El inicio de curso y la actualidad, por Diego J. García Molina

Inicio de curso

No, este artículo no trata sobre el inicio del nuevo curso escolar, que tan preocupados debe tener a multitud de padres, sino sobre el ciclo anual que se inicia en breve, en septiembre, tras finalizar el paréntesis que supone el periodo estival, las vacaciones, las fiestas patronales, etc. La vuelta a la normalidad, aunque ya no si la denominación es apropiada en estas especiales circunstancias provocadas por el coronavirus. Coincide la fecha con el aniversario del nacimiento de este periódico en formato papel prensa, y su segundo año de vida no puede ser más satisfactorio como así se explica en el propio editorial de la semana pasada. Por mi parte, no puede ser más provechoso y placentero colaborar en esta sección de opinión aportando mi punto de vista sobre asuntos generalmente de actualidad; espero continuar la relación durante mucho tiempo, sería buena señal para ambos.

Con respecto a la actualidad, contrariamente a otros años donde el periodo veraniego suele estar abonado a informaciones frívolas o de relleno, este verano se suceden las noticias de forma frenética: desde el monotema vírico que no afloja ni con la canícula, hasta la salida de España del rey Juan Carlos I, todavía no sabemos si de vacaciones disimuladas o por destierro, ya sea voluntario o impuesto. Pasando por los escándalos judiciales de uno de los partidos que forman la coalición de gobierno por tener una caja B, quien lo iba a decir, tras lo a mal que se tomaron que el Partido Popular hiciera lo mismo, desencadenando una moción de censura que finiquitó a la presidencia anterior. Esperemos que den ejemplo y se apliquen a sí mismos las recetas que exigían al resto de partidos ante situaciones similares, mas no apuesten por ello.

En este sentido, me da la sensación de que la situación política se va degradando poco a poco, año a año, de forma inexorable como en la fábula de la rana y el agua hirviendo, mientras nos vamos acostumbrando a situaciones que en otros tiempos serían impensables. Recuerdo la dimisión en 2015 del eurodiputado de Izquierda Unida Willy Meyer tan solo por participar en un fondo de pensiones gestionado en una SICAV junto a otros eurodiputados, práctica muy extendida en el europarlamento y en absoluto ilegal. Eran aquellos momentos tiempos de ejemplaridad para combatir la corrupción del bipartidismo imperante. Sería ahora impensable una renuncia así, peccata minuta, agarrados como garrapatas a la mensualidad pública. Hoy día, la actualidad política se ha convertido en un lodazal sin vergüenza ni dignidad, donde se miente sin sonrojo y lo que en una ocasión vale para aplicar al contrincante al instante no vale para uno mismo, si conviene.

Entre mis lecturas veraniegas, además de la fantasía erótico-religiosa de Michel Houellebecq Sumisión (no entiendo por qué hubo tanta controversia política con esta novela), he aprendido mucho leyendo las memorias por dos veces perdidas, o más bien robadas, de Niceto Alcalá-Zamora, primer y prácticamente único presidente de la segunda república en condiciones normales, pues su destitución fue forzada casi al albor de la insurrección militar. Es paradójico y sorprendente los paralelismos de los hechos sucedidos en aquellas fechas con los actuales, como la sublevación de la Generalidad de Cataluña contra la soberanía española, la comprensión y la condonación de las penas por aquel delito, junto al nacionalismo vasco al acecho cambiando de bando a su conveniencia,  la radicalización de las posturas de izquierda y derecha agrupándose en coaliciones, exacerbando el populismo y la demagogia, el acoso a la jefatura del estado, crisis económica, empequeñecimiento del centro político hasta la irrelevancia, y otros casos que asustan de pura semejanza.

Lamentablemente, los partidos que supuestamente arribaron a la escena pública con el objetivo de reconstituir la política española, o más bien, reemplazar a la existente, Podemos, por un lado, y Ciudadanos por el otro, nunca tuvieron intenciones rehabilitadoras y tan solo sirvieron para laminar a UPYD, el primero en abrir hueco en el bipartidismo y único que realmente dio pruebas de responsabilidad, respetabilidad y del celo de sus pretensiones reformistas. Tan solo hay que mirar el ejemplo judicial, otro asunto en pleno desenlace; a pesar de llevarlo en sus últimos programas electorales, de nuevo el PP va a pactar con el PSOE el reparto equitativo de los jueces del consejo general del poder judicial, cómplice posterior de sus apaños políticos. ¿Cómo quieren que luego creamos nada? Sin embargo, UPYD siempre renunció al trozo de pastel que de aquel reparto le correspondía. A pesar de ello, lo bueno que tiene este sistema democrático es que somos nosotros, el pueblo, de quien emanan todos los poderes del estado, quienes podemos cambiar la situación escogiendo entre una renovación real, una catarsis de nuestro régimen político, o continuar con el estilo actual que tan malos resultados está dando. Votando, claro. Siempre hay otra oportunidad.

 

 

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