La moral como un valor en baja, según Diego J. García Molina

La moral como un valor en baja

Tenía ganas de ver la última película de Christopher Nolan: Oppenheimer. Hice un primer intento en julio, mas no quedaban entradas, por lo que me tuve que conformar con ver Barbie. Ahora, por fin he tenido oportunidad y es una buena historia bien contada, quizá desconocida para el gran público, a quien acercará los hechos acaecidos durante la Segunda Guerra Mundial ahora que, de nuevo, nos acecha el fantasma del ataque nuclear debido a la delicada situación en Rusia. El director británico es uno de los más afamados actualmente gracias a su admirable trayectoria, aunque no demasiado prolífica, eso sí (11 películas en 23 años). Las tres últimas suyas las he visto en el cine, porque la verdad, merece la pena verlas en un ambiente adecuado; su forma de hacer cine es sorprendente y de alta calidad, y sueles salir de la sala dándole vueltas lo que acabas de ver, no te deja indiferente. No tenía mucha idea de lo que iba a encontrarme en Oppenheimer; siempre es mejor que te sorprenda y no asistir con una idea preconcebida. No obstante, no hay nada fuera de lo normal ni ningún giro del guion inesperado, simplemente, cuenta una historia, prácticamente una biografía, saltando del pasado al futuro y alternando el blanco y negro con el color en función de la situación. Donde, en mi opinión, hace hincapié Nolan, es en la moral, y en que esta cambia, o puede cambiar, en una persona, en función de la situación, de su evolución como alma pensante, o de las experiencias sufridas. Lo resalto porque otros filósofos, como Kant, sostuvieron que la moral es inherente al ser humano en cualquier circunstancia y no puede mutar junto a la evolución de las sociedades. Por ejemplo, el asesinato de un semejante es moralmente reprochable ahora y hace 100.000 años, algo universal. O la mentira.

Dentro de este marco establecido podemos saltar a otro debate, ¿el fin justifica los medios? Es decir, siendo el asesinato o la mentira algo reprochable, ¿es lícito perpetrarlo en ciertas circunstancias? Según Kant no, pero claro, el mundo ideal todavía no existe (¿todavía, Diego?). El proyecto Manhattan, el que diseñó la primera bomba atómica se formó debido al conocimiento de que en Alemania estaban trabajando para desarrollar una bomba de este estilo. Es decir, era una carrera contrarreloj, pues se iba a conseguir de todas formas, aunque la derrota de los nazis lo impidió cuando les faltaba muy poco. Por lo tanto, sería una justificación inequívoca de la implicación de estos científicos en la producción de un arma nuclear de destrucción masiva. Hay que tener en cuenta que Oppenheimer, al terminar la guerra, le manifestó al presidente norteamericano Harry Truman que sentía que tenía las manos manchadas de sangre y se opuso al desarrollo de la bomba de hidrógeno, más destructiva que las ya fabricadas. Por lo tanto, el estar en guerra y el odio de los judíos (Oppenheimer y Einstein lo eran) hacia lo que los nazis infligían a su pueblo justificaba el uso del arma contra ellos. De hecho, en un momento de la película, en un discurso, Oppenheimer dice que fue una pena que se rindieran los nazis sin poder usar la bomba contra ellos. Sin embargo, al ver lo que el arma hizo sobre las dos ciudades japonesas y la amenaza de lo que podía suceder en el futuro, en una carrera armamentística con la Unión Soviética, como así sucedió, les hizo cambiar de opinión y abogar por limitar, con un organismo internacional, la proliferación de armas nucleares.

¿Qué diferencia hay entre arrojar una bomba sobre una ciudad matando al instante a miles de personas con arrojar miles de bombas sobre esa misma ciudad matando al mismo número de civiles, o más? En el Bombardeo de Tokio se calcula que murieron más de 100.000 personas en poco más de una hora, en un ataque con napalm y fósforo, horripilante. El secretario de defensa norteamericano se llegó a disculpar alegando que, “para hacer el bien, a veces tienes que hacer el mal”. Vean las implicaciones morales y éticas que surgen de esa simple frase. Lo que sucede es que quien fabrica la bomba con sus propias manos se siente directamente responsable del resultado, a pesar de tener claro que se produce un arma para utilizarla. Me parece muy positivo que alguien pueda salir de una sala de cine con esos pensamientos, que una película, un libro, una obra de teatro, te haga cavilar sobre estas cuestiones. La pena es que nuestros jóvenes cada vez tengan menos oportunidad de hacerlo en nuestro sistema educativo, donde la filosofía se deja más y más de lado, siendo un aspecto básico e imprescindible de nuestra formación como personas y ciudadanos libres e iguales. Al hurtar este aprendizaje a los alumnos lo que se fomenta es que crezcan sin conocer realmente las implicaciones de las decisiones que se toman a su alrededor; ya vemos, prácticamente a diario, que los remilgos morales de nuestra casta política son prácticamente inexistentes. Es lamentable que cuando se debería estar avanzando en este sentido en realidad estemos retrocediendo, a la hora de tomar una decisión solo se tiene en cuenta el beneficio inmediato: definitivamente, la moral es un valor en baja que casi nadie tiene en consideración.