Habemus Papa

                                  Habemus Papa

Por fin. Ya tenemos papa. En este caso presidente, que para lo que nos atañe es lo mismo. La gestación del gobierno ha sido más larga que la natural en el ser humano. Casi once meses han pasado desde la primera votación. En España siempre nos hemos caracterizado por hacer las cosas a última hora, pero en esta ocasión se ha batido un record nacional; en la era democrática, claro está. Ya sabemos que los asuntos de palacio van despacio. Pero un poquito más de interés no habría estado de más, que el salario lo seguían cobrando. Aunque a mí no me sorprende. Después de cinco siglos habitando por estas tierras, pocas cosas son capaces de hacerlo ya.

Desde que los Católicos ensamblaron el suelo patrio (o remendaron de mala manera; que existen opiniones de todos los colores, y yo precisamente no guardo un bueno recuerdo de su nieto) hemos padecido más épocas de desgobierno que de estabilidad. Y de ello doy fe. Yo mismo encabecé una rebelión hasta que me descabezaron. Literalmente. Como diría Pérez Reverte: España es un gran país formado por gente encomiable, con sus grandezas y miserias, pero con unos pésimos gobernantes.

Y esta no es cuestión baladí. A pesar de que muchos considerarán que en poco les afecta, de las decisiones gubernamentales dependerá el presente y el futuro de sus vidas y hacienda. También del IBEX 35 y del Fondo Monetario Internacional, puesto que en múltiples ocasiones es complicado diferenciarlos a todos.

Hemos asistido durante el último año, impertérritos, a una estudiada, en ocasiones grotesca, interpretación teatral. Ciudadanos se apoderó del papel de bueno de la película argumentando que anteponía el interés nacional a su propio interés orgánico. Loable acción si no fuera porque también se puede interpretar como una irrefrenable ansia de estar en todos los posibles gobiernos y un constante miedo a que se repitieran las elecciones y los populares les arrebataran más votos. Además de su veto constante a Podemos. Los de Iglesias, por su parte, insistieron en un gobierno de izquierdas por el que tampoco fueron capaces de echar el resto (situación imposible hasta que los progresistas no sean capaces de superar su histórica, y en ocasiones cainita, división), y también vetaron a Ciudadanos. Deberían de tener cuidado ya que en una situación similar yo perdí la cabeza. Vieja política para los nuevos partidos. Y qué decir del PSOE, que vive la mayor crisis institucional desde su creación y que ha sufrido un golpe de estado en toda regla. Sus propias luchas internas han dejado sus vergüenzas al descubierto. Sánchez, obstinado en su bunker, fue decapitado, al igual que yo en su momento, por una medradora Susana Díaz. Luchas internas las hay en todos lados y si no que le pregunten a Iglesias y Errejón, pero es necesario tener visión de estado; algo que no debería estar reñido, más bien unido, con la visión del interés ciudadano. Por otro lado, Izquierda Unida ha sido el funambulista que ha paseado por el alambre, sin red, y que ha basado su supervivencia en un pacto con Podemos. Y todo ello ante la complaciente mirada de Rajoy. Un hombre paciente y seguro de que la corrupción que afecta a su partido y su deficiente gestión, aunque le reduciría muchos votos, mantendría a sus más fieles y le otorgaría el primer puesto (pero ni hablar de mayorías).

Tanto políticos como gurús mediáticos (que se han equivocado sistemáticamente en la interpretación, como en el caso del Sorpasso) se han mostrado como ineficaces intérpretes del resultado electoral y, por tanto, de la voz ciudadana. Que no es tan difícil. Los ciudadanos, por dos veces, les han manifestado su intención de que lleguen a un acuerdo en el que todos deben ceder para ganar.

Muchos ciudadanos piensan que era necesario formar gobierno y evitar unas terceras elecciones. Argumentan que el mundo (principalmente esos entes fluctuosos y desconocidos que son los mercados) nos pedía estabilidad y alegan el gasto que supondría acudir de nuevo a las urnas. Sin embargo, el gobierno no ha escatimado gastos en retiros dorados (Wert y Trillo), en obras faraónicas (majestuosas pero abandonadas e inservibles) y prebendas varias. Pero sí en educación, sanidad y prestaciones sociales. Vamos, el chocolate del loro.

Nos hablaron de la austeridad como único remedio y obviaron a Keynes. Después de la Gran Depresión del 29, las medidas e inversiones de gasto público de este ministro inglés (además del gasto para la carrera armamentística de la segunda gran guerra) consiguieron reflotar la economía mundial. Pero no. Europa (mejor dicho Alemania) apostó todo al rojo. Y el resultado se puede apreciar en los países europeos del sur (entre los que estamos).

Hoy es domingo y tampoco pretendo aburrirles ya que probablemente tengan cosas más importantes que hacer. Aunque, como decía anteriormente, esta no es cuestión baladí. Esperemos que nuestros políticos interpreten correctamente los designios populares y se pongan manos a la obra. Esta vez en serio. Lo contrario sería incidir en la mayoritaria creencia popular (las estadísticas del CIS lo corroboran) que les otorga la peor valoración profesional. Algo que, quizás, deberían aplicarse los medios de comunicación (la segunda profesión peor valorada).  Así, por tanto, esperemos que nuestro sumo pontífice no siga por la línea errática anterior y dialogue, pues ya no hay mayoría absoluta. Y el dialogo, precisamente, es lo que se echa de menos en España. Además, tendrán que hacerlo porque nos espera una legislatura intensa y movidita. Y ya veremos si breve también.

 

 

 

 

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