Cieza en los tiempos del cólera

   Imagen de R. Corrido ‘El Colera’  José Guadalupe Posada. Col. Particular Ramón Aureliano. (elmagazindemerlo.blogspot.com)

Sanguijuelas, alcanfor, hielo y viborera: los métodos decimonónicos  para curar el mal

Miriam Salinas Guirao

Era inevitable: el olor del esparto, del trabajo labriego, del romero y de las aguas del Segura le recordaba siempre el destino de los lugares contrariados. Parafraseando a Gabriel García Márquez, aunque no sea el amor el centro de estas breves letras.

El siglo XIX es un fecundo baúl de episodios fundamentales. De entre los anales desempolvamos el capítulo de las epidemias. Concretamente las del cólera, que se llevaron las almas de más de 800 ciezanos.

¿Qué es el cólera? El cólera morbo asiático es una enfermedad infecciosa que produce diarreas caracterizada por deposiciones acuosas abundantes, pálidas y lechosas, semejantes al agua del lavado de arroz. Se transmite por la contaminación de las aguas y alimentos por vibriones coléricos.

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En Historia de Cieza, volumen IV. Cieza en el siglo XIX. Circa 1808-circa 1930. Cambios económicos y sociales de una sociedad agraria, se encuentra el indispensable artículo de Remedios Sancho Alguacil, licenciada en Historia Moderna y Contemporánea y jefa del Servicio de Archivo y Biblioteca del Ayuntamiento de Cieza, ‘Estudio y evolución de la población’. En su investigación Sancho Alguacil detalla las epidemias de cólera en Cieza. Establece que desde 1833, y en varias oleadas que se sucedieron hasta 1885, el cólera invadió España. Por primera vez entró en la provincia a través de Mazarrón en septiembre de 1833. Y llegó a Cieza en julio de 1834.

Esta primera epidemia costó identificarse: los primeros fallecidos en los partes médicos figuran como “cólico”: “El 7 de junio, Isidora Sáenz, una mujer casada de cincuenta años, fue la primera víctima del cólera en Cieza, aunque oficialmente murió de cólico. Desde esta fecha hasta el 23 de agosto murieron a causa de la epidemia 102 adultos y oficialmente ningún niño”, expone la historiadora en su artículo.

El médico e historiador Antonio Ballesteros Baldrich explica en el artículo  ‘Medicina y médicos en la historia de Cieza. Siglos XVI al XIX’ del libro Del curandero al médico. Historia de la medicina en la región de Murcia, que “si no se había identificado la causa, el tratamiento también era ‘suigeneris’, se empleaba para combatirla una fórmula llamada ‘polvos de viborera’, denominada así por uno los componentes de la fórmula magistral, la ‘viborera’, que era una planta de carácter astringente a la cual se sumaba miel, goma arábiga y substrato de magnesia… la posología era dar dos cucharaditas, cada cuarto de hora, más agua fría. Misma o parecida fórmula que se supone utilizarían en 1855, cuando nuevamente el cólera asoló nuestra población”. El remedio con viborera aparecía hasta en el Boletín Oficial de la Provincia de Murcia del día 29 de julio de 1834. En La Paz de Murcia de 11 de octubre de 1865 se nombraba el ácido fénico como un remedio eficaz, también el método del Dr. Hoffman realizado con  alcanfor. “Otro de los medios profilácticos empleados (una de las teorías de la época afirmaba que la enfermedad se transmitía por la atmósfera) consistía en hacer grandes humaradas en las calles con leñas olorosas, durante la epidemia de 1834 en el municipio de Murcia se destinaron 10.000 reales a este fin”. (Remedios Sancho Alguacil, ‘Estudio y evolución de la población’).

La epidemia de 1855 causó su primera víctima el 1 de agosto y la última el 19 de septiembre (Ibídem). Un año antes comenzaron en la localidad a tomar medidas preventivas como el establecimiento de un facultativo en la entrada del pueblo con el fin de identificar las personas enfermas que llegaran.  El historiador e investigador Ricardo Montes Bernárdez coincide en señalar la cifra de 253 ciezanos fallecidos durante esa epidemia.1

Pocos años hubo de respiro, pues en 1859 el cólera volvería a Cieza. Fue el brote “menos mortífero del siglo”, recalca Sancho Alguacil: “La inundación que se sufrió en septiembre, auspiciaba la fácil propagación de la epidemia si la localidad era contagiada. Así podemos leer las lamentaciones del Ayuntamiento, sintiéndose impotente, cuando reconoce que el día seis de noviembre se registró el primer caso de cólera y que no puede hacer frente a todos los gastos que se avecinan”.

Las medidas fueron: suspender las escuelas, guardia de dos facultativos para la noche, más un  sangrador, cuatro sábanas más para el hospital de coléricos, cuatro hombres para conducir cadáveres y una camilla para la conducción de enfermos que ”se tenga bien entendido que los enfermos que no sean pobres deberán pagar a los facultativos… pero de la clase media para abajo o sea colonos en pequeño, menestrales pobres, jornaleros y otros de esta clase, serán asistidos gratis (Archivo Municipal de Cieza. Acta de la Junta de Sanidad 23-X-1860).

El cólera de 1865 llegó con preaviso. Su aparición en Valencia alertó al Consistorio ciezano. La penúltima epidemia colérica se llevó a 104 fallecidos (43 párvulos y 61 adultos, 33 varones y 28 mujeres), produciéndose el primer óbito el 30 de septiembre. La epidemia duró hasta el 28 de noviembre y en el transcurso de la misma fueron afectadas 301 personas (Remedios Sancho Alguacil, ‘Estudio y evolución de la población’). Ese mismo año se celebraban las elecciones para diputados provinciales, en La Paz de Murcia de 3 de noviembre de 1865, se hacía mención a una petición desde Cieza para aplazarlas al encontrarse “las personas acomodadas, que suponen el común de los electores” huidas debido a la epidemia. Sin embargo votaron 108. “Nos parece que en esto habrá algún misterio, y que esta será una votación con cola, porque hay que advertir que la referida epidemia está allí ahora en su periodo álgido”, acusaban desde el diario.

La epidemia colérica de 1885 costó al país la pérdida de más de 120.000 vidas de los 17 millones de habitantes en el país. La provincia de Murcia sería la cuarta de España en el número de fallecidos. En Cieza no fue la más devastadora pero sí la que más se recuerda y, por su coyuntura económica y social, la más dañina.4

Ante el temor al mal se cerraron las escuelas y se solicitó la bendición del obispo del nuevo cementerio por la cercanía a la población del antiguo y por su reducida capacidad, se construyeron  lazaretos y se prepararon habitaciones en el hospital de San Pedro. A pesar de todas las medidas adoptadas, la primera muerte se registró el 29 de junio.

Para hacer frente a la epidemia, el Gobierno concedió 2.375 pesetas: 375 en una primera fase, y 2.000 en la segunda y última. De estas, 375 pesetas fueron para las víctimas, 54 para sanguijuelas y 140 para nieve consumida por los enfermos. Así lo refleja la historiadora, Remedios Sancho en su artículo. Durante le epidemia, era común que marcharan las personas con posibles y así lo hizo hasta el secretario del Ayuntamiento de Cieza, que abandonó su puesto (La Paz de Murcia, 15 de agosto de 1885). Aun así, las familias no lograban librarse del cólera: “Nuestro distinguido amigo don Manuel Moxó ha tenido la pena de ver invadido a su simpático hijo de la enfermedad reinante: felizmente no ha tenido fatales resultados esta desgracia, y ya se encuentra el joven enfermo completamente restablecido” (Diario de Murcia, 29 de julio de 1885). También hubo alabanzas para los militares residentes que “con motivo de la epidemia colérica”, prestaron sus servicios recogiendo y distribuyendo limosna, ayudando a las autoridades locales y asistiendo y ayudando a las víctimas de la enfermedad (La Paz de Murcia, 1 de agosto de 1885)

Manuel Moxó Ruano, ciezano que según las crónicas superó la enfermedad
Manuel Moxó Ruano, ciezano que según las crónicas superó la enfermedad.

 

 

Una tónica tras las epidemias fue la de dar las gracias a Dios por el fin del mal. Aunque aparecieron también “versos impíos, en desprecio de las prácticas piadosas con motivo de la epidemia”, aquello inspiraron los que publicó El Diario de Murcia el 14 de agosto de 1885: “¿Tienes Fabio la errada presunción de que es signo de ciencia la impiedad? ¿Por ello, pretendió tu vanidad ostentar ante el mundo irreligión? Desecha tan quimérica ilusión: no vuelvas a ofender nuestra piedad: que ante el pueblo cristiano es necedad y… desdicha y… escándalo tu acción. Párate y reflexiona: el firmamento, de Dios pregona, con inmenso grito, la grandeza, la gloria, y el portento. Y Jesús espirando en inaudito sacrificio de amor, al hombre atento, no es un sabio que es…Dios, ser infinito”.

Retomando el origen novelado… -¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo?-, preguntó en El amor en los tiempos del cólera Fermina Daza a Florentino Ariza… su respuesta no fue por las pandemias ni por las epidemias, pero dio con la clave que sacude a los seres humanos, a los vivos e incluso a los inertes. Respondió: “Toda la vida”.

 

 

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