Otra oportunidad para renacer

ENTREVISTA

El ciezano Higinio Morote obliga al espectador a mirarse en su última exposición en ‘23 Navidades atípicas’ en la Galería Efe Serrano

Miriam Salinas Guirao

Renacer. Como la luz que se refleja en las manos porcelánicas del artista, que vuelve y vuelve. La piel que se adelanta a los ojos de Higinio Morote, porque siempre hay un poco más de sensibilidad que de orden en lo armónico, se eriza al comprender el deseo de creación: recuperar la Navidad, la magia, el sentido, mirarte. Formado en Historia del Arte, Bellas Artes y Patronaje y aprendiz pletórico de todo lo que exprese la belleza. Higinio creó una modistería en su tierra, en Cieza, pero crea con cualquier material que se permita moldear.

La exposición encuadrada en ’23 Navidades atípicas’ en la Galería Efe Serrano, podrá visitarse hasta el 20 de enero de lunes a sábado, de 11:00 a 14:00 y de 18:00 a 21:00 horas.

Higinio lo había pensado, mano a dibujar, idea espigada. Ha alumbrado la galería Efe Serrano con un propósito certero, con un mensaje esbozado en forma de canto alado, una exposición trabajada que, de tan armoniosa y lograda, incluye la adoración a dos boñigas y ni siquiera huelen.

Lo local: ocres y azules de Cieza se pueden ver en la representación del nacimiento de Jesús. En la natividad donde la Virgen María mira de frente, conocedora de su misión fundamental. Y con la Inmaculada con quien todo empieza. De Carlos III bebe Higinio, sin duda, del que fuera rey de Nápoles y quien trajera el belén.

“He conformado esta exposición relatando un montaje típico de belén, al menos en la primera sala: tenemos la primera escena, la anunciación, los pastores, luego una serie de tres ángeles que señalan hacia los nacimientos. En principio podría plantearse como algo muy barroco pero realmente es minimalista porque defiende el esbozo; intento plasmar dónde va la luz dónde va la sombra y el trazo. El resultado es una obra terminada”. Higinio creó el año pasado un belén monumental, una escena deliciosa: figuras armónicas, patrones, atuendos, detalles, joyas, tul, un Palacio de Liria y esta vez se deconstruye para crear de nuevo, para volver al origen, para renacer.

Todas las influencias caben en las manos del artista: “Defiendo mucho los localismos y aquí encontramos los colores de todas las casas de huerta, estucos, fachadas, fiestas, alberos, vegetación, agua”.

Los ángeles siempre tienen su lugar destacado. San Rafael, el protector, san Gabriel, el anunciador, san Miguel, el defensor, son lo que están llevando la buena nueva del nacimiento de Jesús y están dirigiendo hacia él. Cada uno de los ángeles tiene sus particularidades; siguiendo el esquema se confieren piezas únicas hechas exprofeso: “La mano nunca te va a permitir dibujar igual, nadie, ni siquiera uno mismo, puede hacerlo completamente igual, ni yo mismo me puedo autocopiar. San Gabriel de azul sigue una línea, san Rafael en verde, naturaleza y san Miguel, color tierra, guerrero”.

El artista se autodenomina Mariano: “San José es importante, pero en este momento de la Navidad, el centro es el nacimiento de Dios, un momento de renacimiento para todos porque hasta el mismo Dios vuelve hecho un niño. Para poder ver la luz del mundo, para ver la inmensidad del cielo tienes que mirar de nuevo. El nacimiento no se agota, es el misterio, una oportunidad nueva. Es lo íntimo, los padres y la criatura. Y es la Virgen la que tiene al hijo de Dios, ella nos mira. La Virgen es la elegida, es el enlace con Dios”.

La primera sala guarda el orden ceremonioso, cristiano y tradicional, pero la segunda sala se parte triunfal con dos relicarios encumbrados con el buey y la mula, igualando al oro eclesiástico, divinidad valiosa. Pero los relicarios no contienen leche de la Virgen, ni siquiera una trocito de cuerpo ni tela ni pelo, contienen dos boñigas. Latón, escayola, pan de oro, cobre, flores de talco.

No falta la adoración de los Reyes Magos. “Una escena llena de gente, de calor y los ángeles están sosteniendo un relicario, el corazón de la Navidad, que a día de hoy, lamentablemente, es un ticket regalo de El Corte Inglés. Es una crítica al consumismo irracional en el que nos envolvemos. Lo contrario a la oportunidad de renacimiento de este tiempo, ese ticket regalo va dirigido a Cristo, a Jesús. La Natividad nos está juzgando a nosotros directamente, como sociedad. ¡Un ticket regalo del Corte Inglés, para devolverlo encima! Siempre tenemos esa cosa, ese tener miedo de que no guste y siempre tenemos que dar un ticket regalo, lo que me parece aberrante”.

El autor ha diseñado una segunda zona más crítica, incluso con menos luz, más íntima, para la reflexión. Los lienzos miran los relicarios de la mula y el buey: “La luz escasa es fundamental porque al final son armarios, habitaciones  que custodian lo tocado por lo santo. En esta zona estamos jugando a la vanidad de vanidades, la sociedad corrompida por lo material por el consumismo, y este relicario lo que hace es traducirnos a nosotros, a la sociedad. La mula y el buey nos están mostrando la mierda que generamos, dos figuras redentoras que he querido recuperar”.

Al final el espejo mira al espectador, inmóvil, el espejo no hace más que reflejar al ser. De renacer a recaer, se comprende el deseo de creación: recuperar la Navidad, la magia, el sentido, mirarte.

 

 

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