Ya está aquí el verano
Ya está aquí el verano. La época favorita de tantos. Llega el buen tiempo -aunque aquí en estos lares no nos podemos quejar durante el resto del año- junto con las ansiadas vacaciones de los niños, y no tan niños, en definitiva, el fin del periodo escolar. Para los adultos también suele ser el periodo favorito para el disfrute vacacional. Y así dedicarnos a asuntos más enriquecedores para el alma. A pesar de que el trabajo nos proporciona la independencia económica necesaria para la subsistencia, no es menos cierto que necesitamos tiempo para el esparcimiento. De hecho, es una de las características sociales que nos distingue de los animales, cuyo esfuerzo vital se enfoca de forma dedicada a la supervivencia. Desde que las primeras sociedades de cazadores-recolectores encontraron cierta estabilidad con la especialización y el pequeño comercio con otras comunidades, comenzó, de una forma primitiva, la dedicación a otras facetas menos prosaicas como la pintura o escultura, sobre todo dedicadas al tema religioso. En estos momentos, la mayoría de nosotros actuamos de forma similar, aprovechando estos meses de canícula para efectuar esas tareas que nos resultan imposibles en otros momentos, ya sea por falta de tiempo o de ganas. ¿Por qué el verano? Supongo que las temperaturas más altas y el alargamiento de los días contribuyen a ello. También porque, históricamente, muchas de las poblaciones agrícolas han recogido las cosechas en primavera y verano, quedando este último descargado de tareas inmediatas pudiendo celebrar el fin de ciclo iniciado con la siembra. Vamos, con la cartera llena, pero sin trabajo.
De hecho, con los últimos coletazos del verano es cuando empieza realmente el año natural, no el uno de enero como artificialmente hemos establecido en el calendario. En verano se para absolutamente todo, especialmente en nuestro país. Seguro que les ha sucedido que tienen que realizar algún trámite, obra, o actuación y le ha resultado imposible ejecutarla en verano, con la mitad, aproximadamente, de las plantillas laborales inabordables, teniendo que esperar a septiembre. Además de que agosto cuenta cómo mes inhábil a todos los efectos. Es, por tanto, el verano, el momento de preparar nuevos proyectos para iniciar en septiembre al volver a la actividad de nuevo, a la odiada, aunque al tiempo querida, rutina, ya sea en el trabajo o el colegio o donde fuera. Este año he tenido la suerte y el privilegio de trabajar en el Instituto Los Albares de Cieza. Después de varios años intentando aportar mi granito de arena a la comunidad educativa por varios centros de la región, por fin he podido ejercer en mi pueblo. La verdad que ha sido un año maravilloso en todos los sentidos. No solo por la cercanía a mi centro de trabajo (apenas cinco minutos en coche); la acogida de los compañeros ha sido increíble e incluso he compartido claustro con algún antiguo profesor mío. Qué recuerdos. Con respecto a alumnado, también cambia la perspectiva. La responsabilidad cambia, aunque no quieras, al estar con chavales de tu entorno más próximo.
Con respecto al centro, la verdad que me ha sorprendido para bien. A diferencia de mi compañera de columna, yo fui alumno del IES Diego Tortosa, y en aquellos tiempos, “ir a FP” era casi un estigma. ¡Menudo cambio! Me ha impresionado la variedad de oferta escolar disponible y la multitud de proyectos que tienen implantados. Y no he sido el único, por lo visto. El propio alcalde, profesor a su vez del Tortosa, en las palabras que dedicó a los alumnos que se graduaron este año, también mostraba su perplejidad ante la cantidad de iniciativas, actividades y premios recibidos por el instituto Los Albares, así como algunos de sus alumnos. Evidentemente, todo es mejorable, nada es perfecto, y quien piense lo contrario, se equivoca. Desde luego, que el centro tiene prestigio, y este no ha sido regalado, se ha ganado a pulso con todo merecimiento con años de sacrificio y esfuerzo. Cuando unos padres prefieren llevar a su hijo o hija al IES Los Albares, antes que a otro instituto que es el de toda la vida, situado en el centro del pueblo, y seguramente sin sus compañeros de otros años, por algo será. Y más teniendo en cuenta la distancia del núcleo urbano de Cieza al paraje de Los Albares, el cual diariamente tienen que recorrer en dos ocasiones los alumnos, llueva, haga sol, frio, o con cualquier otra circunstancia adversa. Este año, encima, no han tenido servicio de autobús y se ha echado en falta. Además, lamentablemente, en la denominada ‘Recta del Poli’ no hay arboleda que proporcione sombra suficiente para proteger de la solanera del medio día. Por suerte, este año el cambio climático nos está respetando con un mes de junio bastante fresco para lo acostumbrado. Pero bueno, hasta el final del verano no tendrán que volver a repetir ese recorrido, y para entonces, volverán con las pilas cargadas, con ilusiones renovadas, y nosotros con nuevos proyectos en mente. Aunque esa será otra historia, ahora toca disfrutar del verano.