El cuaderno de Antonio Balsalobre

Todo se transforma

El viernes 22, a las cuatro menos veintisiete minutos de la madrugada, comenzó el solsticio de invierno. Un acontecimiento mítico asociado al renacer de la naturaleza (empiezan a alargarse los días y a acortarse las noches) y celebrado por todo lo alto en su día por romanos, pueblos germánicos y muchas otras civilizaciones. No es pues una casualidad que desde hace algo más de quince siglos el cristianismo festeje la Navidad solo dos o tres días después de este renacimiento, el de la luz. Ni que lo haga con otro nacimiento, el del niño Dios. Una religión en expansión en un imperio en declive no encontró mejor manera de arraigarse que sustituyendo poco a poco un nacimiento por otro. Pero solo en el motivo de la celebración, no en su contenido. Es más, los siete días de fiestas desenfrenadas que duraban las Saturnales para celebrar este solsticio, con intercambio de regalos y decoración de árboles y casas, se han ampliado, al incluir nochevieja y reyes. Y todo esto para qué. Pues para deciros que aquí también, aunque no lo parezca, se hace realidad aquello de que nada se crea, nada se destruye, todo se transforma. Lo que no cambia es mi deseo, sea cual sea lo que cada uno celebre, de que pasen unas muy felices fiestas y tengan un próspero año nuevo.

Rosas y pan blanco

Moustaki declaró en una de sus canciones “el estado de felicidad permanente”. Algo que ya había proclamado en nuestro país, por cierto, aunque como objetivo, la Constitución de Cádiz en 1812, en su artículo 13. Y lo hizo porque en su opinión “el sufrimiento es sacrílego cuando hay para todos rosas y pan blanco”. No puede uno dejar de glorificar estas declaraciones tan utópicas, pero tan humanitarias y fraternales al mismo tiempo, cuando se cruza con cifras tan desestabilizadoras como las que ofrece por ejemplo OXFAM. Esas que indican que hay en el mundo 2.640 multimillonarios, y que casi más de la mitad de la riqueza mundial les pertenece, cuando gran parte de la población vive con menos de 10.000 dólares al año. Y lo peor de todo es que esta desigualdad económica está fuera de control. Contraprogramando a Moustaki, parece como si algunos -aun habiendo rosas y pan blanco para todos- se hubieran propuesto decretar el estado de iniquidad permanente.

Noche de abrazos

1 de enero de 2024. Salto de la cama temprano para ver amanecer (las nocheviejas ya no son lo que eran) y darme de bruces con el nuevo año. Para recibir a “la Aurora temprana de dedos de rosa”, que diría Homero, y que empieza a iluminar el perfil de la Sierra de la Pila. No es un día cualquiera me digo, pero también puedo entender que algunos piensen que lo es. El aire tiene hoy para mí algo especial. Es como si viniera cargado de “un frescor de transparencia” (esto se lo robo a Jorge Guillén), como si suspendidos en él cruzáramos otro Rubicón (nunca son muchos). Parafraseo la canción de Serrat planteándome que este puede ser un gran año, y que “aprovecharlo o que pase de largo depende en parte de mí”. Luego desayuno leyendo la prensa digital. Nada nuevo, sino que son muchos los retos que quedan por afrontar, muchas las injusticias por combatir, muchas las guerras por desactivar. Constato que, como en mi caso, fue una noche de abrazos y buenos deseos para la mayoría. O que una minoría se ensañó ante la sede del PSOE en Ferraz con un muñeco colgado que representaba al presidente del Gobierno. El año nuevo es para todos, pero para algunos parece que viene con los mismos “cuelgues”.