ENTREVISTA
El naturalista y escritor, Joaquín Araujo, inaugura en Cieza las VI Jornadas ‘Una educación para el siglo XXI: miradas desde las ciencias y las artes’
Miriam Salinas Guirao
“Todos mis poemas los escribe el paisaje”, pronunciaba Joaquín Araujo. Lo miraban centenares de ojos, embelesados quizá con la lírica. Es difícil presentarlo atendiendo a su oficio, a lo largo de su vida ha desempeñado 93 profesiones diferentes. Definirlo como naturalista permitiría albergar la máxima categórica que recorre su vida. En su currículo de 2018 se destaca su labor como escritor, periodista y director, como realizador, guionista y presentador de series y documentales de cine, como divulgador de temas filosóficos, ecológicos, literarios, biológicos y agronómicos, como conferenciante, fotógrafo, operador de video, técnico de sonido, como asesor y comisario de exposiciones… Pero él destaco, por encima de todo su labor como campesino: “Me considero ante todo un campesino. He dedicado más tiempo a cultivar la tierra que a escribir libros o a hacer películas. No es un lugar suficientemente transitado por los ecologistas pero para mí es inseparable, no consigo marcar ningún tipo de frontera entre cuatro conceptos básicos que para mí son uno solo: la cultura rural, el pacifismo, el feminismo y el ecologismo, son la misma cosa”.
Joaquín lleva más de cuarenta años trabajando en todos los medios y con todos los formatos, basándose en tan dilatada experiencia, pudo afirmar en el escenario de su conferencia, ‘El sistema educativo y la catástrofe climática’, que “los medios viven de la mentira”. Arrastró, a golpe de sentencia, a miles de profesionales libres que se dejan la voz, las manos y la mirada, para ofrecer información verídica, contenidos eficientes e investigaciones completas. También cargó contra los videojuegos, a pesar de ser un gran conocedor del mundo audiovisual. El formato, la forma, el quién o el qué, parece desdibujarse, mezclarse, imponerse y condenarse.
Fue el encargado de inaugurar en Cieza las VI Jornadas ‘Una educación para el siglo XXI: miradas desde las ciencias y las artes’ en el Aula Cultural de CajaMurcia – Foro por el Pensamiento y el Diálogo. Abrió la ronda de actividades con una conferencia plagada de referencias poéticas: “El agua bebe, la tierra come y el aire respira”, pronunciaba, con el magnetismo de un orador curtido, de una voz quebrada y sostenida. Ni el agua ni el aire ni la tierra deambulan en todas partes libres y puros. La desaparición de especies acecha a la biodiversidad del planeta: “Nos hemos convertido en aliados de la muerte. Es absolutamente trágico y todavía es más trágico que seamos pocos lo que consideramos que es trágico el que estemos perdiendo vivacidad y vidas. Si el gran invento de este planeta es la vida y el gran invento de la vida es la multiplicidad de ella misma y el gran invento de la multiplicidad es un sistema de autodefensa, ser muchos y diferentes, es la catástrofe, la tragedia esencial”, explicaba.
Y es el paisaje el que escribe sus poemas. La obra de Joaquín Araujo está cosida con la poesía: “Cuando he hecho las cosas más alejadas, aparentemente, como la divulgación científica siempre le he metido el pincel poético, siempre meto un fondo o un color”.
Sus más 100 conferencias en la Región de Murcia desde la década de los 90, le han permitido conocer las formas de la naturaleza y las vicisitudes de la agricultura. El estudio ‘Residuos de pesticidas en los suelos agrícolas europeos. Una realidad oculta al descubierto’ analizaba la presencia de 76 plaguicidas diferentes en 317 suelos destinados a la agricultura, de la investigación se extrajo que el 83 % de los suelos agrícolas de Europa contienen restos de uno o más plaguicidas. Como denunció Ecologistas en acción: “España lidera la venta de plaguicidas en Europa, según datos del 2018 de EUROSTAT. Conforme a los resultados del estudio, en España predominan los suelos contaminados con mezclas de dos a cinco residuos. Murcia presenta los mayores niveles de contaminación con suelos con mezclas de seis a 10 plaguicidas diferentes”. Con respecto a este asunto, Araujo lo tiene claro: “La forma de cultivar está contribuyendo con la catástrofe climática, son explotaciones en todos los sentidos, y es terriblemente injusto porque se obliga a una parte de la poca población que vive ligada al sector primario a ser contribuidores impuestos de la tortura que se le está infligiendo a este mundo, no solamente están explotados, sino que son agentes de la muerte, y de ahí no me bajo”.
El lenguaje de la naturaleza llega a unos pocos que pueden disfrutarlo: “El fracaso comienza cuando el distanciamiento se convierte en una exigencia, como ha ocurrido con el sector primario, el alejarse es introducirse en la ignorancia de lo que existe para que nosotros existamos, y la ignorancia es el primer paso para la violencia y la violencia es bumerang. Se empieza por desconocer la violencia de los actos convencionales y acaba dentro de nosotros mismos, todas las formas de contaminación toda la degradación paisajística, toda la pérdida de vivacidad y biodiversidad del planeta es algo que nos afecta a nosotros mismos. No saber que el modelo de vida en el que estamos es absolutamente contrario a la vida es una ignorancia básica. Si hay un camino, que es algo que tocamos cuando estamos en contacto con el sistema educativo, es precisamente empezar a aprender lo que es la vida, lo que nos conecta con la vida, lo que nos proporciona la vida, por tanto hay que escuchar el lenguaje de la naturaleza”.
Joaquín propone que el máximo de naturaleza entre en las aulas y que la mayor parte posible de la programación didáctica implique salir para estar en contacto con los paisajes: “Para mí el ideal, y lo he practicado, las pocas veces que he tenido responsabilidades en el sistema educativo, es estar en la naturaleza. Yo solo exigía a mis alumnos, fíjate, que vivieran conmigo en mi bosque, en mi soledad. Esto es un ejemplo minoritario, una anécdota, pero podría ser una norma. Podría ser un primer paso para entrar en contacto con los paisajes para poder contemplar lo que sucede lo que la naturaleza es capaz de hacer; literalmente ahondar en el concepto más prepositivo de la naturaleza que es: la convivencia. Esto es que por muy diferentes que sean los elementos básicos o los componentes biológicos de la naturaleza no dejan de convivir y por mis perversiones poéticas, para colmo, lo que intento es que se entienda que la belleza es la forma de expresarse de los árboles, de los aires, de las aguas, de los mares, de las olas, de las orillas y eso es evidentemente una fuente no solo de conocimiento sino de un grado de satisfacción. La alegría de vivir es absolutamente fundamental pero si estás en contacto con lo más vivo que hay en nuestros entornos… se trata de que el paisaje sonría y si el paisaje sonríe es posible que tú también”, concluye.
La naturaleza, podría aguardar, lánguida y sosegada, para recibir al ser humano, ahumado de la ciudad, asfixiado en lo laboral, carcomido en lo social, alienado en lo político, contaminado en lo alimentario, engañado en el hedonismo. Con un 48% de los trabajadores jóvenes españoles infrautilizado en el mercado laboral según la OIT, con un mapa vacío en lo rural, la naturaleza podría permanecer en una espera activa y nerviosa para recibir a los humanos. Que no escuchan ni oyen ni ven el lenguaje de la naturaleza, porque cada vez parece más lejana. Sentir la belleza de la naturaleza se torna un privilegio; encerrados en lo productivo, y es, justo, ese mismo productivismo el que desangra y sangra al ser y a la naturaleza. Un despiste de lo lírico. Una broma conjugada en unas manos llenas de callos, perdidas de fuerza, arrancando y envasando centenares de frutas y verduras, -de naturaleza- en un almacén, viendo la luz del sol por los cristales.