María Marín: “Busco las palabras, el resto se lo dejo al tiempo”

ENTREVISTA

‘El desafortunado intento’, el poemario que quiebra lo cómico y acaricia lo trágico

Miriam Salinas Guirao

‘El desafortunado intento’ (Boria Ediciones) que sale de María Marín (Cieza, 1991) abrasa. Ceniza que no quema, que limpia como jabón de azufre: purifica y renueva. El intento malintencionado, que cae, que no puede; y existe un momento decidido, de querida gana, de hacerse real. Y aquí está, como todo lo vivido, quebrando lo cómico, acariciando lo trágico.

María Marín es graduada en Lengua y Literatura españolas por la Universidad de Murcia, correctora profesional de textos por la Universidad Europea de Madrid y miembro de La Sierpe y el Laúd. Ha colaborado con la revista ‘La Galla Ciencia’. Algunos de sus poemas han sido publicados en el fanzine ‘Carne para el perro’ y en la revista digital ‘El coloquio de los perros’; además ha participado en el ciclo ‘Poetas en cercanías’, organizado por el colectivo Letras de Contestania, de Alicante.

En las primeras páginas, en lo que normalmente son dedicatorias (casi siempre) al amor –intenso- de cualquier condición, María aprovecha para declarar sus intenciones: “Mamá, he estado pensando… Pero no te asustes”.

Daniel J. Rodríguez, en el prólogo, lanza dardos directos al pecho: “Músicos, poetas, pintores, amantes… (…). Su perseverancia es nuestro descanso; en su empeño truncado hallamos la paz y la posibilidad de afirmar que hemos vivido. Y ellos, fragmentados en su obre, al menos sienten que han rozado la Verdad con la punta de sus dedos”. Duele. Reconforta. “Aceptar la vida es firmar un pacto con el fracaso; y haber fracasado implica que uno le ha perdido la pugna al intento”. Y sigue: “María Marín logra que las manos que sostienen el libro, este libro, se queden sin armas ante una sinceridad imprudente y hermosa, bulliciosa y salvaje. Es esta confesión en dos tonalidades (recuerden, la grave y la burlona) un tesoro en forma de cuaderno diario, una acuarela hiperrealista, que no pierde el embrujo de la bruma que el agua aporta al pigmento, pero que muestra el mundo de María como es, en una suerte de honestidad brutal, que diría el argentino”.

Pregunta: Un gato mira un cementerio en la cubierta del libro, la ilustración es de Diana Escribano Henarejos,  el diseño de cubierta de Paqui Nadal.  Qué curiosos los gatos. Te dan lo que quieren darte, sinceramente intencionado. No desprecian ni un poco. En la obra los gatos no faltan. ¿Qué puede decirnos al respecto?

Respuesta: Siempre he adorado a los gatos, y cuando digo ‘adorar’ me refiero a todo lo que implica. Me gustan todos los animales, pero los gatos… con los gatos siento algo especial, a veces lo pienso y no encuentro las palabras. Para mí, sin duda, son dioses, igual que lo veían los egipcios. Cuando un gato te acepta te está regalando la más real de las confianzas, creo que conseguir el amor de un gato es de las cosas más complicadas que existen, porque es completamente sincero. Los gatos nunca duermen de peso si no se sienten cien por cien seguros; si consigues que un gato se duerma por completo junto a ti, te está considerando como a un igual. Y aunque nunca seremos deidades como ellos, para mí es un regalo inmenso.

P: Comienza el caníbal preguntándole a su psiquiatra, y siguen en la consulta, después, ya con ojos de otro paciente. Bendito deseo. Vestirse de caníbal suena apetecible. ¿Es la necesidad de apariencia demasiado humana para ser libre?

R: Estos caníbales van y vienen, desde luego, a placer. A veces son bastante molestos porque se atreven a cosas que uno mismo se intenta ocultar. También es este caso, creo que todos tenemos al menos un caníbal dentro, lo importante es dejar que se nos coma solo hasta donde puede empezar a hacernos daño. Yo llevo años intentando aprender a controlarlos, y todavía sigo. Hay días más optimistas que otros, y quizá nunca lo consiga, pero lo importante es nunca dejar de intentarlo.

P: La muerte, en broma y en serio, se cuela en su poesía. ¿Qué le hace sentir pensar en el final?

R: Todo depende del día, del momento, de cualquier cosa. Hoy te puedo decir que a veces me tranquiliza ¾aunque suene raro, que nadie se me asuste¾, que me calma reírme del final ¾¿hay un final?¾; pero quizá me preguntes mañana y te tenga que responder otra cosa, te tenga que decir que me da un miedo terrible el final de los demás antes que el mío, por eso a veces me siento algo egoísta teniendo la firme convicción de que no quiero que nada se muera antes que yo, y que por eso probablemente piense tanto en este tema.

P: En la lectura ‘De entendidos y esas cosas’, leyendo lo escrito sobre ‘los expertos’, la vehemencia prepotente del que siempre tiene un punto y final –claro-, es inevitable no asentir. ¿Cómo sobrevivir ante el ‘gilipollismo’?

R: Admiro enormemente a las personas que saben sobre cualquier cosa, pero detesto terriblemente a aquellos que lo impostan y tienen la necesidad imperiosa de demostrarlo continuamente. Es verdad que todos podemos ser alguno de esos “expertos” en algún momento determinado, por supuesto, pero hay matices. Claro que hay matices. Los expertos del libro no admiten la posibilidad de dialogar, no dudan, solo pontifican. Es justo ese el matiz: no escuchan. Y escuchar es fundamental para aprender. Escuchar es fundamental para todo en realidad. Si todos escucháramos un poco más, las cosas serían diferentes. Pero esa es otra historia.

P: Cuando la poesía se adentra en lo más cristalino del ser: “El mundo avanza inevitablemente hacia delante, aunque a veces parece retroceder. O quizás soy yo dando un paso atrás. (…) Les diré lo que sé: yo soy las personas que me quedan, que se quedan, que quedan, cuando yo también he decidido marcharme”, se quiebra algo por dentro. ¿Cura o hace sangrar este desnudo?

R: Dice en un poema María Elena Higueruelo: “No importa lo que duela:/ hay que esculcar en la herida/ para extirpar lo que la infecta”. Creo que es justo eso. Si hay infección, no hay más que escarbar y escarbar; hay que limpiar aunque sangre, aunque la grieta se agrande, aunque al final en el tiempo no se distinga entre herida y carne.

P: María consigue hacernos sentir parte de un rincón común. Escribe: “Llevo días sin dormir.

No es ninguna novedad. A veces pienso que es necesario no dormir para detenerse a uno mismo. Está demostrado que cuanto más tiempo pasas con la misma persona, más posibilidad tienes de acabar gastándote. Imagínate pasar veinticuatro horas contigo mismo. Qué disparate. De modo que el desprecio hacia uno mismo no es nada bueno, porque, ¿cómo te deshaces de ti mismo sin morir en el intento?”. La ansiedad y el insomnio se han quedado en esta bendita generación. ¿Necesitan los nacidos en los 90 más poesía?

R: No sabría decirte si más poesía, concretamente. No sé si la poesía podría recetarse, me imagino que cada persona necesitaría algo diferente dependiendo del momento y la situación. A mí me ha servido, no solo la poesía, todo tipo de literatura, pero también el gato o un café con mi madre, hablar de cualquier cosa con mi hermano o escuchar a mi padre hablar de sus paseos por el monte. En realidad cada uno debe buscar lo que le calme y utilizarlo cuando lo necesite.

P: Escribe: “¿Sabes? Las despedidas saben a tierra. Y yo mastico todas las noches un trozo de barro. Lo aguanto en la boca y trago”. La tierra aparece como símbolo de lo crudo, de lo real, ¿es el ‘aire’ un bálsamo para encajar lo vivo?

R: Cuando pienso en el aire, siempre me viene a la cabeza un pájaro, y lo que hacen los pájaros ¾tal como lo hacen ellos, quiero decir¾, volar por naturaleza, eso nunca lo va a conseguir el ser humano ¾aunque el mundo está bastante loco y quién sabe, pero desde luego no creo que lo vayamos a ver¾. Sin embargo todos acabaremos en la tierra, y también es de ella de donde crece todo lo demás. En realidad no sé hacia dónde va todo esto que estoy diciendo, pero ojalá pudiéramos ser pájaros aunque solo fuera una vez en la vida.

P: ¿Qué pasa ahora? ¿Quiere volver a publicar? ¿Está preparando algo?

R: La primera pregunta me la hago constantemente: al levantarme, al ir a dormir, al mirar al gato lavarse. No es mi intención publicar de momento, siempre hay cosas en la cabeza, pero hay que darles forma, tienen que reposar en el cajón, y lleva tiempo. Aunque, sí, hay una imagen muy clara que se me repite en la cabeza desde hace bastante. Busco las palabras, el resto se lo dejo al tiempo.

 

 

One thought on “María Marín: “Busco las palabras, el resto se lo dejo al tiempo”

  1. María Villa

    Maravillosa María,leerla,escucharla,cada palabra suya nos hace reflexionar de el mundo de otra manera.

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