‘Los últimos de Filipinas’ fueron los soldados de una guarnición que combatieron en la guerra de independencia de Cuba y Filipinas y que resistieron, aislados, el cerco enemigo hasta un año después de acabada ésta pues desconocían el desenlace que había tenido. Uno de esos héroes era el ciezano Francisco Real Yuste
Javier Gómez
El final del sigo XIX marcaría también el ocaso del Imperio Español de Ultramar. Si bien es cierto, este imperio era por entonces meramente simbólico pues España llevaba un siglo sin tener relevancia internacional. Ya había dejado de ser un imperio de forma fáctica, pero la derrota en la Guerra de Cuba y Filipinas supuso el último golpe moral a la concepción de grandeza que se había instalado en el imaginario colectivo español después de la unificación de la Corona bajo el mando de los Reyes Católicos.
En esta historia de la lucha de David contra Goliat (el decadente imperios español contra los emergentes EEUU, futuros dominadores de la escena internacional) hay un episodio que tiene una relevancia especial, y así ha pasado a la Historia: ‘Los últimos de Filipinas’. Un puñado de oficiales y soldados españoles, acuartelados en Baler, una pequeña población al norte de la isa filipina de Luzón, que resistieron, con heroicidad y contra todo pronóstico, hasta trece meses después de terminada la guerra. Fueron los más testarudos e inconformistas del ejército español y llevaron su valor y honor hasta la últimas consecuencias. Y entre ellos se encontraba el ciezano Francisco Real Yuste de 25 años de edad.
La historia de los españoles de Baler entró en la leyenda. A finales de junio de 1898 España da por perdida la guerra y se retira de Cuba y Filipinas. Sin embargo, en esta localidad, en una pequeña iglesia sitiada por tres tropas de tagalos filipinos, resiste una guarnición española compuesta por cuatro oficiales y cincuenta soldados. Inpertérritos y desconfiados de los avisos rebeldes de que la guerra ha finalizado, resisten el acoso filipino y sus bombardeos. Pasarán a la posteridad como ‘Los últimos de Filipinas’, pues, una vez rendido el ejército español, ellos continuaran en su posición hasta junio de 1899 sin creerse que realmente ha terminado la guerra.
En noviembre de 1898 solo quedaban ya 35 hombres, debido a las bajas producidas por el asedio, las deserciones y las enfermedades. Sin embargo, al mes siguiente tuvieron el valor de salir de la guarnición y atacar las aldeas cercanas para proveerse de víveres. Después, comenzaron a consumir cualquier animal del que disponían, incluidos los caballos.
El ciezano Francisco Real se encontraba entre los valerosos soldados que resistían el fuego enemigo y las enfermedades, en una población aislada y una vez finalizada la guerra, cuando los demás componentes del vencido ejército español se encontraban ya en sus casas. Nacido en 1873, llegó al archipiélago en el vapor Covadonga porque no pudo hacer como otros quintos de la época, que pagaban a otros para que acudieran en su lugar. Él no pertenecía a una familia acomodada para permitirse semejante lujo. De hecho, como apunta el doctor en Historia Ricardo Montes: «volvió de la isla como se fue, sin saber leer no escribir». Su nieto todavía vive en Cieza y relata que además fue herido de bala en dos ocasiones.
Al llegar el mes de junio de 1899, un año después de acabar la guerra y tras denegar cinco ofrecimientos de rendición rechazados, los filipinos lanzaron, a través de los muros, periódicos actuales para que los españoles se convencieran de que su esfuerzo no serviría para cambiar el curso de la guerra, pues ésta ya no existía. Y de esta manera tan rudimentaria se convencieron.
Pero no les esperó el cautiverio, todo lo contrario. Los dejaron marchar a casa y el líder filipino Emilio Aguinaldo reconoció su valentía, les rindió honores y les dejó el camino expédito para regresar a la patria. Aunque Francisco Real Yuste no fue el único ciezano inmerso en aquella guerra. También los había combatiendo en Cuba en las mismas fechas como atestigua el historiado Montes al afirmar:
«Diez mil ciezanos se agolparon en la estación de ferrocarril, en noviembre de 1893, llenando los andenes y las vías para despedir a 800 reservistas murcianos que partían hacia Cádiz, para incorporarse al Regimiento de Infantería Pavía nº 48127. De aquí pasarían a Melilla a participar en la guerra de Marruecos y a partir de 1895 a Cuba, donde fallecieron seis ciezanos de este envío. Hasta 132 murcianos de este Regimiento dejarían su vida en la Isla».
Asimismo, Montes relata una curiosa anécdota sobre otro ciezano y asegura que «en julio de 1895 el ciezano Emilio Gil, de 22 años, logró cortarle la cabeza con un machete al líder Amador Guerra, capitán del ejército libertador de Cuba, en la encarnizada batalla de Peralejo donde salieron derrotadas las tropas españolas. La noticia salía a la palestra por una teórica carta del soldado a sus padres y se filtraba a la prensa regional y nacional. Pero nos da la impresión de que la misma era para elevar el ánimo de los murcianos ya que la carta es perfecta en sus explicaciones y en el vocabulario, cuando los soldados solían ser analfabetos. Por otro lado, el parte oficial de la muerte de Amador Guerra indicaba que murió de un tiro en el vientre. Tampoco hemos encontrado al susodicho soldado entre la lista de fallecidos, ni de retornados vivos».
Además, este doctor en Historia ha conseguido censar los ciezanos fallecidos en dicha guerra pues sostiene que «entre 1895 y 1898 fallecían en Cuba 23 ciezanos, todos ellos de enfermedad, sobre todo del vómito negro (fiebre amarilla). De hecho, de los poco más de 1300 murcianos fallecidos en Cuba, sólo 99 murieron en combate. Serían repatriados vivos otros 13 ciezanos».
Finamente, Francisco Yuste, uno de ‘Los últimos de Filipinas’, regresaría a Cieza donde desempeñó el oficio de guarda de la huerta, después de que a los héroes les ofrecieran a su regreso seguir como oficiales de segunda o buscarles trabajo, y a partir de 1909 pasó a percibir una pensión, por su heroicidad en la guerra, de 720 pesetas anuales. En la actualidad, el gobierno filipino, a finales de junio, rinde honores cada año a la gesta de aquellos soldados heroicos que decidieron resistir el asedio, incomunicados con España, ante la incertidumbre de que la guerra hubiera acabado de verdad. Y un ciezano figuraba entre ellos.
Buenísimo artículo! Y genial historia la de los Últimos de Filipinas. Grandes hombres de entonces. Felicidades de nuevo.
No hace mucho escuché un podcast sobre la gesta de estos hombres. La aporto aquí como apoyo a este perfecto artículo. http://rosadelosvientospodcast.com/los-ultimos-de-filipinas/
Javier, mi abuelo nacio en Cieza, y se fue a la guerra de Cuba. Junto a muchos decidió quedarse en el continente Americano. Estoy muy interesada en saber más información sobre los que se fueron a la guerra de Cuaba,y eventualmente poder conocer a parientes que aun viven en Cieza. Me podrias ayudar?