En el primer tercio del siglo XX un artista envíaba, desde Cieza, medallas al mundo
Miriam Salinas Guirao
En el primer tercio del siglo XX no faltaban artesanos en Cieza. Esta vez, rescatamos un nombre con apellido propio que se configuró como un referente en la zona, un “artista” que grababa con los metales. Su taller ha pasado desapercibido en la historia ciezana, y sin embargo, sus trabajos llegaron incluso a sufragar parte de la corona de La Fuensanta y a incluirse en la inauguración de una iglesia de Marruecos. Principalmente, Diego Buitrago creaba medallas. La medalla según María Luisa Vico en ‘La medalla editada en España (1950-1980): testimonio artístico de la época y campo de experimentación de las nuevas formas artísticas en el siglo XX’ es un objeto generalmente de metal y forma circular que figura como un soporte particular dentro de las formas artísticas. “Estas pequeñas piezas adaptadas a la finalidad de conmemorar se caracterizan por el empleo de una escala pequeña que le da un carácter íntimo, la dualidad de anverso y reverso, que ofrece la posibilidad de un juego metafórico único, y una leyenda que acerca poesía y arte, lo que les otorga posibilidades que no poseen otros lenguajes plásticos. La medalla se expande, desde su origen, pareja al crecimiento de una clase social que la emplea como elemento de difusión, para ensalzar acontecimientos o hechos reseñables”.
Diego apostó por la amplitud de miras, y por el crecimiento del negocio en el ámbito regional y nacional: insertó anuncios en prensa de impacto en todo el país, tanto en El Imparcial en 1921, como en los medios murcianos. En su anuncio en la prensa regional Diego Buitrago se proponía como la fábrica de medallas de aluminio más barata que ninguna otra de España y Extranjero. Realizaba trabajos especiales por encargos para Comunidades Religiosas: acuñación en plata y oro de medallas de todas ciases. Poseía la gran especialidad en reproducción de medallas en plata turquín y artículos de propaganda. Producía medallas estampadas y caladas en oro y plata, disponía de un gran surtido de placas artísticas, regalos de primera Comunión… Y ampliaba el trabajo a una sección de ‘escultura y talla’ dedicándose con especialidad a los trabajos de: alto y bajo relieve en madera y metales, arte y escultura cristiana con imágenes de madera, figuras de fantasía (escultura profana en madera o escayola), placas conmemorativas en bajo relieve y escultura decorativa. Añadía en su anuncio del primer tercio del siglo XX que construía andas y tronos en madera con incrustaciones en metales. Además en Murcia respondía un representante por él, Leopoldo Ayuso.
El 4 de octubre de 1921 las medallas de Diego Buitrago salían en la prensa nacional. La Época daba noticia de las 1.000 medallas de plata turquín, con la imagen de la Patrona de la Iglesia, hechas exprofeso para repartir el día de la solemne inauguración de la iglesia de Nador en Marruecos.
En El Tiempo aparecía en 1923 en octubre que el establecimiento de los señores sucesores de Nogués, en Platería 53, disponía, a la venta, de las “bonitas medallas” de aluminio fabricadas por el “notable artista de Cieza”, Diego Buitrago, que llevaban la imagen de la Virgen y el letrero de constituir un donativo para la Coronación de la Fuensanta. Costaban según el tamaño y la forma: la más pequeña, diez céntimos; la mediana, quince céntimos y la grande, cincuenta.
El 28 de enero de 1923 en Nueva Cieza se hacían eco de la visita del Gobernador de Murcia, Enrique Isabal Pallarés, abogado y político español, y de su paseo por varios lugares ciezanos, incluido el taller de Diego Buitrago: “Esta gran fábrica desconocida para muchos ciezanos, la elogió mucho el Sr. Gobernador por su importancia y por sus innumerables objetos artísticos: le fueron presentados todos los modelos y su dueño le obsequió con algunas producciones que agradeció y ponderó en cuanto valían.”
Tres años más tarde, en 1926, se informaba en La Verdad de Murcia de la apertura de un nuevo establecimiento en Platería, 46, de Diego Buitrago.
En España la creación de medallas tiene una tradición más tardía que en el resto de Europa según la investigación de María Luisa Vico. Ella alude a “motivos históricos” para referirse al desarrollo con respecto al resto del continente. “La gran cantidad de metales preciosos, que afluyen a las cecas de nuestro país y a las colonias de América, provoca que los talleres se ocupen exclusivamente de labores monetarias ante la necesidad constante del aumento de producción. Surgirá algún intento por activar la labor hacia la medalla pero los organismos oficiales, como las Casas de Moneda, desatienden este movimiento reduciéndose a la aparición de alguna pieza conmemorativa de producción privada. Hasta el siglo XVIII no encontramos piezas que son las precursoras de nuestra medalla. En la segunda mitad del siglo XX una serie de circunstancias, (…) favorecen su desarrollo e incorporan a la medalla planteamientos y soluciones plásticas que aportan un cambio de sentido al objeto medallístico. Este objeto responde a características propias y distintas a las de otras especialidades artísticas. A la vez, guarda un conjunto de valores que no se hallan en otros objetos que se plasman en la particularidad de mantener su propósito conmemorativo y, además, dotar a la pieza de una intención artística”.
El metal de las monedas y medallas, por suerte, perdura, también entre páginas y revive la historia de Diego Buitrago. En ‘Talleres y Fábricas de fichas. Una historia de principios del siglo XX’ se hace mención de una línea de ocupación del taller diferente a la anunciada en su publicidad de la época: “Pequeña fábrica de medallas ubicada en la localidad de Cieza. Pocas referencias se han encontrado salvo que estaba especializado en medallas religiosas, aunque existen evidencias de que fabricó fichas para casinos. Su marca de fábrica es ‘D Buitrago Cieza’, como así atestiguan las fichas de juego encontradas, están fabricadas en un material poco común que parece zinc y alguna de ellas presenta un motivo religioso como la cruz de Caravaca que hace pensar que se utilizaron en alguna sociedad de la región murciana”.
En un artículo de Linea sobre Cieza de 1977 se rescataba la fábrica de Diego Buitrago, “dedicada a medallas y metalización de galvonoplastia, casi única de España por aquellas épocas”.
Además, tras la jubilación de Buitrago, recogió el testigo su discípulo Francisco Penalva y posteriormente sus descendientes. Actualmente el negocio se llama sucesores de Francisco Penalva López. Por tanto, un siglo después el legado sigue vivo en Cieza.
Las creaciones de Diego Buitrago persisten más que la memoria de su contexto, su legado, en tonos plateados, persiste, seguro, en algunos rincones del mundo.