Voces del alma
Así se llama la exposición de pintura que, hasta el próximo 6 de noviembre, pueden ustedes saborear en el Museo de Siyâsa. Mi admirado Antonio Semitiel Segura es el autor de las obras. Antonio, gentilmente, me invitó a la inauguración aunque por razones de fuerza mayor no pude asistir. Pero de ninguna manera podía perdérmela. En la tarde del pasado viernes catorce de octubre, a eso de las siete de la tarde, me pasé por el museo para verla. Me tomé mi tiempo, todo el necesario para paladear semejante derroche de arte y sensibilidad. Carezco de conocimientos para evaluar su obra desde un punto de vista técnico y, en consecuencia, mis palabras serán las de una persona corriente; enamorada, eso sí, del arte. De todo arte; de las artes escénicas, del cine, la música, la literatura, la escultura y, naturalmente, de la pintura. Nadie soy para descubrir a Antonio quien, por derecho y genialidad propias, pertenece a esa estirpe de grandes pintores que ha dado la región de Murcia.
La pintura, en tanto manifestación artística, será cultura en la medida que remueva y conmueva y esto es, justamente, lo que sintió mi espíritu a cada resquicio de sus cuadros. ¿Por qué Voces del Alma? Porque es el alma de Antonio la que habla sobre el lienzo. Una voz articulada con pinceles, paletas y colores. El alma de Antonio guía sus manos para plasmar sobre el lienzo a las personas más valiosas y determinantes de su vida. Tal vez por ello, percibí en sus cuadros la preeminencia intencionada del personaje sobre el fondo. Los segundos planos no son baladíes; en absoluto, pues también esconden rescoldos del alma del pintor y cimentan la esencia del personaje retratado.
Trazos precisos y nebulosos al mismo tiempo; propios de quien domina el óleo pero ha decidido supeditarlo al arte y no al revés. Cuadros que aconsejan un cierto distanciamiento del visitante para que el puzzle de colores y pinceladas adquiera su verdadera dimensión. Una dimensión en la que los ojos y posturas de sus personajes gozan de acerado protagonismo. Hasta tal punto que insuflan vida a la pintura. Los retratados quieren hablarte, contarte cosas. Así lo sentí mientras observaba sus miradas y gestos. Me sentí chico en esta exposición, cuya sensibilidad y genialidad desbordaron toda sospecha.
El mundo es un páramo gris, entreverado de guerras, enfermedad, catástrofes naturales, superficialidad y malicia. En ese erial casi azabache, el arte se viste de verde esperanza. La mayoría de nosotros carecemos de poder e instrumentos para cambiar el rumbo de este mundo alocado. El arte, en tanto que la más bella expresión de la cultura, puede salvarnos o, al menos, hacernos más agradable nuestra andadura por estos mundos de Dios traicionados por el hombre.
No sé cuánto tiempo estuve viendo la exposición de Antonio. Tal vez tres cuartos de hora. No lo sé en realidad porque el tiempo y sus servidumbres se pararon en seco. Arte, sólo arte. Alma, sólo alma. Verdad, sólo verdad. Y belleza, sólo belleza porque no puede haberla sin verdad. Gracias, Antonio, por este regalo. Oí tu alma; de veras. Una voz honesta y limpia. La voz de un artista superlativo, la voz de una consciencia pura.