El cuaderno de artículos independientes de Antonio Balsalobre

Polvo viajero

A las ocho de la mañana del pasado jueves, la sierra de La Atalaya, los campos, el pueblo, presentan un color extraño, inusual. Un manto de arena caída durante la noche, entre amarillento y rojizo, cubre árboles, casas y plazas. El rosa de los melocotoneros en flor se funde con el cielo anaranjado, preñado de partículas de polvo. A las ocho y media empiezan a caer minúsculas gotas de barro. Una de ellas se abate sobre mi párpado. Por el capricho de un corredor de aire, esta mota viene del desierto africano, pero bien podría haber venido, me digo, a caballo de una nube y empujada por el viento desde la “polsaguera” provocada por el derrumbe de cualquier edificio machacado por las bombas en Ucrania (o antes en Siria o en Palestina…). La gota con polvo viajero pasa del párpado al ojo. Y se transforma en lágrima.

Lealtad institucional

No seré yo quien caiga en la simpleza de llamar “pedigüeño” al actual presidente de la Región cuando reclama al jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez, un fondo extraordinario para que las comunidades autónomas acojan a los refugiados ucranianos. En eso quiero diferenciarme de Cayetana Álvarez de Toledo, quien acusó en un artículo en el diario El País al presidente del Gobierno de utilizar una «retórica mendicante» para exigir fondos a las autoridades europeas.  O del ínclito José María Aznar que cuando era jefe de la oposición acusó al entonces presidente del Gobierno, el socialista Felipe González, de mendigar dinero de los fondos europeos para beneficiar al Estado español. Pedir en mi opinión no es ningún demérito. Siempre, eso sí, que el dinero recibido se utilice bien y para lo que ha sido concedido, y que exista una corresponsabilidad y lealtad institucional entre administraciones. Cosas ambas que en el caso de López Miras no siempre, por no decir casi nunca, se cumplen.

Ratonera

Por lo que llevamos visto en estos veintitantos días de guerra en Ucrania, todo apunta a que el plan A de Putin ha fracasado. Incluso hay quien predice una derrota total del sátrapa ruso. Estrategia incompetente, capacidad militar y resistencia ucranianas subestimadas, tropas atascadas y desmoralizadas en las afueras de las ciudades más importantes con serios problemas de abastecimiento, respuesta internacional contundente, y China que parece ponerse de perfil, nadando y guardando la ropa, son señales inequívocas, para no pocos especialistas militares, de que Putin va a penar para salir de la ratonera en que se ha metido. No son más que hipótesis de trabajo, claro está. Pero que Rusia esté movilizando más tropas y que los ataques se ceben con los civiles cada día que pasa con mayor crueldad solo pueden ser la expresión de que el actual inquilino del Kremlin ya ha pasado al plan B. Y eso, en términos militares, dice mucho de cómo van las cosas.

Acuerdo político justo

Hace tiempo que intuíamos que esta “guerra imposible” que viene librando desde hace 47 años el pueblo saharaui contra la invasión marroquí era una lucha más heroica que efectiva. La puñalada asestada por Trump a las aspiraciones de la RASD, en contra de las resoluciones de la ONU, unida a la hipocresía de una diplomacia internacional estéril y sujeta a los intereses de lo que se ha dado en llamar la geopolítica, vino a confirmar este temor. Que España modificara su postura ante el giro que han ido tomando los acontecimientos era solo cuestión de tiempo. En plena guerra ahora a las puertas de Europa, es verdad que nuestro país debe cuidar su flanco sur (inmigración descontrolada auspiciada por Marruecos, presión sobre Ceuta y Melilla…). Ahora bien, por mucho que se hayan ido matizando las posiciones, para este conflicto solo debería caber una solución: un acuerdo político justo, duradero y aceptable para todas las partes.

 

 

 

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