El Cristo del Perdón recupera su esplendor original tras un complejo proceso restaurador de cuatro meses

La talla es obra del valenciano Vicente Benedito, de 1942, y participa con la cofradía de la que es titular en las procesiones de Semana Santa

Crónicas de Siyâsa/CARM

Tras cuatro meses de trabajos en el Centro de Restauración de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, el Cristo del Perdón, obra del valenciano Vicente Benedito de 1942, ha regresado a su capilla de la parroquia ciezana de San Joaquín. La talla ha recuperado «las calidades escultóricas y las exquisitas singularidades que le confirió su autor», señaló el director general de Patrimonio Cultural José Francisco Lajara.

La imagen, titular de la cofradía penitencial a la que da nombre, que fue constituida en 1976, participa en las procesiones de la Semana Santa de Cieza y cuenta con una gran veneración en la localidad.

El crucificado es una escultura de tamaño algo mayor que el natural (1,92 metros sin cruz) que presenta la particularidad de no estar policromada en su totalidad, ya que en su superficie se alterna el color natural de la madera, probablemente de cerezo, con ligeras aplicaciones al óleo que, a modo de veladuras, colorean zonas como el paño de pureza, las gotas de sangre o la cabellera. A lo que hay que añadir las aplicaciones de oro fino que presenta la decoración del paño y la corona de espinas (detalle este último casi desapercibido antes de la restauración).

Toda la superficie de la imagen fue recubierta por el escultor con una capa de cera que, como si de un barniz se tratase, protegía la superficie y hacía las funciones de acabado final, al aportar una terminación ligeramente brillante a la obra.

Precisamente, ha sido ese muy personal acabado lo que más ha dificultado la restauración, por el ennegrecimiento de la capa de cera, un material que, a lo largo de los años, había envejecido y oscurecido al absorber la suciedad que se depositaba sobre ella.

También fueron detectadas fisuras en la unión de los brazos con el torso, alteración típica de los crucificados que procesionan, así como pérdidas de estratos pictóricos y faltas puntuales de soporte en el paño.

Todo ello ha derivado en una compleja intervención que ha podido llevarse a cabo gracias al empleo de las últimas técnicas en sistemas de limpieza, que han permitido trabajar selectivamente y eliminar la capa de cera sin que ello afectase a los delicados estratos pictóricos al óleo que daban color a otras zonas. El laborioso proceso ha conseguido que se recupere el color original de la madera y de las zonas policromadas al óleo, sacando a la luz el acabado original con el que Vicente Benedito terminó la corona de espinas, con aplicaciones de oro fino, y un cambio de tonalidad del paño, mucho más claro.

Tras esta fase, se procedió a sellar todas y cada una de las fisuras y grietas localizadas para, a continuación, rehacer las faltas de soporte existentes. Tratamientos a los que le siguió la fase de reintegración cromática diferenciada, cuyo trabajo se centró básicamente en las grietas entre los brazos y el torso, así como en el paño de pureza.

Una vez acabados estos procesos se valoró qué acabado final se aplicaba, si una nueva cera o un barniz, decantándonos el equipo de restauración por este último, que aportará el mismo nivel de brillo que la cera, pero sin absorber la suciedad que se deposite sobre su superficie, al tiempo que facilita la reversibilidad del estrato de cara a futuras intervenciones.

En resumen, una compleja intervención que no solo ha devuelto el aspecto original a esta imagen tan querida en la ciudad de Cieza, sino que favorecerá su futura conservación.