Malmetiendo, según María Bernal

Malmetiendo

Decía John Lennon que “la vida es todo aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes “. Este error, el de querer planificar todo y más, no solo lo nuestro, sino también lo de los demás, metiéndose siempre en lo que a uno no le incumbe, está provocando que mucha gente sea presa de un continuo sinvivir plagado de una zozobra que no les permite que sean felices a pesar de las apariencias.

Que haya habido en los últimos días una presunta víctima mortal de violencia de género en nuestro municipio y que la preocupación de algunos usuarios por redes sociales haya sido querer saber su nombre o querer ver su foto muestra que se ha forjado una sociedad en los últimos tiempos a la que únicamente le pone el retorcimiento de las circunstancias. Esta vez por este lamentable hecho, otras veces, por cualquier asunto de la vida privada de las personas.

La hipercomunicación poco beneficio nos está dejando. La cuestión es que ya no nos comunicamos con el fin de transmitir una información, sino que se hace con el propósito de difundir unos hechos tergiversados que en muchas ocasiones acaban avasallando a otra persona. Lo que antes quedaba en petit comité ahora se expande como lo hizo el covid hace unos años, pero con la notable diferencia de que el SARS-CoV-2 era un enemigo científicamente invisible, y el hecho de meter las narices donde a nadie le importa es asquerosamente perceptible; por no olvidar que para lo primero hay vacuna que por miedo nos pusimos y que para lo segundo, que es cuestión de educación, a pesar de que existe un antídoto,  muchos no quieren suministrárselo porque su vida se alimenta de ese cotilleo y ajusticiamiento carente de principios sobre otras personas.

Asistimos, con constancia delirante a un bombardeo de la difusión de capturas de pantalla, de chismes por grupos de WhatsApp (el mayor error en el que entramos), de hipótesis, de tráfico de fakes o de memes de los que nos creemos la información parodiada y falsificada antes que contrastar con la  verdad; el cóctel perfecto para linchar con una dialéctica atacante a personas a las que no se les da la oportunidad de contar su versión, ya que como me “han dicho” esto, no hay peros que valgan.

Detrás de esa tercera persona del plural, dice la gramática que no se esconde nadie; que es un uso impersonal de la lengua debido a que no hay coincidencia entre el número del verbo y los agentes que ejecutan la acción. Sin embargo, todos sabemos que cuando lanzamos al aire las palabras de “me han dicho “, hay una serie de personas que se dedican a soltar por su boca todas las falacias que son capaces de crear, sin importarles los posibles daños directos y colaterales.

La gente malmete en la vida de las personas presumiendo como si fuera un fiel reflejo de la perfección, como si nunca se equivocara y como si tuviera siempre la solución para todo. Muchas son las personas que se creen dioses con una dosis exagerada de ego que te provoca arcadas cada vez que las oyes, ya que de sus bocas solo sale la palabra yo, y cuando deciden usar la del tú, es para criticar lo que ha hecho otra persona y…venga a pasar pespuntes por las máquinas de coser.

¿Conocemos las condiciones en las que está viviendo una persona para convertirnos en jueces de sus decisiones? No. ¿Nos hemos parado a pensar que a lo mejor nosotros en su lugar haríamos lo mismo? No.

Hace unos días, una persona conocida me contaba que se estaba separando de su pareja. Lo único que se me ocurrió decirle (porque lo demás no me importaba) es que si era lo mejor para los dos, y con un hijo que tenían en común, que adelante y que hiciera caso omiso a todo lo demás. Empezó a contarme, a pesar de que yo había dejado claro que no me importaban los motivos, ya que estos forman parte de la más estricta intimidad de ambos, todo lo que habían dicho de esta persona: barbaridades mezcladas con las estupideces que se esperan cuando ocurre algo así. Y entonces me imaginé a la manada de fieras despellejando esta decisión: “No le da vergüenza; no ha pensado en sus hijos; seguro que habrá una tercera persona; a mí me han dicho que es por problemas económicos; vaya una falta de respeto…”, entre tantas idioteces rebosantes de ignorancia a las que muchos nos tienen acostumbrados y de los que siempre hay que huir.

El tiempo libre es lo que hace que haya personas que se limiten a dictaminar lo que está bien o lo que está mal. En realidad, yo no las culpo, prefiero ignorarlas; tienen una vida demasiado vacía. Lo que sí creo es que hay que enterrar los falsos testimonios y trabajar más la confidencialidad, es decir, deberíamos llevarnos más secretos que nos cuentan a la tumba, a fin de cuentas, aquí no pintan nada.