Vergara Parra describe «el voto útil»

El voto útil

En abril tendremos elecciones generales y en mayo municipales, autonómicas y europeas. Parece un buen momento para reflexionar sobre ese concepto de manido, siempre de actualidad, del voto útil.

Una expresión, dos palabras, de cuyos significados me ocuparé de inmediato.

El voto pertenece a esa categoría de derechos que los constitucionalistas llaman derechos-deber. Por un lado, estamos ante un derecho fundamental, reconocido en el Título I de nuestra Carta Magna, lo cual le confiere la máxima protección jurídica posible. No podría ser de otra manera. Democracia y urnas son conceptos indisociables.

De reunirse los requisitos exigidos por la Ley, el derecho al sufragio, no solo es un derecho potestativo para el individuo sino también una obligación al menos de naturaleza moral. Queramos o no, los asuntos de la polis a todos nos conciernen porque a todos nos salpican. Siendo esto así, parece razonable que no demos la espalda a la democracia.

La desafección hacia la política está justificada pero no podemos claudicar ante nuestras responsabilidades civiles. No es necesario bucear demasiado en nuestra Historia. Nuestros mayores no siempre pudieron elegir a sus representantes; cada jornada electoral es una fiesta para la democracia y cada urna debiera recordarnos que las prerrogativas de nuestro tiempo fueron las ausencias de épocas no muy lejanas. Elegir a nuestros representantes no solo es un derecho, también un privilegio que clama por ser ejercido.

Decimos que algo es útil cuando es provechoso, cuando, en definitiva, nos dispensa el fruto perseguido. Particularmente, detesto la expresión de voto útil pues ese pretendido pragmatismo, esa supuesta utilidad, desplaza al fundamento íntimo y último del voto.

Observo en la sociedad española una desmedida fragmentación, un atrincheramiento ideológico contra el que llevo luchando, muy modestamente, desde hace lustros. Mil veces antes el voto decente o el voto ético; llámenlo como quieran. El fanatismo ideológico distorsiona nuestra capacidad de raciocinio; hasta tal punto nubla nuestro albedrío que apenas advertimos las maldades de propios y las bondades de extraños. Votamos a quienes dicen ser aún cuando sus acciones contradigan sus opiniones. Con una fidelidad casi patológica, elegimos a quienes una y otra vez han dado sobradas muestras de cinismo e impericia, pues la utilidad perversa de ese voto es impedir que el contrincante, elevado a la categoría de enemigo, tenga alguna oportunidad.

La lealtad a las ideas, a los principios, es una actitud hermosa pero esa lealtad tiene doble recurrido, pues es exigible a mandantes y a mandatarios. No condenemos a nuestras ideas a una perpetua quietud. El hombre también es evolución y pueden asomar aristas ocultas o realidades insospechadas que revisen nuestros planteamientos. Hablamos, entonces, de una evolución honesta que no merece reproche alguno.

La generalización es perversa pues provoca injusticia pero los bandazos ideológicos o las amnesias repentinas de nuestros políticos obedecen a una principal razón: preservar el poder cuanto sea posible. Prometer e incumplir les sale demasiado barato; tan acostumbrados estamos que apenas reparamos en tan censurable engaño.

 “Para que roben los otros, que roben los míos. Antes muerto que votar a……”

¿Quién, en una improvisada tertulia o en la barra de una bar, no ha oído expresiones de este tenor?

Es como si hubiésemos interiorizado una resignación colectiva, como si nuestras filiaciones partidistas obedeciesen al descarte y no a la convicción. Nos puede más la repulsa al otro que la aceptación al propio.

Estimo, por tanto, que el verdadero voto de utilidad es fruto de un proceso volitivo e intelectual que desprecia la apariencia y aprecia la esencia, que ignora las consignas y valora las propuestas. Es un voto en absoluto fiel e incondicional pues será retirado tan pronto el apoderado reúna méritos para ello. Debe ser, también, un voto comprometido pues nuestras vidas deberían ser el testimonio de lo que esperamos de nuestros representantes. Difícilmente se puede reivindicar lo que no se ejemplifica. Mucho se ha hablado de la democracia representativa, de la deliberativa o de la participativa pero creo que le ha llegado la hora a la democracia real. No quiero que me prometan lo que no podrán cumplir ni que me regalen los oídos. No quiero a quienes zahieren e insultan al adversario; tampoco a altaneros o soberbios.

Quiero a quienes se comprometan a hacer cuanto puedan, a quienes atajen los problemas desde la raíz, a quienes dudan, a quienes respetan y valoran la diversidad, a quienes devuelvan la dignidad a la palabra, a quienes reconozcan sus errores, a quienes jamás se embolsen lo que no es suyo. Quiero a personas con trayectorias vitales y profesionales suficientemente dilatadas y acreditadas, que conozcan la realidad que pretenden mejorar; porque la madurez, a diferencia de la juventud, antes que un divino tesoro es un valor terrenal que no debiéramos desdeñar.  Quiero a quienes convenzan sin vencer y a quienes vengan a servir y no a ser servidos.

Voto útil, no lo sé pero, al menos, será enteramente mío.

 

 

 

2 thoughts on “Vergara Parra describe «el voto útil»

  1. JLVG

    Comentario d gran altura. Neutral para cualquier opción… excepto para las opciones desafectas con el ciudadano/vecino… columna cuasi institucional y desde luego ‘Inmaculada’ que solo invita a reflexionsr, ponderar… y tras ello: elegir. FELICIDADES
    Columna distinta del Crónicas en papel d ayer… en papel hablas d «el bien común»… tú y Javier sabréis…

  2. Manuel Guardiola

    José Antonio, te felicito por el artículo has dado justo en el clavo de lo que debiera ser la democracia. Yo, desde mi humilde opinión lo resumiria con una metáfora que mi abuelo me enseñó y es la siguiente:
    «Si te compras unos zapatos y te hacen ampollas, no te vuelvas a comprar los mismos , aunque el zapatero sea tu amigo…»
    Quiero decir que tenemos la SUERTE y el PRIVILEGIO como tu bien dices de poder cambiar de zapatos cada cuatro años y creo que ya toca cambiar por unos que todavía no hemos podido probar, y si no dentro de cuatro años pues a otro zapatero. Basta ya de ideologías rancias y de bipartidismo radical. No se muy bien lo que es la derecha ni la izquierda pero si sé de que prometer lo que no se puede hacer y votar a quienes nos han llevado a esta realidad hace que me salgan ampollas.
    Un saludo.

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