Las plagas de langosta en la Historia de Cieza

Recorrido histórico sobre las repercusiones sociales y económicas que produjeron en la localidad de la Vega Alta

José Olivares García

Y cubrió la langosta la superficie de Egipto y se oscureció
la tierra; y no quedó nada verde en los árboles
ni hierbas en los campos…
”.

Éxodo (10, 15).

Desde tiempos antiguos la base económica de Cieza ha sido prioritariamente la agraria; de una u otra manera la mayoría de la población subsistía con los productos que se recogían de los campos ciezanos. De manera, el éxito de las cosechas determinaba decisivamente la economía y el crecimiento de la población. El rendimiento de los frutos del campo, en principio, dependía  de las técnicas y buenas prácticas desarrollada en los cultivos. Sin embargo, en algunas ocasiones, no bastaba con  el buen hacer de los agricultores ciezanos, pues otros factores, fundamentalmente ambientales, podían determinar que las cosechas llegarán o no a ser felizmente recolectadas. El clima ha sido siempre un elemento  determinante para un buen rendimiento agrícola, ya que la escasez o el exceso de lluvias podían dar al traste con las perspectivas de una buena cosecha. También influían, junto con la meteorología, las decisiones políticas, las guerras, las epidemias y las plagas biológicas. Entre estas últimas, la que más perjudicó a los campos ciezanos es a la que le vamos a dedicar el contenido de este artículo: las plagas de langosta, que donde llegaban devoraban toda la materia vegetal que encontraban a su paso, dando lugar a periodos de penurias e incluso de hambrunas que retardaba el crecimiento demográfico.

Métodos utilizados en la extinción de la langosta: de lo divino a lo científico

En el siglo XIV surge la creencia, en la península ibérica, que todas las catástrofes naturales de todo tipo podían tener su origen en entes demoníacos. Alcanzado este convencimiento, el punto más álgido, según Delumeau en su obra El catolicismo en la primera mitad del siglo XVII, para combatir estas amenazas, manifestadas en las plagas de langostas, las poblaciones  afectadas recurrían  a solicitar la ayuda divina mediante toque de campanas de las iglesias, agua bendita o reliquias de santos. Principalmente, el santo al que en España recurrían los afectados por las plagas de langosta era San Agustín. La devoción por este santo, como protector contra la langosta, dio comienzo desde su milagrosa intervención en la plaga que devastó los campos de Toledo en 1268. Además, se recurría a San Gregorio Ostiense, ya que eran famosas y muy usadas las aguas pasadas por el cráneo de San Gregorio. En cuanto a  la cruz de Caravaca, la primera referencia a su uso contra las plagas del campo data de 1384, fecha que supondrá el comienzo del rito conocido como ‘El baño de la cruz en agua’.

Asimismo, se aplicaban los exorcismos y conjuros, estos últimos muy utilizados durante los siglos XVII y XVIII. Uno de los especialistas más reconocidos en esta materia fue Mateo Guerrero Morcillo, de origen ciezano; cuya obra fue editada en Madrid en 1662 y  reeditada en Jaén en 1708 por orden del ayuntamiento y de la misma se imprimieron 50 ejemplares para luchar contra una plaga de langosta que azotaba los campos jienenses, conjuros contra tempestades, langostas, pulgón, cuquillo y otros animales nocivos, que dañaban e infestaban los frutos de la tierra.

El autor ciezano expresó, como objetivo primordial de su obra: “Aviendo delineado estos borrones con deseo de epilogar, en breve resumen todos los Exorcismo, y Conjuros defensivos, y ofensivos, armas con que cualquier indigno Sacerdote, y Exorcista, Ministros propios, dedicados y ordenados por nuestra madre la iglesia para este ministerio contra el poder del infierno, pueda combatir, y vencer a nuestro común enemigo, émulo de la triunfante, que ya no espera, el qual con tempestades, y calamidades de orugas, langosta, cuquillo, y otras; siempre procura nuestro daño”.

José Rodríguez Molina, profesor del Departamento de Historia Medieval de la Universidad de Granada, en su artículo Los insecticidas en la etapa precientífica, realizó la siguiente traducción de la edición de Jaén, que creo interesante incorporar parte de ella en este artículo Contra locusta et alia quacumque animalia fructibus terrae noxia. Exorcismo contra langostas y otros cualesquier animales nocivos a los frutos de la tierra.: “Primeramente, se advierte que se han de decir  tres missas antes de ir al conjuro que se ha de hazer. La primera ha de ser de la Santíssima Trinidad, con conmemoración de San Gregorio, obispo ostiense, y de San Pedro Mártir. La segunda missa ha de ser de la Santíssima Cruz de mayo, o setiembre, conmemoración de Nuestra Señora y de los Santos Apóstoles. La tercera missa ha de ser de la Septuagésima, con conmemoración a San Marcos y a San Luis, obispo de la venerable orden de N. P. S. Francisco. Y adviértase que se ha de llevar para hazer las ceremonias de la langosta lo que se sigue:

Primeramente, un caldero con agua y un brasero con brasas; el agua es para quando se dize en el conjuro: Et sumergat in profundum maris, arrojarlas en el agua; estas langostas han de ir en una olla a donde el sacerdote o exorcista pueda coger un puño dellas para hazer dichas ceremonias, que dize el conjuro que se ha de guardar en pisarlas, en echarlas por el aire, en quemarlas y en echarlas en el agua”.

Al famoso exorcista ciezano también le reimprimieron su obra en Granada, en 1757, con motivo de una terrible plaga de langosta que sufrió esta tierra andaluza con el título Principios para aplacar la ira de Dios. Medios para solicitar su misericordia, por la intercesión de María Santíssima., San Gregorio Ostiense, y otros santos, con el fin de lograr con exorcismos la extinción de las plagas de langosta, otros animales nocivos, que dañan, e infestan los frutos de la tierra, y contra tempestades. En esta edición se incluye  el diseño de su cruz para los conjuros contra las plagas de langostas. Guerrero recomendaba que este símbolo, que representa la victoria de Cristo sobre la muerte y el pecado, se instalara en un lugar que divisara los campos y colocase sobre ella ramas de olivo, palmas, agua bendita y una cruz pequeña que tendría que llevar el que conjurase para que fuese más eficaz en su labor contra las plagas. En la vecina Villa de Hellín, a mediados del siglo XVIII, se edificó en El Calvario, por el Camino de las Columnas, la Ermita de la Cruz de la Langosta, actualmente en ruinas.

Con un talante más científico que el presbítero Guerrero llega a Murcia, en la segunda mitad del siglo XIX, el polifacético Agustín Salido y Estrada, que fue ganadero, agricultor, abogado, historiador, periodista, investigador y político. Además, en 1875 fue comisario regio especial de agricultura para la inspección de las provincias invadidas por la langosta. Como gobernador civil de la provincia de Murcia en 1876 le tocó combatir una terrible plaga de langosta, lo que hizo utilizando sus conocimientos agronómicos y la ayuda del ejército, empleando las herramientas de exterminio contra este voraz insecto que Agustín Salido había perfeccionado, tales como arados de orejeras bajas, que en las zonas de ovación o de puesta de estos dañinos ortópteros que desenterraban  los canutillos (larva de la langosta); los arneros para cribar y así poder recoger las oteca; los buitrones, una especie de amplia sábana con un hueco con forma de manga en el centro, a modo de cazamariposas, donde quedaban depositas las langostas; o las ‘garapitas’, extensos lienzos hacia los que se ojeaba la langosta, donde se acumulaba y quedaban atrapadas al recoger el lienzo.

También se utilizaban cercados o ‘trochas’ formados por lienzos o sábanas dispuestos verticalmente, ojeando la langosta entre un grupo de personas agitando cualquier tipo de prenda, canalizando la langosta hasta una fosa donde caían y se las enterraban, cubrían de cal viva o prendían fuego. Asimismo, diseñó escobas y esparteñas langostinas, con suela más ancha de lo normal  para poder pisar y destruir cuantos más individuos posibles de esta terrible plaga.

Referencias sobre las plagas de langosta en Cieza

En las fuentes escritas de archivos y hemerotecas podemos encontrar numerosas referencias sobre la llegada e incidencia de oleadas de langostas mediterránea Dociostaurus maroccanus (Thunb.) a los campos ciezanos.  Fueron verdaderas catástrofes que ocasionaron pérdidas de considerable importancia, llegando a crear situaciones de penuria que perjudicaba la economía de la villa.

Sobre las continuas irrupciones de enjambres de langostas en la Murcia del siglo XV aparece valiosa información en el artículo de Juan Abellán El comercio cerealístico en Murcia durante la primera mitad del S. XV, publicado en la revista Murgetana y que ha llegado a mis manos gracias a Jesús Joaquín López. En este interesante trabajo el autor hace referencia a varios documentos de archivos de Murcia. En ellos se ven claramente dos periodos de plagas que van  desde 1406 a 1412. Tras un tiempo sin esta plaga, en 1438 nuevamente hay referencia en los archivos de que la langosta ha criado, haciendo presencia hasta 1445 de forma continuada las plagas de langosta en tierras murcianas. Para luchar contra ella en ocasiones se solicitaba la ayuda activa de toda la población, ya sean moros, judíos o cristianos. Se labraban los campos para que los canutillos quedaran a expensa de las inclemencias meteorológicas y de las aves, tanto silvestres como domésticas. También se recurrió al agua bendita pasada por la Cruz de Caravaca.

Según Ramón María Capdevila, el 7 de mayo de 1637 los alcaldes y regidores ciezanos recibieron la noticia de la existencia de algunas manchas de langosta en el término municipal. Para su control y exterminio nombraron a Antón López y Juan Gómez para que recorrieran los campos y delimitaran las zonas perjudicadas y así poder actual sobre ellas.

El 30 de abril de 1685, el gobernador del partido judicial de Cieza Fernando Francisco Guillamas y Narváez y los regidores de la villa acordaron requerir los servicios de un fraile del convento de San Francisco de Mula, que en aquellos tiempo gozaba de gran prestigio en la lucha contra estos voraces insectos, para que viniera a Cieza a hacer el conjuro contra las langostas antes de que se extendiera la plaga. Compareció el religioso y desapareció momentáneamente la plaga, apareciendo más tarde el 3 de julio. Nuevamente, las autoridades ordenaron luchar contra las plagas con todos los medios a su alcance. Una vez más, 1688, los enjambres de langostas aparecieron en varios parajes ciezanos, solicitándose pedir ayuda a Antonio de Medina y Chacón Ponce de León, obispo de Cartagena desde 1685 hasta el día de su muerte. Este controvertido siervo de Dios denegó la ayuda solicitada desde Cieza. El 15 de abril de 1694 aparecieron en varios puntos del término municipal manchas de langostas y el gobernador de Cieza Don Diego Ignacio Solórzano y Caro, Caballero de Santiago y Caballerizo Mayor de la Reina, mandó terminar con ellas por los daños que pudieran realizar en los cultivos locales.

Según Juan Carlos Trigueros, en 1709, Manuel Marín Talón, regidor perpetuo de la Villa de Cieza, fue nombrado por el gobernador Don García Ramírez de Arellano y el concejo ciezano para que desempeñara la labor de comisario para comprar grano, que por la falta de lluvia y una plaga de langosta escaseaba en los graneros municipales, con el objeto de dar sustento a los 420 vecinos que tenía Cieza según el censo.

Asimismo, Alfredo Marín Cano relata que en 1711 el Concejo de Cieza suplicaba a las autoridades la condonación de lo que debían por el pago de impuestos, por diversas desgracias. Entre ellas plagas de langostas que dejaron a los vecinos sin recursos económicos para afrontar dichos tributos.

Por su parte, Capdevila afirma que el 6 de mayo 1724 el señor gobernador Ramón Felipe Benavente y Maldonado convocó una sesión extraordinaria ante el alcalde mayor y demás señores regidores, y lo refirió así: «Que viniendo de Moratalla a esta, ha visto el término plagado de langosta, y precisa tomar medidas para evitar que entre en el de Cieza, y para atender a los gastos cree, el que dice, que se deben de sacar ocho fanegas de trigo del Pósito, para venderlo y atender a aquella necesidad, con toda urgencia».

Según nuestro querido cronista, los métodos utilizados para luchar contra la langosta en esta ocasión fueron el fuego y soltar pavos, y que se comieran a estos terribles depredadores de los cultivos. Nuevamente, el 4 de abril de 1726, la voracidad de los  acrídidos se hizo patente en los campos ciezanos. En esta ocasión, el concejo empleó 15 cuadrillas de obreros, compuestas de 10 hombres cada una, más las correspondientes caballerías para acarrear las antorchas de fuego para realizar la quema de estos indeseables visitantes, allí donde su presencia era más numerosa. Asimismo, Vicente Seguí Romá relata que en el bienio 1727-28 una plaga de langosta invadió los términos municipales de Jumilla y Cieza.

En La Introducción á la historia natural y á la geografía física de España, escrita por Guillermo Bowles, podemos leer: «El año de 1754 nació en Extremadura tal cantidad de hembras (de langosta), que en el siguiente inundaron la Mancha y Portugal, la calamidad se esparció luego por las provincias vecinas llegando la desolación en Murcia, valencia y los cuatro Reinos de Andalucía».

El mes de mayo de 1756 la plaga de langosta azotó los parajes de ‘El Taraón’, ‘La Corredera’ y ‘Los Charcos’. En esta ocasión se invirtieron 600 reales en el alquiler de 300 pavos que dieron buena cuenta de las manchas de langostas que encontraron a su paso.

En 1846 aparece en una hoja informativa de la Diputación de Murcia la inversión de 29.492 reales para la extinción de la plaga de langosta que asoló la provincia el año anterior. En el reparto que se hizo por pueblos a Cieza le correspondió una contribución de 702 reales.

Finalmente, el Boletín Oficial de la Provincia de Murcia número 96, del 24 de abril de 1902, anunciaba que a los propietarios de Cieza les corresponde abonar la cantidad de 540,66 pesetas para sufragar los gastos de extinción de la langosta en la provincia ese año. En  julio de 1916 el Consejo Provincial de Fomento de Murcia, respondiendo a la solicitud realizada por el ayuntamiento y el alcalde Juan Pérez Martínez envió a Cieza 500 litros de gasolina para combatir una plaga de langosta que atacaba el término municipal.

 

 

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