La pandemia y el daño, por María Bernal

Daño

¿Pero qué caos es este que tanto daño está provocando? La privación de libertad, a la que hemos sido sometidos de manera urgente por este virus que tanto daño ha hecho y sigue haciendo, ha desarrollado en el ser humano una actitud enloquecida, mostrando su lado más cruel. Y todo por la mísera política de este país, que ha encontrado al rebaño perfecto para propagar unas ideas cuyo único fin es hacer daño.

Y cuando parecía que habíamos solventado  las rencillas (en su mayor parte entre personas ancianas) que todavía se arrastraban del escenario de la Guerra Civil, ese en el que había dos compañías de actores diferenciadas, la de los rojos y la de los nacionales, vuelven al siglo XXI, las palabras dictatoriales de aquella época, esta vez de la mano de la juventud. Eso es lo preocupante. Y sí, por supuesto, hay libertad de expresión, de acción, de decisión…todo lo que ustedes quieran; pero, ¡ojo!, ¿sabemos objetivamente lo que estamos expresando cuando defendemos a viva voz una ideología política? No. Denlo por hecho.

En un siglo en el que la gente no lee fuentes veraces, porque las hay;  en un siglo en el que solo nos dejamos influenciar por medios de comunicación sensacionalistas, cuyo cometido es alimentar el morbo de una sociedad sedienta de la palabra perfecta para hacer daño; es evidente que el ser humano es capaz de todo y más.

Y sin hacer una lectura profunda, porque solo opinamos a través de esos titulares de las redes sociales, sin indagar más, vamos construyendo nuestros absurdos argumentos sobre cualquier cuestión; de ahí que esta pandemia haya graduado a tantos médicos, biólogos, químicos con tan solo dos meses de facultad.

Estamos viviendo una época de pandemia que parece no tener final. Hace unos días leía una entrevista en un periódico de tirada nacional realizada a Marta Temido, ministra de Sanidad en Portugal. De la humildad de sus palabras (lo que más me entusiasmó)  deduje que a esta señora sí le interesaba el bienestar de sus ciudadanos. De hecho, Portugal es un país con unas cifras admirables, un país que ha sabido actuar muy bien. Pero su propia ministra daba el modesto motivo de su gestión: “Jugábamos con mucha ventaja respecto a otros países que ya estaban contagiados”. “La respuesta de la población fue inmediata ante el confinamiento y así se evitó el colapso de las urgencias, ya que el 80% de contagiados fueron atendidos desde casa, mediante la atención primaria”. Tal y como ha ocurrido aquí (ironía). Y esta mujer, honesta en cada una de sus respuestas, contó con el apoyo incondicional de la oposición, otro de los factores claves para hacer una gestión políticamente correcta.

Pero en España, ni fue posible, ni lo está siendo, ni lo será. Gobierne quien gobierne, hay una soberbia exacerbada en nuestros políticos la cual obstaculiza cualquier progreso, cualquier mejora, cualquier inversión. Y tal situación se traslada a los ciudadanos, que necios a querer admitir lo que está bien o lo que está mal, hacen daño, y mucho. Porque al presidente del gobierno (y no es que sea una persona que me simpatice) lo han llamado asesino, genocida, egocéntrico por todas las víctimas que no han podido superar a este maldito virus. Seamos recatados: este hombre no merece un ultraje de tal azote.

Y cuando se ha vociferado por todo lo alto que nos han puesto en peligro y que el gobierno actual ha matado (¡vaya una expresión condenable!) a 28.000 personas, llega uno de los líderes de la oposición, todo portentoso, y se le ocurre la flamante y descabellada idea de convocar una manifestación en protesta por el gobierno actual. Sí, libertad de expresión; pero en un estado de emergencia, por el bien de nuestra salud, no. Así, sin más, insta al rebaño a salir a pastar pasándose por el arco del triunfo lo que desesperadamente nos vienen diciendo los médicos: distancia de seguridad, mascarillas, higiene…Todo eso se la repanpinfla a los señoritos que han salido a gritar libertad, cuando se han pegado un confinamiento de cine, haciendo lo que les ha salido de las pelotas.

Pero es más importante ponerse como capa la bandera para hacerles ver a los demás que son los únicos españoles. Así como si el resto de ciudadanos fuéramos de otra galaxia.

¿Protagonismo? Bastante desorbitado. Pero olé ahí, ¡qué patriotas! Pocos diccionarios han consultado estas personas para autodeclararse patriotas. Patriotas son los que, independientemente del color, de la ideología y de la  condición sexual, están siempre dispuestos a ayudar a todos por igual. Ese es el verdadero amor a la patria: luchar todos juntos por ser un país sobresaliente en todos los sentidos. Pero esta cantinela parece gustarles bien poco.

Y cuando salen los patriotillas creyendo que son ejemplo de comportamiento, los medios nos muestran a un señor mayor dándole porrazos a una señal con un palo de golf. ¿Incivismo?

Y mientras tanto, el impulsor de esta actitud tan bárbara, con una sonrisa de oreja a oreja sentado en el sofá de su buena casa.

Daño. Eso es lo que llevamos sintiendo en nuestras propias carnes por una equivocada gestión de gobierno, por una oposición ambiciosa y por una parte de la población que ha sido envuelta en una bandera para ser arrojada como si de un cóctel molotov se tratara.

Menos banderas y mejores maneras. Y si no, tomad nota de las palabras de Marta Temido: “Al igual que en la anterior crisis financiera, dictaminar qué país lo hizo bien o quién lo hizo mal es una política equivocada y peligrosa”.

Y ese peligro es el que circula por el aire, porque no están dispuestos a colaborar para hallar una vacuna que pueda paliar tanto daño.

 

 

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