Ve la luz Las querellas judiciales en la Calasparra del siglo XVII

En esta narrativa jurídico-histórica, de Luis Ludeña López, hallamos lo oscuro que puede caber en la naturaleza humana, pero también lo luminoso que se encuentra en mujeres valientes    

Rosa Campos Gómez

Conocer la historia nos permite saber de dónde venimos, y eso abre puertas de realidad para la forja de nuestro caminar de hoy y de mañana.

Las querellas judiciales, libro escrito por Luis Ludeña López, investigador, con la colaboración de Alonso Salinas García, profesor, e ilustrado por Mónica Martínez Espín, profesora, narra hechos acaecidos en el siglo XVII, documentación extraída del magnífico archivo municipal de Calasparra. Su lectura nos procura ir más a lo hondo de unas raíces que se extienden hacia tiempos remotos, e induce a que cada uno de estos relatos contenga un atractivo envolvente que nos seduce para no dejarlo hasta que no lo hayamos traspasado con nuestra curiosidad por saber el desenlace, mientras recorremos calles y parajes y observamos interiores.

Agrupar estas querellas y recogerlas en diferentes libros, según tipología, puede estar generando un nuevo género narrativo basado en esa realidad judicial contada con lenguaje cercano, iniciada con Las querellas cruentas (2023), lo que indica la gran productividad de Ludeña y Salinas que nos permite intuir que la investigación seguirá para bien de la cultura de la villa arrocera y de la cultura en general.

Son cinco relatos verídicos que infunden energía, curiosidad y esperanza, y dejan que percibamos el sabor de la justicia allí donde deseamos que así sea:

En Limpieza de sangre conocemos las causas del exilio de la tierra amada de Isabel y su familia –conversos sefardíes con antepasados residentes en el pueblo desde hacía más de un siglo– y comprendemos el sufrimiento que le causa el que haya un sector que no le permite la integración en su núcleo social a pesar de cuanto se haya hecho de bueno para merecerlo, y el alejamiento –debido al miedo de una posible exclusión–manifestado por todas las amistades de su propio círculo.

Meternos en el contexto aquí es fundamental para entender conceptos como el del título y ver lo que en ese aspecto hemos avanzando, quizá porque personas como Isabel y su padre, tuvieron las agallas de enfrentarse judicialmente a personas con más poder, pero con menos sentido de la dignidad al estar aferrada a unas ideas religiosas excluyentes que favorecían que siempre saliesen ganando. No olvidemos que estamos en tiempos de la Santa Inquisición, que contaba con muchos gestores, y que los bulos ya se deslizaban de manera muy sibilina.

El molino del río Moratalla tiene como protagonista a Melchora, ella y su hijo eran de origen morisco y vecinos de Socovos, localidad que por entonces pertenecía al Reino de Murcia. En esta historia vemos la importancia del hato remendado como indicador del estrato social al que se pertenece y que destapa la aporofobia de quienes se sienten por encima, también el racismo hacia personas de otra etnia y las desgracias que todo esto acarrea. En su lectura descubrimos que Calasparra era una villa próspera, capaz de atraer a jóvenes de otros lugares ilusionados con un trabajo mejor remunerado; que el paraje de Cañaverosa, antes se denominó La Cañada Verosa; que en el siglo XVII la parroquia tenía un ataúd comunitario, que consistía en una caja mortuoria para la gente pobre, que se alquilaba y había que devolver tras el entierro; además de una excelente descripción geográfico-histórica del camino entre Socovos y Calasparra. Es admirable la imparcialidad con la que se relata esta historia, en la que quedan a descubierto negligencias de las autoridades locales y la bonhomía y buena predisposición de la protagonista y sus convecinos.

En Magdalena Fraila su personaje central es Francisca, sirvienta que da a luz a una niña siendo madre soltera. Niña que ocupará su lugar en la familia paterna, familia que dejará a Francisca al margen, quien defenderá sus derechos, que obtendrá en enero de 1628, constituyendo en Calasparra la mayor victoria de la gente humilde frente a la poderosa.

Los Pascualillos tiene a dos mujeres protagonistas, ambas del estrato social más alto pero con diferentes modos de actuar frente a la justicia. En esta historia, con gran paralelismo a un thriller de ficción, tenemos descripciones naturalistas que son un lujo, como la composición de una pomada, también el conocimiento del Libro de los Motes. Aquí, de nuevo, la justicia se aplica con justicia.

En Ni olvido ¿ni perdón?, la última historia que contiene este libro, se cuenta la tragedia de una violación sufrida por Juana, joven que pertenecía “a una familia a la que nada le faltaba, pero tampoco sobraba, gente honrada, trabajadora y luchadora de la que aprendió a no rendirse nunca”. En la descripción queda el testimonio de la quietud de ella como miedo paralizante, y cómo ya entonces había quienes aludían a que esa quietud significaba consentimiento. Poniendo de nuevo a este caso y su denuncia dentro de la vanguardia del feminismo.

En Las querellas judiciales no dejamos de encontrar información que nos sorprende, algunos ejemplos, además de los ya citados: la gran producción de seda, valorada por su excelente calidad más allá de nuestras fronteras, con potentes empresarias con negocios relacionados con la hoja de morera y la producción de esta fibra natural; había familias conversas, de origen sefardí, que eran genios de las finanzas; desde 1550 hasta 1708 no se registra ningún matrimonio entre cristianos viejos y cristianos nuevos –así llamaban a los conversos–; ya en 1659 el día de Los Santos Abdón y Senén se celebraba por todo lo alto –día grande local próximo a celebrarse (30 de julio)–; el ayuntamiento estaba regido por el alcalde mayor que podía contar con hasta dos alcaldes ordinarios; y que un crucifijo fue guardián de secretos amorosos en tiempos inquisitoriales.

En esta narrativa jurídico-histórica hallamos lo oscuro que puede caber en la naturaleza humana, pero también lo luminoso que se encuentra en estas mujeres valientes, con un sentido en crecida de la libertad y el respeto, y en los hombres que las han apoyado y animado en sus decisiones en busca de lo justo. Tanto ellas como ellos lucharon por los derechos en igualdad y dentro de la justicia, y eso es historia que reconforta.