Soldado de cien luchas, juez de mil discordias: José María González Díaz

La historia de un ilustre ciezano que siempre llevó su tierra en el corazón

Manuela Caballero González

Hay una calle en Cieza que lleva este nombre y la mayoría de ciudadanos no sabría decir quién fue el personaje que mereció formar parte del callejero de la localidad. Hemos dado una pista, fue juez, y la frase del título es de un reportero que le hizo una entrevista en 1973 cuando vivía retirado en Madrid. Pero su vida estuvo muy vinculada a su ciudad natal.

Nació en Cieza el 22 de diciembre de 1896, “a las ocho y tres cuartos de la noche”, siendo bautizado en la parroquia de la Asunción el 26 del mismo mes, imponiéndole los nombres de José María del Carmen Antonio Domingo. Era hijo de José María González Marín, natural de Cieza, constando en el registro que era propietario y de María de la Concepción Díaz Gómez, nacida en Peñas de San Pedro.

No son muchos los datos encontrados sobre sus primeros años, pero sabemos que asistió al colegio privado San José. Este centro ciezano estaba incorporado al Instituto General Técnico de Murcia, hoy Alfonso X el Sabio, por lo que sus alumnos estudiaban en la localidad, pero iban a examinarse a Murcia. En él lo encontramos matriculado en el curso 1909-1910 con 13 años de edad y, gracias a que la prensa se hacía eco de los resultados de las pruebas de los estudiantes, sabemos incluso sus calificaciones y quiénes fueron sus compañeros, descubriendo nombres de personajes que posteriormente llegarían a destacar en la vida política y social de la localidad, incluso compartir profesión con José María, como es el caso de Diego Giménez Castellanos y Félix Templado Martínez: los tres se decantarían por la carrera de leyes.

Abogado, Juez y Magistrado. De Murcia a Madrid

Estudió en la recién creada Universidad de Murcia (1915), cuando la mayoría de estudiantes optaban por hacer la carrera en Madrid. Fue discípulo de Andrés Baquero, profesor del Instituto Provincial y primer Comisario Regio de la Universidad. José María figura entre los alumnos que hicieron donaciones a la muerte del insigne “Maestro Baquero, para su funeral y lápida para perpetuar su nombre”.

En su juventud fue afín a la figura de Juan de la Cierva, encontrándolo entre el nutrido grupo de ciezanos que en 1918 se desplaza a Murcia para “significarle su afecto e incondicional adhesión”, con el alcalde José María de Arce a la cabeza.

Ese año ya tiene la licenciatura y en febrero de 1921 aprobó las oposiciones para ingresar en el Cuerpo de Abogados del Estado a la que se presentaron 208 candidatos, figurando  en la lista de Aspirantes a la Judicatura y al Ministerio Fiscal por su calificación con el nº 34 entre los 100 que superaron la prueba. En 1922, con tan sólo 26 años es miembro de la Asociación Mutuo-Benéfica de la Administración de Justicia y ejerce como juez de Primera Instancia en Chinchilla. Al año siguiente de obtener esta plaza se casa en Cieza con Juana María de la Piedad Templado Martínez, natural de Cieza,  hija del médico abaranero Félix Templado Sánchez y de la ciezana María Dolores Martínez Marín. La boda se celebró en la iglesia de la Asunción el 16 de julio de 1923, instalándose el nuevo matrimonio en Chinchilla. En 1924 fue trasladado al Juzgado de Yecla y ese año nació su primer hijo. Se sucederían diferentes traslados que le llevaron a ejercer en Fraga en 1928, Mula entre 1931-32 y en Cartagena de 1933 a 1936.

Pero tanto él como sus hijos visitarían con mucha frecuencia Cieza donde mantienen fuertes vínculos familiares, fincas donde veranean y apego a las tradiciones del pueblo y como no podía ser menos al Cristo del Consuelo. Prueba de ello es que contribuye a la suscripción de “todos los ciezanos entusiastas de la bendita imagen” para arreglar la ermita y alrededores y dotar al camino que lleva a ella de luz eléctrica en 1933. Ese año goza ya de una gran reputación como juez y toma posesión de un nuevo cargo, esta vez en Cartagena. En 1934 la familia sufrió una gran pérdida, tenían entonces cuatro hijos, dos niñas y dos niños, falleciendo uno de ellos tras una enfermedad, le llamaban cariñosamente Feligín, según su esquela fue enterrado en Cieza.

Seguía ejerciendo en Cartagena donde llegó a ser presidente de la agrupación de Jurados Mixtos en 1935, manifestando en su toma de posesión que lo aceptaba por no ser un cargo político. Pero no sería su destino definitivo. Concretamente, en 1936 fue promovido a magistrado de entrada con un sueldo de 16.500 pesetas siendo destinado a la Audiencia de Oviedo. El diario La Verdad dedica una extensa noticia donde dicen sentirse muy satisfechos por él, pero apenados por perder a una persona muy apreciada no sólo entre los elementos judiciales, sino entre todas las clases sociales, ya que ha destacado por su rectitud y trato humano lo que ha despertado la estimación y respeto de todos los ciudadanos que han tenido que tratar con él. Muchos años después, estando ya jubilado, revelaría que en ese ascenso de juez de término a magistrado de entrada y su traslado a Oviedo también intervinieron intereses políticos que a punto estuvieron de perjudicar su carrera.

Para hacernos una idea de lo que suponía este ascenso diremos que la Carrera Judicial forma un cuerpo único con las siguientes categorías de menor a mayor: juez, magistrado y magistrado del Tribunal Supremo. La diferencia esencial es que los jueces exclusivamente pueden ejercer en un juzgado, mientras los magistrados además tienen esa competencia en los llamados órganos judiciales colegiados (tribunales y audiencias). El recorrió todos los escalafones.

Salió de Cartagena en junio de 1936 a su nuevo destino, pero por poco tiempo, en 1937 ejerció en Granada y un año después en Sevilla. Finalmente, el ministro de Justicia, en 1939, le otorga una plaza en Valencia donde llegaría a ser magistrado de su Audiencia Territorial diez años después. Allí continuaría hasta que el 22 de octubre de 1954 obtiene la plaza de presidente de la Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de Madrid. Pero no fue ese su puesto definitivo, ya que dos años más tarde fue nombrado magistrado del Tribunal Supremo, permaneciendo en el mismo hasta su jubilación.

El fuerte vínculo con Cieza

A pesar de los continuos cambios de domicilio que le deparó su profesión, la familia no se desconecta de Cieza, al contrario, son muchos los vínculos que surgen, y los podemos encontrar en momentos importantes de amigos y en los suyos propios. En julio de 1954 la familia se encuentra en Cieza por un agradable acontecimiento: la boda de uno de sus hijos, José María González Templado quien contrae matrimonio en la parroquia de San Joaquín con Marilena (Magdalena) Castex Anaya, hija del importante industrial de la localidad Francisco Castex Navarro. Por esta noticia sabemos que el joven José María ha seguido los pasos de su padre y ya es juez de Primera Instancia en Caravaca, mientras que nuestro protagonista es juez de la Audiencia de Valencia. Eso contribuiría a que sus conciudadanos siguieran muy de cerca su trayectoria y estuvieran al tanto de sus logros, acompañándolo también en momentos difíciles como fue el fallecimiento de su esposa en febrero de 1958. Diez años después contrajo matrimonio en Madrid con María Josefa Muñoz Nieto.

Un entusiasta embajador de Murcia

No es de extrañar por todo lo que estamos viendo que se eligiera a este ciezano para dar nombre a una de las calles de la localidad. Y no sólo por sus logros o títulos profesionales, sino por su actitud por llevar el nombre y las costumbres de su tierra allí donde le llevó su trabajo. Fue uno de los fundadores de la Casa de Murcia en Madrid, en 1957, siendo el vicepresidente de la primera junta directiva, y seguiría en el cargo hasta 1976. Contaba con 500 socios y estaba ubicada en la calle Hileras, muy cerca de la Puerta del Sol. Una de las actividades que promovió dicha Casa fue la suscripción para hacer un monumento a La Cierva Codorniu, en 1965, a la que nuestro juez contribuyó con 200 pesetas, o la creación en 1967 de la revista Murcia, donde también escribía junto con un gran número de ciezanos y cuyo fin era “constituir un magnífico exponente de los valores de esta tierra”. Y no fue la única en la que participó, ya que también fue vocal de la junta directiva de la Casa de Murcia en Valencia en 1963. Como vemos fue un auténtico embajador de su tierra allí donde iba, y seguro que no faltarían las referencias a su querida Cieza.

Hemos encontrado muchas huellas de este personaje cuyo nombre ostenta una de las calles de nuestra ciudad, gracias a archivos y hemerotecas. En uno de esos documentos hasta tenemos la suerte de contar con sus propias palabras para acercarnos a su figura. Destaca que la característica principal de un juez ha de ser “sin lugar a dudas, ser totalmente independiente”. Nunca le interesó la política “aunque tengo mis ideas y sentimientos”, pero que no aceptó ningún cargo político porque “enfoqué mi carrera a servir a España, al Orden y la Justicia y mi sinceridad me valió más de un disgusto”. Vivió pérdidas familiares, entre ellas la dolorosa muerte de su hijo José María González Templado, magistrado como él, que falleció muy joven durante la vista de una causa.

Cuenta como anécdota que era “metrista”, ya que renunció a su coche oficial porque le gustaba más ir en metro, en el que se movía por Madrid muchas veces acompañado por otro magistrado, José Castán. En 1973, fecha de la entrevista que le hizo el Diario Línea, se enorgullecía de estar tan en forma a los 76 años. Lo cierto es que, a este Magistrado del Tribunal Supremo, jubilado y Presidente Honorario del mismo por designación de sus compañeros, todavía le quedaban muchos años por vivir. Falleció en Madrid el 7 de enero de 1993 a los 96 años.

 

 

One thought on “Soldado de cien luchas, juez de mil discordias: José María González Díaz

  1. Manuel

    Conocí a su nuera Magdalena que falleció en Enero de este año y vivía en la calle de Barco

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