Diego J. García Molina analiza la política nacional después de las elecciones

Y ahora, ¿qué?

Y ahora, ¿qué? Esa es la pregunta que muchos nos hacemos en estos momentos tras conocer el resultado de las elecciones al Congreso y al Senado. También, ¿por qué ahora y antes no? En referencia, obviamente, al pacto entre Podemos y PSOE; tratemos de analizarlo.

Empecemos por lo más sencillo: hace 6 meses, tras la convocatoria electoral anterior, me aventuré a pronosticar una guerra a muerte en la parte derecha del espectro ideológico donde uno de los 3 contendientes tendría complicada su supervivencia, y efectivamente así ha sido, quizá más rápido de lo que me esperaba. Como explicaba, en mi opinión, 3 partidos por encima del 10% de voto (en la derecha) era excesivo, no hay corral para tanto gallo. Los 3 partidos tenían la espada de Damocles sobre su cabeza, y eran quizás sus errores los que los sentenciarían. El PP con su renovación Casado-García Egea y el distanciamiento en el tiempo de los casos de corrupción le ha permitido mantener el tipo y remontar desde el desastroso resultado de abril. Vox ha continuado con su discurso rupturista, situándose, no solo enfrente de los partidos poco dados a defender la Constitución, sino de todos los partidos en general, sosteniendo ese ellos o nosotros que tan buenos resultados da a los partidos populistas. Por el contrario, Ciudadanos, el partido que supuestamente en mejor situación estaba ha dilapidado su crédito en unos pocos meses.

Este partido, como es sabido, arrancó en Cataluña con el objetivo de combatir el nacionalismo excluyente catalán, y sus colaboradores necesarios, como el partido socialista catalán. De hecho, era casi una escisión de aquel partido y se nutrió de esos votantes con un marcado perfil socialdemócrata y de centroizquierda. Tras el salto a la política nacional y conseguir ser primera fuerza en la región catalana dejando al PSOE bajo mínimos allí, se convirtió en una sería opción de gobierno, a pesar de que su propósito original era servir de apoyo a los grandes partidos para conformar mayorías evitando cesiones injustas al nacionalismo chantajista, el cual siempre conseguía privilegios en las sucesivas negociaciones para conformar gobiernos cada vez que no se alcanzaba mayorías absolutas. La existencia de Podemos y la fidelidad electoral socialista en el resto de España le impedían continuar ampliando su electorado por la izquierda; es por ello que, aprovechando la debilidad del PP, abandonó oficialmente la socialdemocracia girando hacia la derecha para intentar dar la puntilla a unos populares a la deriva. Las encuestas de aquel momento los situaban como primera fuerza, pero en estas llegó la famosa moción de censura contra Rajoy; el resultado todos lo conocemos.

Tras las pasadas elecciones se negó a ser muleta de nadie, su razón de ser, lo que llevo a muchos votantes a dar su voto por desperdiciado y a votar ahora a otro partido. En Cataluña, su principal nicho de votos, ya no se le veía como el único defensor del constitucionalismo, por lo que muchos electores volvieron al PP y otros depositaron su confianza en Vox. Los continuos cambios de opinión, las oscilaciones entre el centro derecha y el centro izquierda, su identificación por la prensa como integrante de la terna derechista, y la crisis interna ha hecho el resto. Su base era más endeble de lo que ellos mismos pensaban, y un partido nutrido principalmente por trásfugas de otras formaciones y oportunistas, ante la primera crisis seria, ha terminado en desbandada, con unos resultados que prácticamente firman el acta de defunción, y la dimisión del líder desde su fundación hace 13 años, circunstancia de la que no suelen recuperarse estos partidos de aluvión.

Por el otro lado, empezando por el final, los desencantados de Podemos al final no eran tantos y el partido de Errejón se ha quedado en unos míseros 3 escaños. No creo que su experimento tenga más recorrido, al final el elector busca el voto útil. Con respecto a Podemos, ha perdido otros 7 diputados con respecto a abril y el PSOE 3, a pesar de las grandes expectativas que le daba su oráculo de cabecera pagado por todos los españoles Tezanos, al frente del CIS. Los socialistas han perdido 700.000 votos y la mayoría en el Senado, todo un exitazo su órdago de repetición electoral.

Entonces, ¿ahora qué? Por lo pronto Podemos y PSOE han aparcado sus diferencias y con el abrazo de los cínicos han sellado su colaboración. La rapidez del anuncio quizás se deba a tratar de evitar que les arrojen sus contradicciones y declaraciones anteriores a la cara, eventualidad que de todas formas no han evitado. No obstante, todavía están muy lejos de la mayoría lo que les obliga a mendigar el apoyo del nacionalismo supremacista de PNV, Bildu, ERC y JxCat, quienes exigirán más privilegios y cesiones a cambio de un voto a favor o una abstención, nada nuevo bajo el sol. Si consienten será un error que los españoles castigarán en la próxima cita con las urnas, además de que será imposible una gobernabilidad a medio plazo. Cada medida a aprobar por el gobierno de coalición izquierdista requerirá del permiso de sus socios, y poner de acuerdo a tanto partido pidiendo imposibles se antoja harto complicado. Veremos qué sucede.

Pedro Sánchez decía hace unas semanas que el 95% de los españoles no podría dormir tranquilo con Podemos en el gobierno. Imaginad entonces si añadimos al resto de compañeros de viaje. El socialismo en general, dirigentes, cargos y afiliación deberían analizar y decidir de una vez que quieren ser de mayor, ya toca; o bien un partido útil de verdad para el progreso de este país, y volver a un periodo largo de estabilidad y generador de riqueza o continuar agitando las más bajas pasiones de los españoles buscando obtener un rédito electoral que nunca llega. Como partido más votado debe negociar el apoyo del Partido Popular para asegurar la presidencia y la gobernabilidad. Pudo hacerse en su momento con Ciudadanos pero ese barco zarpó y hasta ha naufragado. Ni siquiera hablaré de la sentencia de los ERE que tanto afecta al PSOE, es el momento de ser generoso, pasar página y hacer sacrificios y cesiones en aras del bien común. Obviamente, ese apoyo de los populares no puede ser gratuito, igual que sucederá con el de Podemos o los nacionalistas. Solo que en este caso no se tratarían de exacerbar las diferencias entre españoles o agravar la crisis económica con medidas que se han demostrado erróneas, sino de afrontar con garantías y firmeza los desafíos a la convivencia de este país y empezar a revertir las desigualdades que el abuso nacionalista ha creado entre regiones. Es algo de sentido común, no lo veo tan complicado.

 

 

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