Ecología constitucional, según Pep Marín

Ecología constitucional

Cuando un político, en una declaración ante la prensa, está diciendo que no va a permitir que su contrincante político controle el Consejo General del Poder Judicial después de cinco años de bloqueo, y lo dice sin tapujo alguno y sin pudor, al punto de ni despeinarse ante tal controvertida frase, está diciendo muchas más cosas que las que brota de la lectura literal de la misma.

Está diciendo que el Consejo General del Poder Judicial es controlable políticamente, y que para que lo controle el otro lo sigo controlando yo. Si ese político de tan larga carrera no creyera esto a ciencia cierta, no habría ningún problema en las renovaciones del consejo. Pero lo sabe, lo sabe muy bien, y lo sabía desde antes, mucho tiempo antes, y si no él, otros de su partido, que se lo recordaron el día que iba a firmar un acuerdo de renovación por un despiste o porque venía de fuera de la capital con alguna que otra buena intención, cuando lo cogieron del brazo y le dijeron: ¿Quo vadis, Macareno?

Si el Consejo General del Poder Judicial es controlable, y ahora es cuando el político de turno lo dice y no antes, y no antes sino ahora quiere cambiar las reglas del juego, cambiar la ley que rige el mecanismo de renovación como contrapartida para la posible negociación, lo que está haciendo es soltarnos a los ciudadanos un gran hostiazo. Un hostiazo sonoro.

Ese partido sabe que las cosas no funcionan bien en tanto en cuanto al mecanismo de elección de miembros del Consejo General del Poder Judicial,  y en un sentido de estado descomunal, no hace nada en su momento con su mayoría parlamentaria, se lo guarda; se lo guarda porque le va a ser útil componer el consejo bajo la premisa legal todavía vigente, sine die. Por tanto, lo que está diciendo este político es que ha visto y olido a podrido dentro de algunas instituciones que se supone garantizan la separación de poderes del Estado, y no movió un bolígrafo para cambiar ni una coma. Un nuevo guantazo para los ciudadanos. Pero no un guantazo para espabilar, sino para dejarnos sonados y sin reacción ante una mano llena de un líquido que huele a basura.

La frase dicha ante la prensa, además, esparce mierda no sólo al Consejo General del Poder Judicial, sino también a otras instituciones u otros órganos del Estado en un intento calculado de que todo huela a podrido. Y huyamos. Y no pensemos ni reflexionemos. O no huyamos y nos creamos, como soldaditos de playmobil, que los que tiran basura a las instituciones son los ahora verdaderos demócratas que bajo inspiración divina van a limpiar hasta dejar brillante como el diamante las instancias que nos rigen el Estado social y democrático de derecho.

Pero la cuestión es que los que han llenado de montañas de basura las instituciones y que alguna vez imaginaron que la separación de poderes no fuera una gran orgía, donde hasta el periodista apreció una polla en su culo, llevan su parte de razón en estos días. El problema es que uno no puede darnos una lección magistral sobre lo mala que es la cocaína para el cerebro, metiéndose él mismo cuatro rayas a modo de ejemplo y un copazo de whisky.

Además, la puesta en escena y el tono de las arengas en pro de persuadir al contrincante para que acepte sus premisas pre-renovación son de una mala educación y de un rostro impertérrito que da miedo. Es como decir, con arrogancia sin igual, que estos años he talado y dejado seca toda una montaña que estaba llena de abetos, pero ni fue culpa mía, ni de nadie, todo esto chillando y con cara de poco amigos. Vamos que se encontró una motosierra con las siglas del Partido Popular y no pudo hacer otra cosa.

Hay que bajarse del burro, y hay que presentarse con mucha humildad, con tono afable, un tono de concordia y convergencia, presentar bien presentados los errores cometidos, pedir perdón por los mismos, no dando pie a que el otro partido que aspira a seguir, al menos no tanto tiempo, con esta putrefacción de las instituciones tenga el mango y la sartén, para desmontar cada una de las ocurrencias de chiste que el Partido Popular ha presentado como razones para la no renovación del consejo. Se lo ponen demasiado fácil de lo rancio que suena cada frase. Muy fácil cuando quien se sube al atril es un pecho palomo de discurso único, un discurso de barro con boñigas de caballo, y no lo saques de ahí que no va a saber otra cosa, ni la capital de Francia. Eso es un error. Y un error es no limpiar primero la casa, bien limpia, y salir ahí al ruedo con toda la legitimidad, a pulmón abierto, diciendo, sosegadamente, que sí, que está muy feo que ahora vengamos diciendo que es preciso cambiar las reglas del juego, pero así debe ser para que no pase como lo que ha pasado con nosotros, que nos hemos llevado todas las copas de la indecencia. Me tienen a su completa disposición. Muchas gracias.

¡Traigan un desfibrilador!