Intereses varios, por María Bernal

Intereses varios

5.000 personas. Esa es la cifra de la marea verde que, allá por marzo de 2017, se echaba a las calles de Murcia con el fin de gritar una sola palabra: “¡basta!”. Más de 5.000 personas salieron a la calle para expresar su protesta con el fin de conseguir que se oxidara la tijera que tan a la mano siempre han tenido los dirigentes de la derecha para jugar al corte con la escuela pública, y a la confección, con la escuela privada.

Echemos un vistazo a las aulas de la escuela pública que, masificadas por la negativa a querer contratar a más docentes, están al borde de un desbordamiento, cuyas principales víctimas serán los alumnos. ¿Quién se ha preocupado por esta situación hasta ahora? Solo nosotros.

No fue la única vez que una protesta de la escuela pública inundaba las calles de Murcia y las de España: 2013, 2016, 2018, 2019…Han sido muchas más que las del otro colectivo que hasta ahora se había mantenido impasible, porque no les habían alterado para nada su proyecto de empresa que han ido diseñando sobre la educación. Pero claro, para que unos ganen, otros tienen que perder, y siempre ha perdido la escuela pública. Que se lo digan si no a los miles de docentes interinos que se quedaron en la calle cuando el Gobierno de Mariano Rajoy recortó en Educación 3.000 mil millones de euros, hecho que provocó que la comunidad educativa se convirtiera en un volcán en erupción.

Tres años después, el volcán sigue echando lava. Y no se trata de odio y rabia, como están alegando por ahí. Porque antes que docentes somos personas, y porque por encima de cualquier negocio, están nuestros alumnos. De lo que se trata, pues, es de luchar por la defensa de la legitimidad de una escuela cuya ética no se basa en una filosofía elitista, sino en una que lucha por la igualdad de oportunidades y la inclusión de todas las personas, independientemente de su estatus social.

El domingo 22 de noviembre pasará a la historia como el día de los intereses varios. Será recordado como el día de las carrozas del orgullo privado; encabezadas por los dirigentes del PP y provocadas por los bulos a los que tan acostumbrados nos tienen desde hace meses, no solo ellos, sino también los señores de Vox. Ahora, todos se echan las manos a la cabeza, pero estos años atrás, ¿cuándo se han puesto la camiseta verde? Nunca.

¿Qué sucedería si en las fachadas de los centros educativos públicos hubiese pancartas con los mensajes que ha emitido la escuela concertada y la privada? Sencillo, serían catalogados de sectarios y obligarían a retirarlos, porque parece que la libertad educativa solo es un derecho de unos pocos.

Y mientras que PP, Vox y Cs junto a los colegas de la privada reivindican tolerancia y respeto a la hora de decidir, están condenando al pueblo a sufrir las heridas que provocan esos recortes que desde hace diez años han desolado los servicios públicos. ¿Cómo se come esto?

El penúltimo domingo de noviembre de este año será recordado por un hecho insólito: miles de personas de la escuela privada salían a la calle para gritar también una sola palabra: “libertad”. Ahora bien, ¿libertad para qué? Si los padres van a seguir eligiendo.

Lo que ocurre es que se les acaba a los centros privados el chollo de segregar; el chollo de utilizar terreno público para construir sus propias empresas privadas y se les acaba el cobro de presuntas cuotas en concepto de “donación”. En resumidas cuentas, se les empieza a cerrar el grifo del dinero que hace años precintaron para que los docentes de la escuela pública murieran de sed.

Sentido común. El gobierno no tiene la obligación de sufragar los centros privados, estos deben ser costeados por esos padres tan indignados ahora y que tan aprendido tienen el lema de “yo elijo la educación de mis hijos”. No nos equivoquemos. Estos padres eligen la educación de sus hijos porque es gratis, gracias a los conciertos. Si tuvieran que pagarla de su bolsillo, quizás, “otro gallo cantaría”.

Y a esta pataleta de niños consentidos hay que añadir la deshonrosa e incrédula imagen del señor Pablo Casado conduciendo por las calles de Madrid en defensa de los derechos de la escuela privada y bajo el lema de “no queremos recortes en la libertad de enseñanza”. ¿No quieren recortes pero para que sector? Evidentemente, para el privado. Y mientras que nuestra consejera, la señora Moreno, luce lazo naranja en la solapa (realidad contradictoria si tenemos en cuenta que ella ha sido docente de la pública), hay cientos de chavales en la Región de Murcia que no pueden seguir la enseñanza semipresencial porque sigue faltando inversión.

Lo que no se tiene que consentir es que los de la privada estudien de manera privilegiada a costa del dinero público. El que quiera elegir la mejor educación (realidad que respeto) que pague el precio de sus propios intereses. Elitistas, pero gracias a los conciertos públicos. Y aunque luchen por el ideario que luchen, las palabras del filósofo Confucio siempre estarán por encima de cualquier intento de educación: “Donde hay educación no hay distinción de clases.”

 

 

 

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