Yelena Osipova, artista de paz

Rosa Campos Gómez

He sabido de ella ahora, cuando varios medios se han hecho eco de que una mujer de casi 90 años era apartada del lugar por la policía del gobierno ruso y llevada a su casa, por manifestarse en contra de la invasión a Ucrania, noticia que por sí misma ya merecía atención. En sus manos exhibía dos carteles, manifestándose a favor de la paz en uno y en el otro su rechazo al armamento nuclear. Me admiró su postura y reivindicación y me interesó saber más de ella, la vi como un admirable referente en la conmemoración del 8 de Marzo. Indagando más sobre ella he podido comprobar que todavía hace tanta falta esta fecha, es una evidencia más de que se sigue desconociendo en la medida necesaria el trabajo de las mujeres.

Se llama Yelena Osipova, tiene 79 años y es pintora y activista en numerosas manifestaciones en contra de la guerra. Nació en 1942 en San Petersburgo -entonces Leningrado (desde 1924 a 1991)-, donde sobrevivió a tanta destrucción y muerte como la que sufrió su pueblo durante la II Guerra Mundial, ciudad donde sigue viviendo. No ha cesado de manifestar su rechazo a todo lo bélico y en defensa la paz a través de sus creaciones artísticas. “Nunca ha sido miembro de ningún sindicato y grupo de artistas, pero se ha quedado afuera bajo la lluvia, la escarcha y el calor en casi todas las manifestaciones de protesta…”, dice de ella Tatyana Voltskaya en “Russia is a bird, not a bear”.

Se formó en la Escuela de Arte Tauride, donde también estudió un tiempo Marc Chagall. Ha trabajado durante treinta años como artista educadora, y ha formado tres escuelas de arte. Cuando comenzó la guerra de Irak reivindicó la paz con un cartel que decía “¡No creas en la justicia de guerra!”; solo algunas madres se manifestaron con ella, nadie más se sumó, sin embargo, son muchas las personas que poco a poco se van uniendo a estas protestas, como se puede comprobar en las Marchas por la Paz. Para ella estos encuentros son fundamentales porque se sabe que hay gente que piensa igual y eso la anima a seguir.

Aunque ha dibujado y manejado los pinceles desde siempre, su primera exposición la hizo en 2015, cuando contaba 73 años, quizá porque permanecer en su activismo a través de su obra y ser mujer no eran ingredientes lo suficientemente atractivos ni recomendables, aunque siempre ha habido quienes le han dicho que no deje de crear porque su obra les da esperanza y eso, asegura, es su gran estímulo para continuar. Retratos, paisajes, carteles y grafitis son sus más preciados bienes, y su legado frente a la violencia. Qué importante es verla con ojos que saben mirar, y oírla con oídos que saben escuchar.

No extraña su actitud y compromiso pacifista cuando se sabe que vivió el horror de la guerra en un Leningrado sitiado por las tropas nazis cerca de 900 días, pasando en ese tiempo de ser una de las ciudades más prósperas de Rusia a quedar completamente devastada.

El ‘No a la guerra’ de Yelena Osipova dice mucho de la valentía de esta mujer desde su aparente pequeñez, que es su grandeza. El No a la guerra en Ucrania es imprescindible. También el No a las guerras que se van permitiendo como si según que muertes y destrucciones nos fueran ajenas… Toda la gente que muere es, debiera ser, nuestra gente, aunque estemos lejos, a “salvo”, sin escuchar de cerca el espanto de su ruido.

Feminismo, Pacifismo y Humanismo están unidos por lazos inherentes, consustanciales, inseparables. Las mujeres, junto a los hombres, que apuestan por la Paz, saben ponerse en la piel y el corazón de otras personas, de tantos padres, de tantas madres cargadas con el inmenso dolor  por los hijos e hijas –civiles de todas las edades, soldados…–, que ya no volverán a sentir el abrazo ni el calor de los suyos ni de la vida.

La vía constructiva es apostar por soluciones inteligentes, pacíficas, y si no se tienen se diseñan y construyen, “inventar para vivir”, nos diría Ana María Matute, porque si no lo hacemos involucionamos.

 

 

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