Historia y leyenda de la vetusta Feria y Fiestas de Cieza

   Entrada a la Feria de Cieza de finales del siglo XIX

La Feria y las Fiestas de Cieza poseen raíces, antiguas y distintas, que a lo largo del tiempo llegaron a fusionarse en un único evento. En este artículo conoceremos los orígenes históricos de ambas y la misteriosa leyenda que cuenta que el patrón de Cieza sudó cuatro veces durante su homenaje en el siglo XVIII

Javier Gómez

Una año más está próxima la Feria y Fiestas de Cieza en honor de su patrón: San Bartolomé. Actuaciones musicales, eventos, atracciones infantiles, representaciones y diversos concursos y festejos se han ido incorporando durante décadas para ambientar una semana entrañable, donde los ciezanos y las ciezanas literalmente ‘se echan a la calle’. En los últimos lustros se han hecho celebres el campeonato del Hueso de Oliva, el concurso de Arroz y Conejo y y el de los Autos Locos. Sin embargo, en este artículo queremos contaros la Historia, el origen y la leyenda que embarga la semana de fiestas de la localidad.

En primer lugar debemos distinguir entre las primigenias Fiestas de San Bartolomé y las de la Feria. Aunque ahora se celebran juntas en su origen no era así. Las primeras surgen en le siglo XVI mientras que las segundas tienen su origen merced a un edicto real que las otorgó a perpetuidad en 1801. La celebración de las Fiestas patronales en honor a San Bartolomé, de carácter religioso y lúdico, aparecen en la sociedad ciezana poco tiempo después del saqueo de la Villa por las tropas nazaríes de Granada y su posterior repoblación. Sin embargo, la Feria de Cieza surge por el deseo de la población, poco antes de la invasión napoleónica, de celebrarla. En aquellos tiempos, ambas celebraciones no solían estar unificadas en una única celebración en las poblaciones españolas.

Así por tanto, las Fiestas de San Bartolomé, como hemos mencionado, poseían un matiz eminentemente religioso y se conmemoraban el 24 de agosto, día del patrón, mientras que la Feria de Cieza se realizaba como un intercambio ganadero, artesanal y comercial y se celebraba del 16 al 23 de agosto. El edicto real que otorgó la Feria a Cieza, por parte de Carlos IV e impreso por el regidor D. Juan Marín-Ordoñez y Padilla, rezaba así:

«La Villa de Cieza ha obtenido real permiso, y facultad para celebrar Feria anual perpetua desde el día 16 de agosto al 23 de agosto de cada año, sin perjuicio del dominio, señorío y propiedad que tiene sobre sus Alcabalas, por compra que de ellas hizo á la Corona.

Á consecuencia de este derecho se tratará a todos los concurrente con las misma equidad, en quanto á la exacción de los que deban pagar, facilitandoles los demás auxilios conducentes á facilitar el trafico y comercio en que consiste mucha parte de la prosperidad de los pueblos.

Á pesar de la esterilidad del año presente y anteriores, se ha resuelto dar principio á la Feria en el corriente, y en los días señalados para su celebración, lo que por este se hace saber al Público».

Desde esa época, se instalaron, en las mencionadas fechas, confiteros y turroneros en la Plaza Mayor; los oficios artesanales y los productos huertanos en las calles próximas; y los feriantes de ganado en el extrarradio. Posteriormente, casi un siglo después, a finales del XIX, se trasladarían a la Esquina del Convento debido al crecimiento de la Feria en importancia y visitantes y a la falta de espacio en el casco histórico.

Ya hemos mencionado que las Fiestas en honor a San Bartolomé poseen una antigüedad de 300 años con respecto a la Feria. La devoción de la sociedad ciezana puede verse plasmada ya en el siglo XV cuando acaeció la invasión nazarí. A partir de 1714, se le comienza a rendir culto en la recién construida Ermita de San Bartolomé, que se halla junto a la antigua Casa de Encomienda, que actualmente se corresponde con los inmuebles número 1 y 2 de la Plaza de San Bartolomé, y lo que quedaba de la fortaleza.

Un poco más adelante, en 1722, sucede un hecho curioso que da origen a una misteriosa leyenda que todavía se transmite generacionalmente entre la población ciezana: La sudoración de San Bartolomé. Cuenta la leyenda, basada en el capítulo XXIV de la Historia de Cieza, a cargo de su primer historiador Fray Pascual Salmerón, que el día 25 del mencionado año se hallaba la población en la Iglesia de la Asunción, celebrando la festividad, cuando irrumpió una violenta tormenta en la localidad, como suelen hacer las nubes veraniegas. 

Inmediatamente, los ciezanos llevaron la imagen de San Bartolomé hacia la puerta del recinto sagrado para implorar su protección y evitar los daños de la tormenta sobre las cosechas. Los coetáneos aseguran que mientras la nube iba remitiendo en intensidad se podía apreciar la imagen del patrón sudando, hasta en cuatro ocasiones. De esta misteriosa leyenda quedó la frase popular que lo explicaba argumentando que la sudoración del santo «se debía a lo mucho que había trabajado en defensa de su devoto pueblo».

Otro hecho relacionado con las Fiestas se mantuvo en disputa durante 40 años. Atendiendo a las Actas Capitulares del siglo XVIII, éstas nos comentan el enfrentamiento entre la población ciezana y el Real Consejo de las Órdenes debido a las corridas de toros. En 1755, éste último pretendía suprimirlas al considerar que producían alborotos y hechos violentos entre la sociedad. Por otro lado, los vecinos de la población no estaban dispuestos a quedarse sin ellas y protestaron ante el rey, ya que alegaban que después de un largo año de trabajo se merecían dicho espectáculo. Finalmente, «a través de una Carta-Orden del gobernador del mencionado Real Consejo, en 1795, se procedió a otorgar una licencia para que se llevaran a cabo tres corridas anuales durante las Fiestas con la condición de que no fueran toros o vacas de muerte», apostilla Joaquín Salmerón Juan, director del Museo Siyâsa y del Servicio de Patrimonio Histórico del Ayuntamiento de Cieza.

Por tanto, estamos cercanos  a celebrar una nueva representación de la Feria y Fiestas de Cieza, que acabaron aunándose en un único evento y que poseen una antigüedad de más de 500 años. Donde religiosidad, festejo y leyenda tienen cabida y que, lógicamente, han ido adaptándose a los tiempos pero al mismo tiempo intentando reflejar su espíritu primigenio. Una muestra más de la extensa historia cultural de Cieza. Una nueva ocasión para reivindicar «lo nuestro» y disfrutar de las costumbres y tradiciones que durante siglos han impregnado a la sociedad ciezana.

 

 

 

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