Cerveza, patria y José Antonio Carrillo, por José Marín García

Cerveza, patria y José Antonio Carrillo

En Cieza no es difícil tener amigos y amigas cerveceros/as de altísimo grado de tolerancia a la rubia espumosa. Las marcas suelen olímpicas o casi galáctico-olímpicas. Y ya que hablamos de temas olímpicos y aprovechando que el Pisuerga pasa por El Menjú, no quisiera dejar de nombrar al comienzo de este escrito a un hombre que lleva décadas fabricando campeones: José Antonio Carrillo Morales. Canela fina. Yo le conozco solamente de vista. Alguna vez que otra, mientras él estaba tomando un piscolabis en la barra del antiguo Forri, he aparecido yo por ahí para pedir cambio para tabaco, cosa que no me gustaba hacer en presencia de todo un entrenador por ese pudor deportivo de pulmones limpios; alguien que merece un respetazo. No soy yo mucho de admirar en plan idolatrar, quizá sólo a mi padre idolatre, a José Antonio Carrillo es otra cosa, es como si me atrapara el síndrome de Stendhal, o algo así.  A este hombre grande habría que dedicarle en cada esquina de Cieza un grafiti con su cara, pero no un grafiti mierdero de estos que ensucian, sino un grafiti en condiciones, realizado por profesionales como Perico Camacho o Isa Rodríguez, y con frases motivadoras que seguro el entrenador tiene bastantes en la buchaca. Cualquiera que pasara por esas esquinas tendría a buen seguro una frase para mejorar, prosperar, coger impulso para superar su malestar, incluso el malestar por la fractura de esa España añorada, e ir quitando peso a la lista de espera de psicología en los ambulatorios.

A ver si el bueno de Tomás se hace eco de estas palabras y propone mi idea, que lo mismo atrae a turistas huérfanos de frases que les rescaten e incluso les hagan adivinar el camino hacia una recuperación cognitiva de una lesión rebelde de menisco. Ven a la sanación, ven a Cieza.

Volviendo al tema cervecero, se me caen todavía las lágrimas al rememorar el grado de conciencia cívica, de filosofía de vida, de arte y estilo, gentes con diez litros en el cuerpo en ayunas, litros abiertos con las cuencas de los ojos, recogiendo bolsas de gusanitos tiradas en cualquier parte de la ribera de río. Pisoteando, con una ira bíblica, latas de refrescos para que ocuparan menos espacio en las papeleras mientras lanzaban gritos a la luna llena sobre por qué no hay cámaras de televisión, micrófonos sobre las mesas de esas reuniones de partidos políticos tras unas elecciones. Tras el encargo del rey para que un candidato intente formar gobierno (lo del rey tiene también su miga), menudo cabreo pilló Juan Pedro, que se tiró al río a recoger un neumático y llevarlo a un contenedor porque no hubo ni una cámara ni un micrófono en esa ronda de consultas, solo ruedas de prensa posteriores, o sea, te quitan la salchicha y te dejan el trozo de pan más duro que la cara de Feijóo. Así que una pantalla gigante para que sigamos todas las negociaciones habidas y por haber. ¿Por qué tanta discreción? Ellos y ellas trabajan para nosotros, no nosotros para ellos y ellas. Puertas abiertas, que corra el aire. Negociaciones en los patios de los colegios y después churros con chocolate, y para los/las alérgicos y alérgicas algo que puedan tomar sin problemas. Posteriormente, todos y todas a plantar árboles subvencionados por la casa real, y si alguien está pachucho a leer los eslóganes de las esquinas de las calles de la Cieza sanadora. La democracia no es el juego del escondite, la democracia no debe esconder nada. Esto no es apretar un botón de una biblioteca y que se abra una estantería que da un pasadizo y después un habitáculo secreto donde puede estar sentado cualquiera; cualquiera y no lo vemos: un super inversor y prestamistas que quieren aire acondicionado, champan y fresas en su féretro y miles de millones para pagarle al barquero.

España se descose y, como barcos a la deriva, los territorios se desanclan y viajan por el mar en busca de un puerto de buena esperanza. Pero son solo recursos de expresión subjetiva, muy respetables, huelga decir.

El marco legal establecido en la Constitución de 1978 ya en su preámbulo dice: “Proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones”. Y en su artículo 2: “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”.

El estado, visto así, parece un imán que integra en su poder de atracción a diferentes identidades y sensibilidades, y, además, protege a esos pueblos y nacionalidades dentro un único estado.

No suena mal la fórmula establecida en la Constitución, y supongo que este punto acabaría con un montón de minipartículas de cuero cabelludo por los suelos constituyentes. Reconocimiento, protección, solidaridad, no son palabras que llamen al cabreo patriótico, digo yo. Indisoluble unidad de la nación española, y dentro de ésta un reconocimiento expreso a las demás nacionalidades existentes ¿Qué ocurre, que los constituyentes se inventaron a la carta unas pre-demos identidades y las asumieron en la Constitución en plan el cuento del sapo que no sabía nadar para que luego, a los años, tuviéramos Sálvame Tomate?

¿O es que esas realidades sociales, políticas y culturales ya existían y había que darles cabida en un ente mayor al que tenían que darle una mano de barniz consensuado? ¿No funcionó bien el experimento hasta el año 2006?

Claro, si a mí me reconocen mi identidad dentro de un marco más amplio y cuando voy a poner el caganer en el belén me dicen que mejor ponga una copla y me olvide de hostias, entonces, lo mas normal es que piense que me están tomando el pelo. Y esto moviliza porque toca en las emociones identitarias. Pero había, miopes, escépticos de una España plurinacional y unida, representantes políticos del Partido Popular, empeñados en preñar la asimilación de identidades en óvulos castellanos que no querían sardana. Recurso al Estatuto de Cataluña. Mas polarización, más encontronazos, lío a la vista, lío que fue.

Se recurre entonces al descabello de los que pensamos de forma diferente a esa España en la que se expulsan identidades, nacionalidades y lenguas. ¿Qué no hicieron PSOE y PP cuando tuvieron sus mayorías en el parlamento? ¿Chistear a Catalunya y Euskal Herria y cantarles: Pi-chi, es el chulo que castiga…? ¿Qué no hicieron?

De todas formas, todo esto suena un poco a humo cuando la patria es tu casa que no es tu casa es del banco, todavía; cuando te cuesta un huevo y parte del otro pagar tu patria, cuando no hay vacaciones por otras patrias y te quedas frito y sin desodorante en tu patria, cuando te vomitan de tu patria incluso con errores administrativos y no hay más que diez patriotas ayudando, que están como tú, famélicos y con un sueldo de mierda que te está provocando un ulcerón de caballo de tanta ansiedad y perdiendo el sentido de tu ser cuando no te has tirado ya por la ventana volando voy volando vengo y la misma miseria que te hace que te crezca una barba de pobre al segundo de afeitarte con una cuchilla oxidada y tu hija que quiere montarse en los carruseles y no tienes ni un puto duro ni a quién acudir y sales a buscar chatarra mientras esperas al menos a cobrar antes de que termine la feria para comprarle a tu hija algodón de azúcar y un viaje en la masa mirando de reojo las libretas y los libros que pronto empieza el cole y no le viene un pantalón ni una camisa y tu empujando a tu hija para abajo para que no crezca tanto y si se rompe el calentador estamos perdidos porque ha venido él seguro del coche y ni Aristófanes sabe cómo explicar esta crisis existencial por mucho que mire al cielo y a todo esto agarrados de las manos esperando a los del casco y la porra que nos van a poner calientes antes de echar a la puta calle a Marisol de 80 años y en silla de ruedas. Y si no cuando la patria es tu coche, o la calle, engánchate a la patria que vienen curvas. Agur. El dentista lo dejamos para dentro de dos o tres meses.