Culpable, según Diego J. García Molina

Culpable

Hablando el otro día con un amigo, intercambiando opiniones, me espetó que para mí todo es culpa de Pedro Sánchez. No respondí, la verdad; ¿tendría razón? Pues analicémoslo en un momento. Que no sean opiniones, veamos cómo está el panorama y como hemos llegado hasta aquí. La cruda realidad, los fríos datos, los hechos; olvidemos las noticias de los medios subvencionados las cuales omiten o las enfocan a su conveniencia según quien les financie, ya sea dinero público (nunca se había pagado tanto al anteriormente considerado cuarto poder desde los diferentes gobiernos), o privado. Empecemos por los acuerdos de investidura con los variopintos partidos independentistas vascos y catalanes que le han aupado al poder. Según los portavoces del gobierno, portavoces socialistas, y él mismo ha informado en numerosas ocasiones, el objetivo de todas las cesiones realizadas, algunas de ellas entre éticamente reprobables e ilegales, era el “apaciguamiento” y la vuelta a la “normalidad política”. Eufemismos para camuflar simples prebendas por votos para la investidura, presupuestos, o aprobación de cualquier ley. Y no lo digo yo, que también, lo decían ellos mismos tan solo unos meses antes de necesitar su voto. Una de estas entregas ha sido el acercamiento de asesinos etarras a cárceles de la comunidad autónoma vasca, donde se han concedido terceros grados que les permiten salir de la cárcel, algunos de ellos revocados por la justicia al no cumplir las condiciones necesarias; o traslados a la carta para estar cerca de casa o reunirse con un compañero; o incluso dormir en la misma celda con su pareja, junto a otros privilegios que el común de los presos no puede ni soñar; consecuencia de haber concedido las competencias de prisiones a una simple región española. Hablamos de personas con muchos asesinatos en sus manos, no simples carteristas. Con los secesionistas catalanes ha ido todavía más allá, primero indultándolos de sus delitos, con el objetivo de sacarlos de la cárcel, para a continuación concederles la amnistía, borrando, de esta forma, los delitos cometidos, así como las consecuencias (inhabilitación para presentarse a futuras elecciones, pago de indemnizaciones por la malversación de dinero público, y ya veremos si al final no tenemos que pagarles los daños y perjuicios sufridos por los señoritos). ¿Ha servido esta bajada de pantalones para algo? Pues el País Vasco no se ve muy apaciguado. Ayer atacaron con gas pimienta al candidato del PNV. Han agredido a varios candidatos de Vox en un mitin y han intentado boicotear otros. Es imposible, para algunos partidos, realizar actos sin protección. Imaginen con que ánimo consiguen reclutar personas que tengan el valor de ser candidatos. Y más cuando ves que el propio gobierno no te defiende. Sumado a la cantidad de vascos diseminados por toda España, exiliados en su propio país a causa del terror terrorista sufrido, quienes no pueden votar en estas elecciones, dejando la victoria en bandeja a ambas formaciones nacionalistas. ¿Es eso normalidad democrática? En Cataluña más de lo mismo, fíjense si han reconducido a los nacionalistas al ámbito legal que no dejan de repetir, desde que salieron de la cárcel, que lo volverán a hacer (¡“ho tornarem a fer!”) se ha convertido en un mantra), y ya, alcanzados todos los objetivos anteriores, están exigiendo el referéndum de independencia, que no es otro que su objetivo final.

En política, a la hora de afrontar los problemas que surgen o heredados de anteriores gobiernos, se puede optar por 3 métodos. No hacer nada; el método Rajoy. Es decir, esperar a que los problemas se solucionen solos, o que, con un poco de suerte, se acabe el mandato y el marrón lo disfrute otro. La segunda opción es estudiar y aprobar, si es posible de forma consensuada, una medida que ayude a solucionar el problema. Lo que intentan la mayoría de los profesionales de la política. O el tercer caso, promulgar una ley que empeore la cuestión o genere incluso más contrariedades. Pues eso es lo que le pasa a este ejecutivo, parece que le ha mirado un tuerto, a los pobres todo le sale al revés, aunque al final las consecuencias las paguemos nosotros. Hagamos un resumen rápido. La famosa ley del “solo si es si”, el empeño de la defenestrada ministra Montero (Irene). El resultado fue la inmediata puesta en libertad de cientos de violadores y agresores sexuales, la reducción de penas de otros tantos, y que ahora, las penas de los nuevos delincuentes sexuales se hayan reducido. Y mira que no se advirtió por activa y por pasiva que esto iba a pasar. Otro caso son las políticas energéticas. Lo único que han conseguido es casi doblar el precio de la factura de la luz de los españoles, con aumento del IVA incluido para recaudar más. Y la tendencia es a empeorar, con el empecinamiento de la ministra del ramo en cerrar las centrales nucleares activas, contradiciendo la tendencia de todos los países del mundo, quienes apuestan sin complejos por este tipo de energía; la cual, por cierto, califica la Unión Europea de energía limpia. La sanidad pública, cada vez peor, a pesar de los esfuerzos de los sufridos trabajadores del sector, cada vez más impotentes ante la situación. Cito un artículo del diario El País: “Casi 850.000 ciudadanos están en lista de espera para ser operados en la sanidad pública, el peor dato desde que hay registros. Es el quinto semestre consecutivo en el que empeora este indicador de referencia. La demora media para ser intervenidos también crece y se sitúa en 128 días.”. La respuesta de nuestro presidente es anunciar a bombo y platillo que van a generalizar la prueba del talón a los recién nacidos para aumentar en todas las comunidades autónomas las patologías detectadas de 7 a 11. La realidad es que la mayoría de las comunidades ya detectan muchas más enfermedades con esta prueba de cribado, como Murcia, la que más, con 40, Andalucía 35, Galicia 31, Aragón y La Rioja 30, etc. La ministra de sanidad, que en este caso es además médico, intenta arreglar el desaguisado, sin embargo, con sus declaraciones, queda todavía más en evidencia. Todas las medidas y dinero invertido en protección de las mujeres maltratadas solo ha servido para que el número de afectadas suba cada año. La ley de la vivienda ha resultado otro fiasco. Cuando se iba a publicar y estaba en borrador, todos los expertos, y los que se habían informado un poquito ya advertían: ojo, esto se ha intentado antes en diferentes ciudades y ha sido un fracaso total, ha redundado contraproducente y han aumentado los precios de las viviendas de forma exponencial, además de reducirse la oferta de vivienda en alquiler disponible. Los resultados ahí los tenemos, con la ministra casi suplicando a los propietarios que pongan sus viviendas disponibles para alquilar. Muy triste que un ministro termine así. Pero claro, como el gobierno tampoco ha puesto medios para solucionar el problema de la ocupación, y no poder desalojar a las personas que no pagan alquiler, a ver quién arriesga su patrimonio en este negocio. Si en ningún país de nuestro entorno, y creo que ni del mundo, sucede algo parecido con la ocupación de viviendas, es que algo extraño está pasando aquí. Han regulado hasta los precios, impidiendo a los caseros subir las rentas hasta el nivel que consideren oportuno. Además de subidas de impuestos, aumento de precios de alimentos básicos, la trampa de los fijos discontinuos, las continuas subidas del salario mínimo que expulsan a los más vulnerables del mercado laboral, y podríamos continuar hasta quedarnos sin espacio en este periódico.

Y así nos encontramos con una legislatura recién iniciada, mas, en vía muerta, dado que no puede aprobar ninguna ley sin el permiso de sus socios. ¿Qué solución propongo? Hagamos un poco de memoria. El 29 de octubre de 2016, al ser el partido más votado, Rajoy alcanza la investidura con la abstención del PSOE, exceptuando los diputados catalanes del PSC, que se saltaron la disciplina de voto (como no), y un tal Pedro Sánchez Pérez-Castejón, quien dimitió antes de la votación para no tener que mojarse. No era un desconocido, ni mucho menos, en aquel entonces. Hasta unos pocos días antes, el 2 de octubre, cuando se celebró un consejo federal socialista, era el secretario general del partido y fue candidato a la presidencia en las elecciones generales de junio de ese mismo año, donde, por cierto, obtuvo los peores resultados del PSOE en democracia, solo 85 diputados. A pesar de este paupérrimo bagaje, se opuso a la investidura de Rajoy, quien estaba apoyado por Ciudadanos y Coalición Canaria, Unión del Pueblo Navarro y Foro Asturias, forzando una situación de bloqueo institucional: ni gobernaba él, ni dejaba gobernar. Recordemos que sus intenciones eran aglutinar a todas las fuerzas independentistas, más la coalición Podemos-IU, para presidir el gobierno, ocurrencia que bautizó el histórico socialista Rubalcaba como “Gobierno Frankestein”. Este empeño culminó en la dimisión forzada de Sánchez en dicho comité, con el bochorno del intento de pucherazo con unas urnas rellenas de votos escondidas tras una cortina, esa es la calaña de este personaje. Lo siento, pero es así. La ambición desmedida es un problema grave, sobre todo si se alcanzan las máximas cotas de poder. La única salida, es un gran acuerdo entre partidos. Algo normal en otros países para que los extremismos no puedan exigir aplicar su agenda política, aunque aquí prácticamente es un imposible debido a la intransigencia de algunos. En el futbol, en una empresa, en un barco, en una batalla, o en cualquier otro ámbito, quien dirige el equipo, quien toma las decisiones en el negocio, el capitán que fija el rumbo o el estratega que diseña la táctica, es el máximo responsable de los fracasos, y como tal son normalmente asumidos. En este caso, una presidencia de gobierno no iba a ser menos. No ha conseguido ninguno de sus objetivos, si es que tenía alguno exceptuando, simplemente, dormir en el palacio de La Moncloa. En política interior no puede aprobar ninguna medida, maniatado como está al antojo de las excentricidades de los nacionalistas; además de que prácticamente se lo ha dado ya todo, excepto la independencia, así que, de momento, están saciados, ahora centrados en las luchas intestinas por el poder de las respectivas autonomías (PNV vs Bildu y Puigdemont vs Junqueras). Ha intentado desviar la atención huyendo a la alta política internacional, sin embargo, por lo visto, no es uno de sus fuertes. No hay que ser un lince para prever que un intento de solucionar la cuestión Israel-Palestina es un esfuerzo vano en estos momentos. Sobre todo, al plantear el reconocimiento del Estado palestino cuando ni los mismos palestinos lo quieren. Hace años, tuvieron una propuesta mucho más beneficiosa que cualquiera que se pudiera plantear ahora y la rechazaron; Yasser Arafat, quien en Camp David no pudo apoyar la resolución tripartita propuesta, arguyó que los suyos le matarían si llegaba estampar su firma. Así pues, asuma su responsabilidad, dimita, convoque elecciones, y deje que el país tenga una oportunidad de salir de este abismo al que se asoma.