El pin parental según Vergara Parra

Pin parental

Mucha es la confusión creada al respecto, por lo que apremia explicar en qué consiste esta medida. Conviene ir a las fuentes para disipar malvadas interpretaciones. Vox así lo define en su página web:

El PIN PARENTAL es una solicitud que va dirigida a los directores de los centros educativos en los que estudian nuestros hijos, con tal instancia solicitamos a la dirección que nos informe previamente, a través de una AUTORIZACIÓN EXPRESA sobre cualquier materia, charla, taller o actividad que afecte a cuestiones morales socialmente controvertidas o sobre la sexualidad, que puedan resultar intrusivos para la conciencia y la intimidad de nuestros hijos, de tal modo que como padre o madre pueda conocerlas y analizarlas de antemano, reflexionar sobre ellas y en base a ello dar mi consentimiento o no, para que nuestro hijo asista a dicha formación.

Así mismo solicitaremos en tal escrito que la información que nos facilite el centro, refleje una breve programación con la descripción de la actividad, sus contenidos objetivos, materiales, fecha, duración, nombre y titulación de la persona que lo imparte y entidad responsable de su organización o dirección. De no contar con dicha información previa y sin esta autorización firmada previamente a su impartición, le solicitaremos al director del Centro, que exima de la asistencia de nuestro hijo a dicha actividad, facilitándole la posibilidad de realizar una tarea alternativa durante la impartición de la citada actividad.

 

Habrá quienes se hayan sorprendido por el descomunal ruido mediático que, a propósito de esta cuestión, se ha suscitado en todo el territorio nacional. No es mi caso pues la izquierda y su griterío, que son calmosos para algunas cosas, no toleran la más insignificante intromisión contra su agenda ideológica.             Desde hace demasiados años, la derecha renunció a la batalla ideológica, en la creencia de que la economía y alguna cosica más les era suficiente. Se equivocó. Gozó de mayorías absolutas (que ahora los cursis llaman mayorías suficientes) con las que pudo haber implementado sus políticas. Tuvieron el poder y toda la legitimidad para hacerlo pero no lo hicieron. De aquellas cesantías, estas lodos.

La izquierda, a la más mínima oportunidad, ha sabido mover bien sus fichas para hacer política de las ideas. No le ha temblado el pulso.

La irrupción de VOX en la política española ha supuesto el principio del fin de ese monopolio político, de la soberbia de una izquierda nacida sin pecado original y que bajo ningún concepto concede a su adversario bondad alguna. VOX habla fuerte y claro, sin dobleces. Defienden sus ideas con firmeza y valentía. Ciudadanos, que otrora suscitó esperanzas y adhesiones, zozobra en la indefinición y acabará naufragando. El PP podría volver a ocupar el gran espacio del centro-derecha mas sus barones no acaban de ponerse de acuerdo.

En términos generales, la comunidad educativa ha visto en el pin parental poco menos que un ultraje a su dignidad docente. Bien. En su derecho están pero hay más estrellas en el firmamento y todas tienen derecho a brillar. Siento un sincero respeto por el maestro, que así me gusta llamarlo, pues desarrolla uno de los trabajos más hermosos e importantes. Sin embargo, la comunidad educativa, presa de un inmovilismo y tibieza incomprensibles, lleva décadas sufriendo en silencio desagravios y estropicios de legisladores que nada saben de educación. Querían democratizar la escuela; dijeron. E inventaron un sinfín de asociaciones y otros engendros que llevan dando por saco desde hace lustros. Entre todos, privaron al docente del respeto que nunca debió perder y que ahora, insuficientemente, intentan reintegrarle. Los legisladores progres confundieron la igualdad de oportunidades con la igualdad de resultados, depauperando el esfuerzo y la excelencia. En estos últimos años, una burocracia absurda e innecesaria ocupa excesivo tiempo del docente que le distrae de su verdadero cometido.

Contra estos y otras acometidas no les vi protestar. Sólo contra la falta de medios y personal, como si el resto de mortales anduviéramos sobrados de lo uno y de lo otro.

Pero vayamos al grano. Para que se sepa. Soy un fiel defensor de la enseñanza pública y prueba de ellos es que mis tres hijos han estudiado o siguen haciéndolo en centros públicos. Pero, por encima de todo, soy un defensor de la libertad. Tal como yo lo veo, nuestros hijos no pertenecen a los padres; tampoco a la agrupación socialista madrileña ni al círculo podemita de Guadalajara; y mucho menos al viento zapaterino. Desde el mismísimo instante de la concepción hasta el último hálito de vida, nuestros hijos pertenecen a Dios. Luego la fundamentación del pin parental no habrá que buscarla en el derecho patrimonial. Llama la atención que quienes cosifican al nasciturus y, por tanto, le despojan de toda dignidad, ahora y a propósito de esta contienda, nieguen cualquier derecho de los padres.

Lo que está en juego no es el pin paternal; es mucho más, infinitamente más; es la libertad misma. Asistimos a una metáfora perfecta de la lucha ancestral entre dos percepciones del hombre diametralmente opuestas. Por fortuna, el hombre de hoy se ha liberado de la ausencia de libertades políticas y civiles pero sigue mostrando temor a la libertad más hermosa y pura. Precisamente por ello, busca amparo en estructuras mayores para hallar una engañosa sensación de protección y refugio. El pin parental es, en definitiva, el legítimo derecho de los padres para proporcionar a sus hijos los principios morales y religiosos que estimen más convenientes. Nadie, ni el mismísimo Estado, tiene derecho a interferir en esa primigenia y legítima relación padres-hijos.  El Estado no puede justificar su eventual intromisión en una desconfianza preventiva de todo aquello que no puede controlar, mas sí habrá de actuar subsidiariamente cuando la libertad se ejercite inadecuadamente.

“Es que no podemos permitir que los hijos de padres homófobos también lo sean”, he podido escuchar de alguien. Lo cual supone que siempre son los padres de otros, y no quien explicita tales alertas, quienes tienen una moral o ética peores. No sólo eso. Aseveraciones como la aludida no son más que juicios de valor o conjeturas por confirmar. Hay conceptos con significaciones pacíficamente admitidas que, sin duda, pueden y deben formar parte del día a día de escuelas e institutos. Conceptos como la paz, la solidaridad, el respecto, los principios democráticos, la urbanidad, etcétera.

Pero no es de eso de lo que hablamos. En absoluto. Hablamos de sexualidad, de creencias religiosas y de otros principios morales y éticos que son tan dispares como plurales. Aquí no cabe la neutralidad porque hay demasiada gente, de un lado y de otro, que suspira por imponer sus propias convicciones. El docente, que merece todo mi respeto, nada tiene que decir sobre estas cuestiones porque escapan de su ámbito de actuación y porque son los padres quienes tienen la primera y última palabras. El legislador constituyente lo tuvo muy claro:

Artículo 27.3 de la Constitución Española:

“Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.”

Ríos de tinta se han vertido para definir la moral mas no puedo ni quiero sustraerme de mis convicciones cristinas. El jesuita español Luis Ladaria, profesor de la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma y consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe, recordó que «la moral cristiana deriva de la Revelación y no se funda sólo en deducciones racionales».

Por cuestiones que poco importan, imagino que un servidor no habría hecho uso del pin parental, o quizá sí. Lo que intento explicarles es que, definitivamente, defiendo la libertad de los demás para poder ejercerla. Los regímenes totalitarios, diestros y siniestros, evidenciaron un control asfixiante sobre el individuo pues nunca creyeron en él.

Pregúntense lo siguiente. ¿Por qué esta furibunda reacción contra el pin parental? ¿No será que consideran la educación como un predio particular con derecho de admisión? Cada vez que el PP ha intentado una reforma educativa, las presiones han sido feroces e implacables, consiguiendo el efecto perseguido; es decir, el retroceso de la idea original y la culminación de un proyecto que ni fu ni fa.

Señoras y señores. Este es sólo el principio. Aventuro un tiempo muy interesante donde habremos de blandir la palabra y alzar la voz en beneficio de generaciones venideras. Ladrones, apóstatas y malhechores háganse a un lado porque es tiempo de patriotas de corazón anchuroso y limpia mirada.

¡¡¡¡ VIVA ESPAÑA !!!!!

 

 

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