, por ejemplo. No olvidemos que este país es una dictadura comunista sin contestación importante desde la masacre de Tiananmén, donde los disidentes políticos terminan en el exilio, en la cárcel o misteriosamente desaparecidos. Otro que también silencia a cualquier oponente, ya sea con asesinatos indisimulados o con juicios poco ajustados a derecho, es el líder vitalicio ruso Putin, el socio chino, que no aliado, como acaba de precisar el ministro de defensa del país asiático. La dependencia económica y de materias primas, como gas y petróleo, con Rusia retiene maniatada a la Unión Europea, racionando el apoyo real a Ucrania ante la agresión inexcusable rusa (por mucho que lo trate de justificar el Papa). Honduras, otro país que se quitó de en medio a todos los opositores justo antes de las elecciones, acaba de firmar un tratado con Rusia para que sus tropas puedan acceder a la nación centroamericana sin restricciones. Venezuela acaba de firmar un tratado de cooperación de 20 años con Irán. Argelia es socio privilegiado de Rusia desde la guerra fría y es receptor de su armamento más moderno y sofisticado… Aunque no queramos, hay una serie de países donde la democracia y la declaración de derechos humanos son un objetivo a batir, y no tienen problema en aliarse y apoyarse entre ellos para conseguir sus objetivos.

Argelia (otra dictadura militar, por cierto), ese país al que acabamos de cabrear por la ineptitud de nuestro actual gobierno. Los insultantes calificativos que ha recibido el responsable de exteriores por parte de la diplomacia argelina son irreproducibles en esta sección. Es increíble como hemos conseguido terminar mal con Argelia y su enemigo íntimo Marruecos al mismo tiempo. Es sencillo apoyar a uno de ellos obteniendo, por contrapartida, el rechazo del otro; pero al menos te aseguras un socio estable. Es un ejercicio fantástico de equilibrio diplomático estar bien con ambos al mismo tiempo, como hemos estado durante décadas; de aquella manera, eso sí, al tratarse de quienes son. Lo que sí es casi imposible, es fastidiar las relaciones con ambos al mismo tiempo, ya hay que ser muy inepto o tener intereses ocultos inconfesables, otra explicación no hay. Las actuaciones de otros ministros tampoco es que estén siendo sobresalientes; como muestra, las valoraciones de la responsable económica Calviño sobre la pandemia, y el escenario bélico ruso-ucraniano: en ambos casos que no nos iba a afectar. No ha podido estar más equivocada. Luego, a toro pasado, todos los males de nuestra economía son causados por la pandemia y por la guerra. Que casualidad que de todos los países europeos siempre seamos los más afectados por cualquier crisis y los que más tardamos en volver a la situación anterior. Sumado a la corrupción política, la delicada situación de la justicia, una educación pública cada vez más degradada por parte de una casta política que no piensa en preparar futuros ciudadanos sino en acercarlos desde pequeños a su ámbito ideológico, preparar futuros borregos. Ahora estamos con la subida de los tipos de interés del banco central europeo: como primera consecuencia la subida del Euribor, la cual afecta directamente a la subida de las hipotecas variables (menos dinero en nuestros bolsillos). Sumado a la inflación de casi un 10% (más poder adquisitivo perdido), el precio de la gasolina y del gas, que encarece además toda la cadena de producción. Cada año la deuda es mayor, puesto que año tras año durante lustros se gasta mucho más de lo que se ingresa. ¿Qué supone eso? Que llegará un momento en que habrá que parar. Ello significará dejar de gastar en varias partidas, y por lo que estamos viendo, los políticos actuales se resisten en dejar de gastar en asesores, sueldos elevados, coches oficiales y viajes privados en avión, etc. Es decir, cada vez habrá menos dinero para sanidad pública, para educación, para desatascar la lentitud de la justicia, para seguridad ciudadana modernizando y ampliando los cuerpos policiales en función de las necesidades. Vemos como nuestros políticos, incapaces y poco preparados en vez de intentar poner alguna solución solo echan gasolina al fuego con declaraciones y actitudes fuera de lugar, hablando de Franco y de conspiraciones mundiales con Soros y Bill Gates a la cabeza.

¿Dónde están pues esos motivos para el optimismo? Por mi parte, sin duda, en la confianza en el afán de superación de la raza humana. Desde la salida de las cuevas hasta llegar aquí el camino ha sido largo, solo la capacidad de inventiva, el genio descubridor y el talento ha permitido que un animal sin ninguna característica superior haya conseguido ser el rey del planeta únicamente gracias a su intelecto. Además, de situaciones peores hemos salido, como las devastadoras guerras del siglo pasado, la amenaza nuclear de la guerra fría, el agujero de la capa de ozono, hambrunas seculares, entre otros desastres que se vaticinaron como el fin de la humanidad  ¿Dónde estábamos hace 100 años? ¿Cómo vemos el mundo dentro de un siglo? Hace 30 años apenas existía internet, hoy todos tenemos un miniordenador-teléfono con acceso instantáneo a todo el conocimiento mundial y unas posibilidades de comunicación casi infinitas. La juventud se desplaza en patines eléctricos a toda velocidad por las ciudades, los cuales van a jubilar a las bicicletas antes de que nos demos cuenta. Se acaba de descubrir un fármaco que acaba con un tipo de cáncer determinado. Estoy seguro de que en pocos años dispondremos de un método para almacenar la energía eléctrica que se genera, la cual actualmente, acabando así con la crisis energética que tanto nos preocupa. Dentro de 100 años todas las preocupaciones antes nombradas serán un mal recuerdo, y las dificultades serán otras. Eso sí, los problemas no desaparecen solos, en momentos difíciles necesitamos a los mejor preparados, con la mayor predisposición al sacrificio personal en aras del bienestar colectivo.

 

 

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