Insultos, por María Bernal

Insultos

Si hay una opción en las redes sociales que más demuestra que la libertad de expresión es ese principio que nos permite escribir los que nos da la gana sin tener en cuenta algunas veces los posibles daños colaterales, esa es la de comentar en las distintas publicaciones diarias que se producen.

Recuerdo que FaceBook empezó siendo un perfil social en el que se mostraban fotografías de viajes, de eventos, además de que servía como un canal de publicidad bastante importante para la productividad de las empresas. Con el paso de los años ha quedado claro que estas plataformas se han convertido en un diario íntimo y personal, casi de inexcusable deber para el ciudadano activo en redes, con la diferencia de que mientras que nuestros diarios de la infancia manuscritos con nuestra más sincera letra llevaban candados y quedaban sepultados bajo nuestras lecturas profundas de todo lo que nos pasaba, ahora se ha elegido airear todo y se ha cambiado el diario del candado y las dos llaves pequeñas por una ventana sin rejas ni cristal; sin filtro, colándose todo tipo de información.

Hemos cambiado el diario por los perfiles sociales para hacer comentarios que están provocando faltas de respeto desmesuradas no solo a través de las pantallas, sino también cara a cara. La crispación política siempre ha sido el escenario perfecto para que algunas personas se agarren al insulto fácil, lo normalicen y, como está sucediendo últimamente, hasta lo disciplinen.  Y ahora que no faltan motivos para la convulsión social porque el actual presidente del gobierno ha metido la pata y hasta el fondo, ese trasiego de memes con insultos no cesan.

Pero en política el insulto barato que se envenena por esa sed de poder no es moda ahora que ya se ha formado gobierno (recordemos que los indignados del 15 M llamaban asesinos a sus contrincantes). Lo que ocurre actualmente es que quizá se está difundiendo más este tipo de actitud que saca al ogro más perverso de algunas personas cuya única misión es injuriar porque no está de acuerdo con las decisiones políticas que se están llevando a cabo. Pero si empezamos a afirmar que es motivo suficiente para llamar hijo de puta al presidente del gobierno, se está dando a entender que ante cualquier decisión que tome cualquier persona, va a estar bien visto que insultemos por no estar de acuerdo.

Manifestarse ante cualquier injusticia que atente contra los derechos de los ciudadanos es de sabios, yo lo he hecho muchas veces en defensa de la educación pública. Ahora bien, convertirse en escraches y corear todo lo que se les antoje a los manifestantes no se justifica por la libertad de expresión, ya que ha de haber un límite; el del respeto. En Ferráz se “ha mandado a los moros al zoo”, se ha insultado a las mujeres políticas de la oposición y se ha increpado a la policía, todo esto liderado por Santiago Abascal y Ortega Smith que en lugar de hacer una lucha justa, están optando por hacer apología a la violencia; díganme de qué presumen y les diré de qué carecen.

Llevamos muchos años de insultos y palabras malsonantes entre los representantes políticos. Las jornadas en el Congreso se han convertido en meras jaurías indomables como si de peñas de adolescentes se trataran, con la diferencia de que los adolescentes son aspirinas efervescentes y los adultos ya deberían haber domado y asentado la compostura que tanto descuidan.

Para colmo, estos que dicen ser representantes políticos de España no se cortan ni un pelo a la hora de hacer un uso políticamente incorrecto del lenguaje. Recordemos a Isabel Ayuso y su “hijo de puta” a Pedro Sánchez. Encima ella, con pocas luces como tantas otras veces ha demostrado, sale por la chorrada de la fruta para después justificar que se lo merecía porque él, otra persona de cuidado, la difamara a ella y a su familia. Encima, para quedar moralmente por los suelos afirma que a lo mejor los demás habríamos hecho otra cosa, pero que ella es ella. Claro, señora presidenta, a partir de ahora a los chavales a los que les damos clase les vamos a decir que cuando se metan con ellos empiecen a insultar a diestro y siniestro y que se vaya al garete todo lo que llevamos trabajado en círculos de convivencia. Tengamos en cuenta que todos estos comentarios que ven en todos los vídeos de Tik Tok se convierte en pan suyo de cada día. Y he aquí el problema, que las peores actuaciones de los adultos son las que mejor imitan a los niños y jóvenes; los insultos los absorben como esponjas, aunque luego no sean capaces de hacer la o con un canuto.

Corren malos tiempos para la política, asistimos a un panorama donde mientras que unos se empeñan en hipotecar, con vistas a una pérdida del país a costa del poder supremo (reprochable sin peros que valgan), otros se han sumergido en una protesta que se aleja de las leyes del buen comportamiento y del buen ciudadano (es de tener la cara muy dura ser político y reprender a los cuerpos de seguridad del Estado) y que se basan en la mala educación que tanto los caracteriza. Mientras tanto y sufriendo por las generaciones venideras, que cualquier providencia nos pille confesados.