En este artículo de la historia local se narra uno de los sucesos más trágicos que le sucedió a la Villa de Cieza: el saqueo, plagado de muerte y destrucción, por parte de las tropas napoleónicas de la que la población tardaría dos décadas en recuperarse
Javier Gómez
Cieza guarda en su extensa historia muchos avatares. En ocasiones, momentos dulces, en otras, tragos amargos que debieron superar sus gentes, nuestros antepasados. El que vamos a relatar ahora es uno de estos últimos. Un hecho violento y destructivo que quedó marcado en la historia ciezana suponiendo un importante trauma para la localidad y que la lastró durante años. Para ello nos vamos a basar en las aportaciones de los historiadores Ricardo Montes Bernárdez y Francisco Salmerón.
A principios del siglo XIX, España vivía una época tenebrosa. La decadencia imperial venía arrastrándose desde hacía un siglo, pero la invasión napoleónica de la Península supuso una estocada certera y la causa directa de que, en cuestión de apenas 15 años, se perdieran la inmensa mayoría de las colonias españolas, quedando estas reducidas a Cuba, Puerto Rico y Filipinas. La bochornosa lucha por el trono español entre padre e hijo, Carlos IV y Fernando VII, éste último uno de los más incapaces gobernantes que ha conocido España, dio como resultado final la invasión francesa y el reinado sobre suelo patrio del hermano de Napoleón, Jose I, conocido por el pueblo como ‘Pepe Botella’. Sin embargo, la lucha era a nivel europeo y las potencias aliadas le ganaban, poco a poco, la partida a los hijos de la Revolución Francesa. Era la lucha de las potencias que deseaban mantener la Monarquía Absoluta contra las ideas liberales. Por eso la llegada de los franceses a España tuvo apoyo entre los ilustrados, también llamados ‘afrancesados’.
Después de una cruenta lucha contra el invasor extranjero, una guerra de guerrillas, ya se perfilaba el final para las tropas francesas. Derrotadas, emprendían la huida por el Levante español. Capitaneados por Soult se retiraba la tropa, apodada con acierto como ‘Los Bandoleros del Sur’, desde Cádiz, dejando a su paso un riego constante de saqueos y muertos por los pueblos de Andalucía y Murcia. Se dirigían a reunirse con el mariscal Souchet para intentar reconquistar Madrid. El propio Napoleón, según cuenta el historiador Francisco Salmerón, dejó escrito en sus memorias, realizadas en el exilio, lo siguiente relacionado con las tropas francesas que campaban por España: “las guerrillas se formaron a consecuencia del pillaje, de los desórdenes y abusos de que dieron ejemplo los mariscales. Yo debí hacer un escarmiento mandando fusilar a Soult, el más voraz de todos”. Pero no lo hizo y por ello tuvieron que pagar las consecuencias los habitantes de Cieza, entre otras poblaciones.
Asolaron Calasparra, Cehegín y Caravaca. Robaron reliquias, ganado, comida y todo cuanto se puso a su alcance. Una terrible horda de 50.000 hombres armados. Después de pasar por el Noroeste murciano acampan en la Venta del Olivo y, desde allí, deciden realizar una nueva incursión de saqueo. En esta ocasión le tocó el turno a Cieza y Abarán. Según Montes Bernárdez, se desplazan 8.000 soldados a la villa.
Durante los sietes meses anteriores la localidad no había tenido alcalde debido al asesinato del mismo por rencillas con los lugareños. Le habían descerrajado a tiros en la puerta de su casa en la calle Mesones. El asesinado alcalde respondía al nombre de Felipe Clemencín y se había hecho cargo de la villa tras la huida del anterior regidor, Antonio Aniceto Sánchez, cansado de soportar las sublevaciones de los ciezanos por aquellas confusas fechas. Clementín llegó con mano dura lo que provocó las enemistades de los lugareños. Hasta tal punto que más de una docena de encapuchados aguardaron a que saliera a la calle y lo asesinaron.
Así por tanto, cuando los franceses llegan a Cieza estaba recién instalado en el cargo de alcalde el moratallero Narciso de Rueda Ibarüen, según se cuenta porque nadie quería el puesto, algo lógico teniendo en cuenta lo que le había sucedido al anterior regidor. ‘Los Bandoleros del Sur’ entran en la localidad el martes 29 de septiembre de 1812 y permanecerán hasta el jueves 1 de octubre. Tres días horrendos que dejarían en la población unas secuelas que tardarían en curar dos décadas.
La horda francesa campa a sus anchas por Cieza. Soldados y saqueadores, muy superior en número y armamento, contra población civil. Poco podían hacer los ciezanos para defenderse. Entraron en las casas particulares y tampoco respetaron la Iglesia de la Asunción y San Joaquín. Todo lo que pudieron se lo llevaron, vaciando hogares y graneros de riqueza y comida.
Para completar la desoladora escena que se cernía sobre Cieza, que por aquel entonces contaba con 5.600 habitantes, en la misma época recorría la región, procedente de Cartagena, un brote de fiebre amarilla. Por tanto, a las víctimas dejadas por las tropas francesas hay que unirles las producidas por la fiebre. Argumenta el doctor Montes Bernárdez que al desaparecer el libro de defunciones de la parroquia los cálculos son aproximativos, y se estiman que casi 1.400 personas fallecieron en tres meses. Además, las sequías endémicas también provocaron más defunciones a causa de la hambruna. Cieza no volvería a llegar a los 5.900 habitantes, un poco más de la población anterior, hasta que pasaron 17 años, en 1829. Apunta Montes que, quizás, «la única alegría que les quedó a los ciezanos fue que los franceses se fueron contaminados de dichas fiebres camino de su Francia natal».
Las idas y venidas de ejércitos por distintos territorios a lo largo de la Historia han traído, por desgracia, escenas similares a esta. Saqueos, pillaje, asesinatos y violaciones que aún hoy en en día se suceden en las partes del mundo que sufren conflictos bélicos.
En 1812, Cieza atravesaba una época difícil ya que estaba cerca el final de la Guerra de Independencia contra Francia y al desgobierno central se unía el local. Con las penurias propias de una guerra sufrió, además, el saqueo de ‘Los Bandoleros del Sur’. Como decíamos al principio, Cieza ha resistido diversos avatares destructivos a lo largo de su historia, como fue la práctica eliminación de todos sus habitantes con la toma de la villa en 1477 por parte de las tropas granadinas. Sin embargo, ha conseguido recuperarse, con dificultad, a estos hechos lo cual, quizás, haya ayudado a forjar el carácter de sus gentes.