El sistema sanitario bajo el prisma de María Bernal

Un sistema sanitario agrietado

Imaginen que, después de la retención de IRPF a la que nos somete el Estado mes a mes, sin contar, ¡claro!, con  los trimestres fiscales o el IVA de los maltratados y olvidados autónomos españoles, fuéramos una mañana o una tarde cualquiera al médico porque estamos enfermos. Una vez allí, imaginen que nos dijeran que no nos pueden atender al instante (cuando debería de ser así, si la inversión en Sanidad fuera la justa y más que necesaria), porque delante de nosotros hay muchas personas y solo hay un médico, una enfermera y un celador, que a su vez tiene que realizar el trabajo del único administrativo del hospital, el cual se ha tenido que ir a casa porque estaba con fiebre.

Imaginen, si son resignados y su enfermedad puede aguantar, y comprendan la atención que vamos a recibir de dos personas que llevan horas y horas  y horas trabajando sin poder apenas parpadear. Pero al igual que los maestros, estos también viven muy a gusto.

Son muchos los episodios de impotencia por parte de facultativos, enfermeros, auxiliares y de pacientes ante una realidad muy pero que muy preocupante a la que asistimos cada día: desesperación, cansancio por culpa de esos turnos inacabables, imposibilidad de formación porque no hay más de veinticuatro horas en un día (y estas las emplean para descongestionar consultas y salas de espera) insultos, agresiones…

Corremos el riesgo de que la peligrosidad de este asunto se multiplique. Y de tal peligrosidad, que parece estar en vías de expansión, no  queremos darnos cuenta. Y es que en un futuro no muy lejano, vamos a lamentar (si es que no lo estamos haciendo ya) el hecho de que muchos especialistas desistan ante una situación que es inadmisible e inhumana,  y se larguen en busca de un lugar donde puedan realizarse como los grandes expertos que son y merecen. Sus razones de peso tienen para tomar determinadas decisiones que, en mi opinión, son mucho más que respetables y comprensibles, porque el que tenga narices que aguante este martirio y encima esté en sus manos la salud de una persona.

Asistimos, pues, a un sistema sanitario que, con el paso de cada minuto (un periodo de tiempo tan crucial para la salud de cualquier paciente), se está desintegrando, tambalea sobre unos cimientos agrietados por el pasotismo y la despreocupación de los verdaderos responsables que, desde arriba, son los únicos que pueden poner solución  y, a poder ser, de manera urgente.

Sin embargo, han pasado unas elecciones en las que Sanidad parece haber quedado en el olvido. Aunque sí hay partidos que han hablado sobre este asunto, es cierto que lo han hecho con tintes de interés electoral, es decir, con el objetivo de hacer oposición, ignorando la consideración que habría que tener ante un tema tan neurálgico.

Y miren que podríamos, bueno, no podríamos, tenemos que presumir de ser uno de de los países cuya Sanidad es la mejor de toda Europa, y la segunda o tercera del mundo; pero no gracias al político de turno( porque pocos son los que merecen un mejor apreciación) al cual le toca gobernar durante una legislatura, sino que, tal afirmación se debe a que tenemos a los mejores (y en mayúsculas) especialistas, a esos cerebros tan eficientes y por ende, venerables que, a pesar de las vergonzosas carencias presupuestarias que los están casi aniquilando, todavía siguen generando serotonina, de una manera inexplicable, para poder atender a enfermos, para no bajar la guardia, para ser humanos, para ser casi perfectos, para evitar el flaqueo que, cada equis horas de trabajo, se apoderan de ellos, y que tan bien saben esquivar y ocultar.

Por un lado, contamos con unos gerentes(a los que no tengo el gusto de conocer, pero sí la osadía de decirles que no parecen estar haciéndolo bien) de los distintos servicios de salud que hilvanan un proyecto para cada centro en el que existe una precaria contratación de personal.

Atendiendo a dicha precariedad tal gestión consiste en un convenio de poco personal ya que es de la única manera a través de la cual, las personas que abren el grifo del dinero pueden llenarse los bolsillos. Mientras tanto, aquí estamos los españoles con cara de tontos, trabajando a diestro y siniestro para tener una calidad de vida que no existe en este Estado, porque esos que se creen candidatos únicos para gobernar se pasan determinadas realidades por la planta de los pies, por no escupir otras palabras. Somos un cero a la izquierda para nuestros representantes. Y a ustedes no sé, pero a mí el tema de la salud me preocupa,  me desconcierta, me agobia, es decir, me toca mucho la moral el hecho de pensar en qué va a ocurrir en un tiempo cercano con nuestro sistema sanitario.

Por otro lado, cabe destacar la pasividad del pueblo cuyo único cometido es resoplar, criticar y echar mierda sobre cualquier persona que los atiende y, en muchos casos por motivos obvios como la escasez de personal, no pueden hacerlo de la manera más correcta. Y en lugar de tener la valentía de la que tanto presumen, dándose golpes en el pecho, para ir al lugar correspondiente a ponerse todo lo gallitos que son capaces de ser, se ensañan con el personal que quizá haya trabajado durante turnos perpetuos(a los que hay que echarles huevos para soportarlos), y en cuyas cabezas en lugar de conocimiento tal vez haya, después de una larga jornada de trabajo, un mono tocando los platillos, porque ellos están llegando a la extenuación física y mental.

Estamos hartos de asistir a una explotación laboral en todos los campos; pero pienso que la mayor inversión que debe hacer un gobierno tiene que ir dirigida para aquel pilar que va a velar por nuestra vida: el de Sanidad. Hace falta muchísimo dinero. Hay que ser inhumano, insensible y gilipollas como para pegar un tijeretazo presupuestario y tirar por la borda más de cien años de iniciativas que los pensadores de la Ilustración empezaron para conseguir un proyecto de Sanidad pública que resultara ambicioso y deseado por todos los países del planeta.

Estas dificultades de financiación, así como los problemas de relación, unión y control entre los diversos servicios estatales son realidades que ignoramos. ¿Saben lo que implica este desvergonzado descontrol? Que la atención sanitaria pierda calidad (un dato que no nos debería dejar dormir). Es obligatorio  formular nuevas estructuras. Nosotros no somos merecedores de no tener accesibilidad inmediata a ese medio por el que tanto pagamos mes a mes.

Nuestros médicos no merecen el trato casi vejatorio al que son sometidos continuamente, máxime si tenemos en cuenta que están mal remunerados para la labor tan trascendente que desempeñan. Ellos también son personas, se equivocan (recuerden que nosotros tampoco somos perfectos), y aunque no deberían, hay que tener en cuenta que la Medicina no es un ciencia exacta y que, por desgracia, cuando todo parece seguir un curso adecuado, se presenta una complicación y rompe todos los esquemas de un posible y efectivo tratamiento.

Hagamos justicia social para reivindicar lo que nos corresponde por ley, sin que estos servicios se vean afectados por las tijeras de los recortes, esas que tan bien  utilizan ante realidades tan importantes como la expuesta anteriormente, y esas que esconden a la hora de nombrar asesores, esas personas innecesarias y que, a diferencia de los médicos, nunca salvarán nuestras vidas.

 

 

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