El mundo de hace un siglo abre un capítulo negro, frío y complicado de relatar
Miriam Salinas Guirao
Hace casi 100 años encontraban los restos de un hombre cuya historia quedó difuminada. El cadáver lo hallaban en la cima de la Sierra del Oro. Todo apuntaba al suicidio. Su nombre y el momento exacto de los hechos se contradicen en las informaciones.
El primer testimonio que se consultó fue publicado en el libro de Joaquín Gómez, El madroñero y la piedra del gallo. Ubica los hechos en verano, en julio de 1927. “Cuando tuvo que subir la Justicia y toda su jerarquía con el fin de descolgar el cadáver de un hombre ahorcado, ya que el infortunado cuerpo estaba en lo más alto de la Sierra del Lloro (o del Oro), y cuyos restos pertenecían a un pastor ya cuarentón llamado Hilario, soltero, de estatura media, moreno, de mirada inocente, muy obediente y trabajador.» En el epílogo del capítulo de la obra de Gómez explica que el pastor Hilario se llamaba en realidad Jesús Reconcón Bermúdez, natural de Cieza. El nombre de Hilario era el apodo para sus amigos. Según este testimonio el cadáver apareció “a menos de treinta metros del llamado punto geodésico de altitud sobre el nivel del mar, marcado por los ingenieros, y a unos quince metros está la línea divisoria que separa los términos municipales de Abarán y Cieza. Justo en ese lugar, pendiendo de un pomposo y robusto pino con grandes brazos, que le sirvió de cúpula, estuvo el cadáver durante once meses, donde disecado por el sol del verano, balanceado por los vientos del otoño y empapados por las lluvias del invierno, permaneció allí hasta el hallazgo del leñador”. Gómez asegura que los familiares de Jesús lo buscaron por todos los lugares posibles.
En la prensa
El 7 de febrero de 1928 en El Liberal de Murcia se publicaba: “En la cúspide del monte denominado del Lloro, del término de Cieza, ha sido encontrado el esqueleto de un cuerpo humano. Se encontraba dentro de las rodas de un hombre. Inmediatamente se dio aviso a la Guardia Civil, la que se trasladó al lugar del hallazgo, instruyendo algunas diligencias. De los bolsillos de la americana se le sacaron algunos papeles por medio de los cuales pudo ser identificado. Se trata de un individuo llamado Jesús Gómez Morales, de cuarenta años de edad, el cual hacía ya cinco meses que salió de su domicilio sin que nadie supiese su paradero. Parece ser que Jesús se suicidó, pues en el cuello de su esqueleto fue encontrada una soga alada y en la rama de un pino próximo otro trozo de soga rota por la acción del tiempo. Del hallazgo se ha dado cuenta al Juzgado.”
Esta información sitúa el descubrimiento en febrero, habla de cinco meses de desaparición y asegura que el nombre de la víctima es Jesús Gómez Morales.
De la misma fecha es el artículo aparecido en el diario El Tiempo titulado: “Desapareció hace seis meses y ahora aparece su esqueleto». En este artículo se informa sobre el hallazgo de un esqueleto de un hombre en la cúspide de la sierra del Lloro. “Este se llamaba Jesús Castillo López quien desapareció de su casa hace unos seis meses sin que se diera con su paradero. El cadáver ha sido encontrado devorado por alimañas y conserva una soga atada al cuello sujeta a un pino. Jesús Castillo se desesperó y atentó contra su vida ahorcándose en un sitio no descubierto hasta ahora. El juzgado de Cieza interviene en el suceso.”
En esta información, como en las anteriores se habla de un suicidio, de un ahorcado, coincide en el nombre con las otras dos, pero no en los apellidos.
No era un caso aislado
El cadáver de la Sierra del Oro no fue el único suicidio de la Cieza de hace un siglo. Poco después del hallazgo, en marzo de 1928 en Levante Agrario se informaba: “En Cieza ha ocurrido una desgracia sensible que ha causado honda sensación en el vecindario. M. A. V., se ahorcó en su domicilio, colgándose de una soga de esparto que colocó en el montante de la puerta del corral. Uno de sus familiares que le extrañó no verle por la casa comenzó a buscarle, encontrándole colgado en el referido lugar. Las causas por las cuales tomó el infeliz esta trágica determinación fueron las de padecer varios años una enfermedad crónica a la vista que le tenía imposibilitado para el trabajo.” Lejos de ser una realidad aislada, como explican Jesús Javier Sánchez, Borja Martí y Andy Eric Castillo en Análisis de las estadísticas oficiales del suicidio en España (1910-2011): “Desde el año 1910 hasta 1940 se observa un ligero incremento en la incidencia del suicidio”.
A pesar de los casos, las diarreas, que “agrupa un heterogéneo número de enfermedades a lo largo del siglo” fue la primera causa de muerte en la primera mitad del XX, como se señala en Análisis de la sanidad en España a lo largo del siglo XX. También enfermedades como la tuberculosis o tisis. “La tuberculosis puede ser considerado el problema sanitario más grave del siglo XX. En España ha sido la enfermedad infecciosa más mortífera con más de 30.000 muertos al año durante toda la primera mitad del siglo, lo que ascendería a más de millón y medio de defunciones, aunque mostraba una cierta tendencia a disminuir. Entonces era la primera causa de mortalidad en personas de 15 a 34 años. En las grandes ciudades el 90% de los sujetos se infectaban antes de los 18 años (tuberculin-positivos).”
Capítulo negro
El mundo de hace un siglo abre un capítulo negro, frío y complicado de relatar. El nombre exacto y el tiempo que permaneció el hombre en la cima de la Sierra del Oro quedan borrosos al pasar la mano sobre la tinta húmeda.
Existen lugares que fueron escenarios de dolor, impulsos grises que cosen la geografía y el tiempo. Hace casi 100 años encontraban los restos de un hombre cuya historia quedó difuminada. Y así quedará.